«Durante años, tanto la derecha como la izquierda española han dicho que todo era posible de forma democrática, sin violencia, sin terrorismo, sin coacción. ETA ha desaparecido y parece que el mensaje ha cambiado, parece que no todo es posible». Iñaki tiene un tono grave, aunque habla de forma queda, sin levantar la voz, casi arrastrando las palabras. Es un historiador con un amplio catálogo de libros a su espalda, casi todos centrados en la historia del franquismo en el territorio vasco. Habla de «hegemonías», de «violencia estructural», de «élites», de «sujetos», de «agentes», de «polaridades»… No cita a Marx, pero sí a uno de sus revisionistas, Slavoj Žižek, y describe el conflicto vasco de forma amplia en el tiempo, remontándose a otros siglos y rechazando aventurar lo que pueda pasar. «Eso es ciencia ficción», dice en varias ocasiones.
Han dicho que todo era posible de forma democrática, sin violencia, sin terrorismo, sin coacción. ETA ha desaparecido y parece que el mensaje ha cambiado, parece que no todo es posible
Ese análisis alejado en el tiempo le hace describir las cosas como procesos más que como hechos. «ETA no es un protagonista esencial del conflicto, sino una consecuencia precisamente de ese conflicto», dice mientras baja la cremallera del forro polar rojo que viste, bajo el que asoma una camiseta negra de Naiz, la versión digital del diario abertzale Gara en el que colabora como columnista desde hace tiempo. El pelo canoso y caótico y la poblada perilla le acaban de dar cierto aire bohemio. Al otro lado de la ventana arrecia el temporal, con la lluvia encharcando las calles del barrio donostiarra de Egia, donde tiene la sede la fundación que preside. Se trata de Euskal Memoria, una organización cuyo objetivo «es arrojar verdad y luz sobre las consecuencias del conflicto histórico» partiendo de la idea de que no se ha contado de forma objetiva lo que ha pasado. «Lo de reescribir la historia es algo que no sucede en una ocasión, ni en este escenario, sino en cualquier escenario del mundo. Después de haber un conflicto o una situación enconada como la que ha habido en nuestro país, los relatos son diferentes». Y este es el suyo.
El local es un bajo amplio y espacioso, con una gran sala oscura de entrada, que hace las veces de almacén en el que hay una mesa con ejemplares de la revista que editan y un par de habitaciones, una con una gran mesa de reuniones de color blanco y otra donde dos sonrientes compañeros de mediana edad trabajan. El lugar, que transmite cierto aire como de provisionalidad, tiene, por el mobiliario, aspecto de haber salido directamente de los años ’80. Pero el relato de Iñaki Egaña se centra en una época anterior a esa, cuando la dictadura de Franco oprimía al país y el mundo se desgajaba en dos partes entre amenazas de guerra global, con conspiraciones, aliados, espías y tramas por doquier. Algunos de sus relatos tienen un toque casi de película, embebidos de ese aire lejano y medio secreto que muchos pasajes de la Guerra Fría conservan. A él, de hecho, le tocó vivirlo en carne propia: tras haber viajado de forma frecuente a EEUU durante años para documentarse para sus trabajos, en 2006, cuando iba con dos de sus hijos, le prohibieron la entrada al país. «Nos desviaron el avión cuando llegamos a Nueva York, nos pidieron los pasaportes sin salir y entonces me detuvieron», cuenta. «Tuve un interrogatorio de dos horas y media o tres horas y, aunque parezca difícil entenderlo, todas las preguntas que me hicieron estuvieron relacionadas con cosas de los años ’40, ’50 y ’60. Hubo un senador que se acercó hasta ahí y ni siquiera lo dejaron visitarme. Pude hablar con la Embajada Española al día siguiente y se me dijo «no hay nada que hacer: esto es como un bar, reservado el derecho de admisión, nunca te van a decir por qué no te han dejado entrar». Y, efectivamente, nunca me lo han dicho. Nunca lo he sabido y tiene toda la pinta de que nunca lo sabré».
