Pablo Iglesias, antiguo líder de Podemos (Fuente: Agencias)
Pablo Iglesias, antiguo líder de Podemos (Fuente: Agencias)

🫸🏻 Izquierda Hundida

Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.

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Pablo Iglesias dejó la vicepresidencia para encabezar un proyecto mediático a su medida, con escala en una improbable batalla electoral contra Ayuso en 2021. Más que dar un paso atrás, el camino le ha llevado a dar un paso al lado. Atrincherado desde su Canal Red, y con el altavoz gigante que le da la SER, mueve los hilos de Podemos a distancia. No es el que fue, pero sigue siendo. Y todo ha pasado tan rápido que proyectos por los que él apostó han ido a cristalizar bajo el mando de otros.

🦄 Punto uno: unidad, el animal mitológico de la izquierda

El ‘espacio a la izquierda del PSOE’ lleva reuniéndose y peleándose desde tiempos inmemoriales. El primer intento por unificar voluntades vino en 1986 con la conjura de nueve organizaciones para dar a luz a Izquierda Unida. Sucedió cuatro años después de que los socialistas arrasaran en las generales y al socaire del rechazo que provocó la entrada a la OTAN.

El proyecto tardó diez años en tocar techo. Fueron 21 escaños, cimentados sobre los escombros de un PSOE que salía del Gobierno en 1996. Esa fue la tónica durante las dos décadas siguientes: crecían cuando al socialismo le iba mal, menguaban hasta casi extinguirse cuando el socialismo recobraba fuerzas.

Esa carencia de perfil electoral propio dejó de ser tan directa con la llegada de Podemos, que en su primera contienda nacional logró 69 escaños. Era 2015 y, en realidad, no todo era ‘Podemos’. Ahí se sumaban la propia IU y algunas formaciones territoriales, como Compromís desde la Comunidad Valenciana. Pero también algunas de las confluencias que se habían hecho fuertes: En Comú desde Cataluña y En Marea desde Galicia. Todo siguió unos meses después con aquel ‘pacto de los botellines’ que certificó la absorción de facto de IU por parte de Podemos.

Lo que empezó siendo una solución de urgencia en realidad marcaba el camino. Todo había empezado unos meses antes de esas generales, con Podemos subiendo como la espuma en las encuestas y unas elecciones autonómicas y municipales en mayo como paso previo al asalto al Congreso.

Era un partido recién creado, sin estructura ni más capilaridad que la que tenían los anticapitalistas. No podían montar tantas candidaturas en todo el territorio y en tan poco tiempo. Así nació la idea de confluir, heredando la idea primigenia de IU: reunir a distintos bajo un paraguas común.

Pero negociar nunca ha sido el fuerte de Podemos, y la pléyade de proyectos que funcionaron bien en lo municipal y autonómico acabaron deshaciéndose en peleas con la cúpula nacional. Los casos más sonados fueron los de Madrid, Andalucía o la propia Galicia: Podemos quiso aglutinarles y ellos no se dejaron.

Pablo Iglesias sabía que ese era el camino, pero descuidó que esas no eran las formas. En 2017, con las confluencias gobernando importantes plazas, hubo otro hito más discreto: un acercamiento entre varios partidos regionales más allá del espacio a la izquierda del PSOE. En Zaragoza se reunieron, por ejemplo, representantes de PNV, ERC, lo que quedaba de Convergència, MÉS o Geroa Bai, entre otros. El eje no era ideológico, sino territorial: un prisma no centralista de la política, con el ‘procés’ todavía centrando la agenda.

Aquel encuentro no tuvo resultados concretos, pero sí dio sus frutos. Ese polo amasado por Iglesias fue el que hizo posible decantar la moción de censura un año después. Sánchez llegó a La Moncloa porque el entonces líder de Podemos le construyó una mayoría sumando a muchas minorías, incluso más allá de la izquierda. Después llegaría otro pacto, el del abrazo, para sellar el primer gobierno de coalición de la democracia.

😡 Punto dos: el plan de Iglesias, pero sin Iglesias

Alberto Garzón tuvo que apaciguar enormes resistencias internas en IU para acabar deshaciendo la marca dentro de Podemos. Pedro Sánchez hizo lo propio en un PSOE que se resistía, y aún se resiste, al acuerdo con Podemos. “Con Rivera, no”, le gritaban al ahora presidente, después de que en 2016 hubiera alcanzado otro acuerdo con el entonces líder de Ciudadanos.

Tanto en IU como en el PSOE se vivieron procesos similares: una vieja guardia defendiendo las esencias contra nuevos liderazgos que querían tejer nuevas alianzas. Los Susana Díaz, Alfonso Guerra, Javier Lambán, Emiliano García-Page o Felipe González veían mucho más deseable a Rivera que a Iglesias. Y ahora, posiblemente al final del ciclo político, vuelven a afilar los cuchillos esperando el momento para ‘reconducir’ la situación.

Así lo resumía Esther Palomera en un tuit unos días después de la debacle del 28M:

Pero ahora es Iglesias también el que, desde su atalaya mediática, ejerce de minoría de bloqueo. ‘Minoría’ porque, en teoría, ya no manda en Podemos, pero sin duda condiciona. El proceso de negociación de Sumar, que es el nuevo Podemos, que era la nueva IU, ha sido tortuoso en gran medida por su voluntad -o por la falta de ella-. Y, una vez anunciado el acuerdo, sigue siéndolo. 

Ahora porque Irene Montero, entre otros nombres destacados de Podemos, no irá en las listas. El puzzle, aún incompleto, es complejo.

Es difícil saber si todo era parte de un plan. Si los medios se han volcado (más) contra Podemos de lo que solían. Si la propia Yolanda Díaz les ha dejado caer, abrasados por sus resultados en las autonómicas, para que no tuvieran capacidad de negociación con las otras formaciones. Tendrán dinero -logran un buen reparto de los ingresos-, pero no poder. Y es o eso, o desaparecer. 

El caso paradigmático es el de Zaragoza, cuya candidatura encabezará la Chunta Aragonesista, que copa el único puesto de salida de la formación. Pablo Echenique, uno de esos nombres de peso de Podemos, se queda fuera porque no ve sentido encabezar otra lista en otra región como sí hacen otros ‘cuneros’.

Esta Izquierda Unida de 2023 la componen 15 formaciones, incluyendo a la IU original y a Podemos. Es el eterno proceso de autofagia de la izquierda, la culminación del plan de Iglesias: reunir a todos, partidos y confluencias, bajo una sola marca. Pero ni es la marca de Podemos ni la lidera Iglesias. Ni tampoco están todos esta vez: faltan los más nacionalistas. Meritorio, pero a regañadientes… y quizá insuficiente.

🤔 Uniendo los puntos

Los sondeos no son halagüeños. Podemos sigue revolviéndose. Yolanda Díaz afronta cuarenta días de precampaña y campaña con el objetivo de, al menos, poder empezar a hablar de lo de fuera y no sólo de lo de dentro. Pedro Sánchez ya ha calmado la rebelión interna, al menos hasta que lleguen los comicios. Su continuidad dependerá de que puedan sumar para gobernar. Algo que, por cierto, también podría pasarle a Feijóo en el PP. 

Y mientras Abascal, sin hacer ruido, disfruta del espectáculo y de ser tan incómodo como imprescindible. A él, de momento, no le han podido absorber.

Descansa mientras puedas, yo te escribo de nuevo en unos días 👋🏻