Aunque haya silencio oficial al respecto, él sospecha que fuera por sus investigaciones. «Me sigue extrañando hoy en día que las razones haya que buscarlas en temas de hace cuarenta o cincuenta años, pero parece que pueda ser por eso, porque yo aquí no tengo ninguna causa pendiente», explica. Él mismo apunta a un posible motivo: el diario del primer lehendakari vasco, José Antonio Aguirre, que estuvo exiliado en EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. «Hace diez o doce años lo encontré en la biblioteca en el Congreso de Washington. En él explicaba cómo vivía el día a día clandestinamente hasta que consiguió llegar a EEUU en 1942, apoyado por el Departamento de Defensa. Luego lo publicó, aunque con cambios: ocultó una serie de circunstancias que le hicieron llegar a EEUU, cómo lo hizo y, sobre todo, los veinticinco o treinta últimos días del diario en los que daba nombres del Departamento, relataba a qué acuerdos se llegaba…», enumera con un gesto de la mano, sin decir más. «Ese diario, el original, se publicó en el País Vasco y tuvo mucho éxito. Le hice la introducción y cuatrocientas y pico notas. Ahora el original sigue abierto al público en la biblioteca del Congreso, pero esas treinta últimas hojas están clasificadas y no se pueden consultar», dice mascullando una risa. «Aguirre, que murió en 1960, no tiene levantada la confidencialidad de sus documentos mientras que de Kennedy, que murió en 1963, se han desclasificado la mayoría», reflexiona. Además de su diario, del exlehendakari también le interesaba su implicación con los servicios secretos y con el Departamento de Estado de EEUU. Según cuenta, estaba relacionado con el proceso de «creación» de la democracia cristiana en Europa, «un sector político que hasta entonces no existía y que se hace a través de una cantidad ingente de dólares que circulan a Italia y a Alemania precisamente a través del PNV».
La de Aguirre no ha sido la única investigación que ha llevado a cabo en suelo estadounidense. Antes de que lo vetaran cuenta que mantenía relaciones «con algún exiliado de la Guerra Civil y del franquismo que había sido incluso expulsado de EEUU en la época de McCarthy, gente mayor que tenía acceso a muchísimos archivos». Cuenta que había estado estudiando «la información que tenían la CIA y el FBI sobre el conflicto vasco» o una operación casi de película como fue la desaparición de Jesús Galíndez, el delegado del Gobierno vasco en 1956, que fue secuestrado en NuevaYork y trasladado en un avión a la República Dominicana «donde fue muerto por orden del entonces presidente Rafael Leónidas Trujillo». Egaña aún tiene prohibida la entrada al país y hasta su familia también se ha visto afectada tanto tiempo después. «Mi hija hacía escala hace año y medio en un viaje a Nicaragua y ni siquiera le dejaron: la expulsaron a Madrid».
La unidad de España será defendida por el Ejército. El enemigo no es externo, como fue en la época colonial, sino interno
Mientras todas esas cosas que él estudia y que supuestamente le han valido el veto tenían lugar al otro lado del Atlántico, en el País Vasco se fraguaba ETA. Él, insiste, no ve a la organización como la iniciadora del conflicto, sino como una parte de él. El origen de todo lo sitúa mucho antes, y con unas causas claras: «El no reconocimiento del sujeto de un pueblo». El contexto de la aparición de ETA lo ubica «en una situación de oscurantismo total, la del franquismo», cuyo final no implicó a su vez el final de la actividad armada. En su opinión, lo que la hace «especial respecto a otros agentes de ese conflicto» es la decisión de seguir tras la llegada de la democracia. «En ese debate entre reforma o ruptura una parte del pueblo vasco sigue apostando por esa ruptura con el franquismo porque consideran que no se ha dado, que muchos de los elementos anteriores se mantienen en vigor y que, por tanto, siguen apostando por una determinada estrategia, que en el caso de ETA consiste en la continuación del uso de la violencia como arma política». Según su análisis, «la transición se hizo muy matizada por lo que había sido el sistema anterior. Es una Constitución que está recogiendo en cuanto a la unidad de España una idea que está al final de la segunda Guerra Carlista, hablamos de 1880: la unidad de España será defendida por el Ejército. El enemigo no es externo, como fue en la época colonial, sino interno. Muchos de los códigos son casi atávicos, muy viejos».
Andrés Cassinello, general de la Guardia Civil y jefe de los servicios secretos, dijo ‘prefiero la guerra a la alternativa KAS’. Y, efectivamente, lo que hubo fue una guerra, una guerra no declarada
En este contexto define a ETA como «una organización política que utiliza en una fase de su trabajo, lo que llaman lucha armada, la violencia política, el terrorismo». El detonante de esa decisión está en «una serie de mínimos que marcaba entonces la izquierda abertzale, lo que se conoce como la alternativa KAS», el «acta fundacional» de lo que después sería Herri Batasuna. «En síntesis era el reconocimiento del derecho de autodeterminación, no el ejercicio, sino el reconocimiento», matiza. «Ahí nos encontramos con dos sectores, los que decían que los puntos de la alternativa KAS son perfectamente asumibles por una democracia, y en la otra punta lo que representaba Andrés Cassinello, general de la Guardia Civil y jefe de los servicios secretos, que dijo ‘prefiero la guerra a la alternativa KAS’. Y, efectivamente, lo que hubo fue una guerra, una guerra no declarada». La clave no es sólo esa condición de la alternativa KAS sino, en su opinión, la forma en que se hizo el proceso constitucional. «Si el proceso de reflexión hubiese sido mayor, si se hubiera reconocido la pluralidad del Estado y la existencia de otros pueblos, si se hubieran reconocido otra serie de circunstancias, si se hubiera hecho con un poco más de pausa… Incluso si algunos grupos políticos que habían estado haciendo oposición hubieran tenido un poco de madurez política y no hubieran actuado con tanta inmediatez, se hubiera actuado de otra manera y el resultado hubiese sido otro diferente». Pero no lo fue.
En situaciones de atascamiento político el propio Estado ha enseñado a ETA la vía, qué es lo que tiene que hacer para avanzar en un proceso negociador
Desde ese análisis de historiador que hace, alejado en el tiempo y observando los procesos en lugar de los eventos, habla de la violencia de una forma casi analítica, como un hecho objetivable. Como un factor más. En su opinión, el uso de las armas «no es un fin en sí mismo, sino una herramienta, y eso tiene que tener un principio y un fin. Con todo lo que suponga el ejercicio de la violencia de dramas y tragedias, al ser un arma política debe valer para sumar y no para restar». La violencia, por tanto, habría sido un medio para un fin, un medio considerado útil por ETA. «No sé si ha servido para acumular fuerzas, pero sí ha servido para cohesionar y darle firmeza a un mensaje político. En un principio es evidente que consigue sumar porque cuando nace ETA debemos recordar que la represión es bastante importante y ETA sirve como catalizador, al igual que va a servir de cohesionador de cierto sector del pueblo vasco, incluso electoralmente: los mejores resultados de la izquierda abertzale, los de HB a nivel del Estado en unas europeas, fueron casi en los ‘años de plomo’ «. Se refiere a las elecciones de 1987, cuando HB sumó 360.000 votos, de los que 110.000 vinieron de fuera de Euskadi y Navarra, en un año en que ETA mataba a casi una persona a la semana. Esa lectura llevó a lo que define como «una lógica perversa» entre ETA y el Estado: «En situaciones de atascamiento político el propio Estado ha enseñado a ETA la vía, qué es lo que tiene que hacer para avanzar en un proceso negociador, y por eso se produce lo que se produce, ese ‘in crescendo’ en todo». Enumera algunas de las acciones más dramáticas de ETA y las vincula con procesos de negociación o tregua: «Después del atentado de Hipercor, el más sangriento en la historia de ETA, fue cuando movieron a la representación de ETA desde Ecuador hasta Argelia para comenzar las llamadas conversaciones de Argel, y eso es probablemente recibido en el seno de ETA como una victoria. Se rompe Argel y lo que vino inmediatamente es el atentado contra todos los cargos electos de HB que iban a Madrid», explica en referencia al asesinato del diputado Josu Muguruza.
La historia de ETA demuestra que después de situaciones llevadas al límite hay consecuencias políticas
Esa tensión violenta tuvo un punto de inflexión con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. «Va a producir un terremoto no sólo en la izquierda abertzale, sino en todo lo que es el mundo nacionalista, incluso va a afectar al PNV», recuerda. «Ahí se van a dar unos procesos muy fuertes de pugna por la hegemonía política, hasta el punto de que se contrae el mundo vasco porque va a suponer una ofensiva sin precedentes contra todo lo vasco, pero a su vez también va a suponer una especie de reafirmación: los resultados de Ibarretxe son los mejores en la historia del PNV y después se puso en marcha todo el proceso de Lizarra», analiza volviendo a la idea del efecto cohesionador que tuvo la violencia. «En esa dinámica casi perversa la historia de ETA demuestra que después de situaciones llevadas al límite hay consecuencias políticas. Esto es muy duro decirlo, sobre todo para quien le toca, pero es así, y no sólo aquí, sino en cualquier otra parte del mundo». Sin embargo, eso también tuvo sus efectos: «Hay una evolución en la actividad armada de ETA, de los ataques a políticos de final de los años ’70 a concejales o cargos públicos del PP y del PSOE ya en los años ’90, o los ataques como Hipercor o contra casas cuartel como Vic y Zaragoza, en los que mueren niños». Esa evolución «va a provocar un desgaste en todo lo que es la línea estratégica de lo que es ETA, que como toda organización o todo grupo político ha tenido su transformación y su evolución», comenta, y eso va a tener también sus efectos. «Es una organización clandestina, que cada vez es más clandestina, y sus elementos de análisis no son probablemente los óptimos. Ahí se da un proceso lento que desemboca en las reflexiones de 2008 y 2009, que van a producir todo esto», analiza en referencia al comunicado del cese de la violencia de 2011.
Cambia mucho a efectos de esa construcción del enemigo decir que ya tenía entre sus objetivos, en su esencia, en su origen, la muerte indiscriminada, a pesar de su carácter netamente antifranquista de los primeros años
Esa evolución parte, según Egaña, de una ETA que en sus inicios «contó con simpatías evidentes» en un contexto de represión franquista y cuatro décadas de silencio. «La muerte de Melitón Manzanas fue saludada por todas las organizaciones políticas. Hace poco he encontrado en México incluso alguna documentación en la que el Partido Socialista y el PNV se congratulaban de la muerte del ‘famoso torturador’ con palabras como ‘la justicia por fin llega’ «. Manzanas fue la segunda víctima de ETA, «la primera buscada», en sus palabras. La primera fue el guardia civil José Pardines, abatido a tiros por ‘Txabi’ Etxiebarreta, que también falleció ese día. Iñaki Sarasketa, el otro etarra presente en el tiroteo, calificaría años después aquel asesinato como una mala decisión. El hecho de mantener las acciones armadas tras la Transición y la progresiva ampliación de objetivos hizo que cualquier posible simpatía del inicio acabara esfumándose. De hecho, uno de los caballos de batalla del relato fue ese origen: durante años se tomó a Begoña Urroz, un bebé que murió por un explosivo, como la primera víctima de ETA, y fueron precisamente las investigaciones de Egaña las que hicieron que el Ministerio del Interior acabara atribuyendo aquel atentado de forma oficial al DRIL y no a ETA. «Cambia mucho a efectos de esa construcción del enemigo decir que ya tenía entre sus objetivos, en su esencia, en su origen, la muerte indiscriminada, a pesar de su carácter netamente antifranquista de los primeros años, que luego no lo fue. En el caso de Begoña Urroz es evidente que ha habido una manipulación del relato», afirma.
Ese relato, esa construcción del enemigo «casi con términos bélicos», ha sido otro de los frentes de estos años. «Se ha construido el enemigo a imagen y semejanza de como deseaba el Estado, utilizando códigos muy viejos, casi con rabos y cuernos», ironiza, y recuerda cómo se señaló a ETA en los atentados del 11M. «No me refiero al pueblo español, sino al Gobierno del Estado español», matiza. «Desde el otro lado también se ha construido un enemigo utilizando los viejos mitos con los que se acuñaba lo que era el Estado español, y esos mitos también han sido los tradicionales, casi también con cuernos y rabos», explica. «El mayor error en el que ha podido incurrir este sector es el considerar que España era monolítica en ese sentido, confundir lo que son los aparatos del Estado con lo que es España en su conjunto».
Es un conflicto muy matizado por la información, y en cierta medida me recuerda a lo que es la propaganda de conflictos bélicos abiertos, lo cual nos lleva a la falta de credibilidad, y eso afecta a la construcción del relato
En esa línea habla del «enorme poder que tiene un Estado» para esa construcción, que se ha hecho a su juicio «defendiendo los intereses emotivos, estratégicos, políticos, sociales del Estado, y para eso las herramientas han sido de todo tipo, desde los medios de comunicación hasta el uso de los fondos reservados». «Es un conflicto muy matizado por la información», comenta, «y en cierta medida me recuerda a lo que es la propaganda de conflictos bélicos abiertos, lo cual nos lleva a la falta de credibilidad, y eso afecta a la construcción del relato». Las élites, como las califica, «conocen perfectamente el escenario, qué se mueve, qué agentes o qué grupos policiales o parapoliciales actúan, qué actividad y qué estrategia se ha llevado». Habla en ese punto de «una actividad política ilegítima, con hechos como torturas, ejecuciones extrajudiciales e impunidad. Sobre todo impunidad».
Sólo hay reconocimiento de una de las partes, y eso ha llevado a la construcción de un relato monolítico: no ha existido ninguna violación de los derechos humanos, excepto la que ha provocado ETA
Uno de los miembros de la asociación que preside Egaña es el histórico de ETA José Manuel Pagoaga Gallastegui ‘Peixoto’, uno de los líderes del aparato militar en las últimas fases del franquismo, que quedó prácticamente ciego tras sufrir un atentado por parte de un grupo de ultraderecha a finales de 1979 en la puerta de su casa en la localidad francesa de San Juan de Luz. A causa de su invalidez Francia le dio refugio, pero en España le negaron la declaración de víctima del terrorismo en 2008. «Eso también tiene que ver con las élites y la manipulación del mensaje: se reconoce como víctimas exclusivamente a los muertos que ha podido causar ETA en sus ramas, los Comandos Autónomos o el DRIL, y el resto no existe. Tiene que ver con la construcción de un solo relato, cuando hay varios», afirma. «Por tanto no hay víctimas del Batallón Vasco Español, no hay víctimas de lo que el PSOE en su tiempo llamaba ‘abusos policiales’… Incluso el Gobierno vasco ha dado un paso atrás muy evidente en este sentido: ya no habla de ‘víctimas de abusos policiales’, sino de ‘víctimas de la lucha contraterrorista’, lo cual no tiene ni pies ni cabeza. Muchas de estas víctimas no tienen nada que ver con lo que era la lucha contraterrorista, por la que podemos entender la actividad de los grupos paramilitares, como el Batallón Vasco Español, pero un matrimonio que después de venir de una sidrería se para a hacer sus necesidades en una esquina de la autopista y es ametrallado por la Guardia Civil porque no han visto el control, evidentemente no tiene nada que ver con la lucha contraterrorista. Y de esos muertos ha habido unos cuantos. O alguien que está en una ventana viendo cómo pasa una manifestación y le pegan un tiro. Sólo hay reconocimiento de una de las partes, y eso ha llevado a la construcción de un relato monolítico: no ha existido ninguna violación de los derechos humanos, excepto la que ha provocado ETA, que es evidente», sostiene. «Habría que hablar muy sosegadamente, sin vehemencia, del concepto de víctimas», reclama, calificando de «paso atrás» el cierre de la oficina de las víctimas del franquismo en Madrid o «la decisión de retirar absolutamente todas las subvenciones a los grupos que trabajaban en los temas de memoria histórica». En su opinión es algo que se ha hecho «para negar absolutamente la existencia de víctimas del Estado. Han metido en el saco a todo el mundo, y en ese saco puede estar una persona como ‘Peixoto’, que en su tiempo, en los últimos años del franquismo, fue militante de ETA y por eso se refugió en Ipar Euskal Herria, pero también hay muertos en manifestaciones o en controles. El Estado lo que ha dicho es que todos son etarras, aunque es evidente que es mentira».
La propia ETA tenía fecha de caducidad desde el primer día en que nació, y así lo han dicho repetidamente
Y a pesar de toda esa situación enquistada, al final la violencia de ETA vivió su final. Su caducidad prevista, en el análisis de Egaña, que enmarca la explicación de motivos en una decisión estratégica. «Alguno de estos agentes se habían convertido casi en sujeto en su actividad política», dice en referencia a ETA. El Estado la había convertido «en sujeto del escenario político. Ese contencioso estaba muy focalizado en ETA y es evidente que si la izquierda abertzale buscaba una salida todo ese proyecto político se podía ver frenado» precisamente por la «neutralización» que suponía que ETA estuviera en el centro de la escena cuando, en su análisis, el sujeto político debía ser el pueblo vasco. «Ha habido un cambio estratégico impensable hace diez años, impensable por las dinámicas que se iban a producir», aunque sí ve en el pasado «algunos indicios para ese cambio». Habla también como motivo de ese cambio «la propia evolución de la sociedad vasca, que no es la misma en 2010 que la de 2000, ni la de 1980, ni la de 1960. La propia ETA tenía fecha de caducidad desde el primer día en que nació, y así lo han dicho repetidamente».
Va a haber por lo menos, un intento de una parte del pueblo vasco de avanzar en una línea unilateral
«Ahora estamos en un momento clave de la historia», afirma, tanto en lo internacional, con un cambio «de un mundo unipolar a un mundo multipolar», en referencia a la pérdida de poderío de EEUU, como en «la cercanía», con lo que define como una situación «a las puertas de un gran cambio en el Estado español». Ve la situación vasca en un ‘impasse’ ante lo que augura como «la primera Transición del País Vasco», un proceso que, en su opinión, allí no se vivió a tiempo porque la transición «fue española, con algunos matices». Y en ese proceso augura movimientos: «En el futuro es probable que sea un proceso unilateral, lo cual llevará, al ser no negociado y no consensuado, a tener altibajos y picos extraordinarios de presiones y de amenazas de todo tipo», aventura. «Sería deseable que acabase con un acuerdo para todos satisfactorio, con el reconocimiento de derechos históricos y democráticos, profundizando en la construcción de una nueva sociedad, en fin, todo eso a lo que aspiramos todos, una sociedad más justa. Pero parece que no va a acabar así mientras las hegemonías políticas y económicas sean las que son. Parece que va a acabar de otra manera, que va a haber por lo menos, un intento de una parte del pueblo vasco de avanzar en una línea unilateral, como han hecho otra serie de pueblos en procesos anteriores y que no va a haber un referéndum como ha habido en Escocia o como ha habido en Quebec. Pero todo eso se puede romper de la noche a la mañana por el cambio de hegemonías», augura. Pone el ejemplo del proceso soberanista catalán, donde «las presiones han sido muy fuertes» a pesar de que, a diferencia de en el País Vasco, «no ha existido el uso político de la violencia, excepto en una época muy concreta y de una manera muy marginal» por parte de Terra Lliure.
De nuevo se muestra reacio a hacer previsiones respecto a ese proceso. «Hablar de cómo será en un futuro cercano es hacer ciencia ficción porque depende mucho de las hegemonías políticas y de los pesos específicos, incluso electorales, dentro del Estado español», aunque sí concede el decir que hay «puertas abiertas, pero tampoco de una manera espectacular como pensaba la izquierda abertzale». En su análisis, como consecuencia y no causa del conflicto, con ETA se va una parte de la violencia, «pero es evidente que no toda. En la medida en la que ETA desaparece la reflexión es que acerca esa situación; luego que sea verdad o que no sea verdad…».