Fernando Simón (Fuente: Wikimedia Commons)
Fernando Simón (Fuente: Wikimedia Commons)

El auge del brillante secundario: protagonistas inesperados en mitad de la tormenta

En los últimos años han emergido personajes desconocidos para la opinión pública como rostros conocidos ante una emergencia. Sucedió con Trapero con los atentados de Barcelona hace unos años, y ahora sucede con Fernando Simón y la pandemia.

 

Fernando Simón lleva ocho años dirigiendo el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, pero hasta hace poco más de un mes era un completo desconocido. Podría pensarse que es que antes del estallido del coronavirus nuestro país no había vivido emergencias sanitarias de importancia como para que se le conociera, pero nada más lejos de la realidad: en 2014, cuando el ébola llegó a España él ya estaba ahí.

Es cierto que la incidencia del coronavirus nada tiene que ver con la que tuvo el ébola, que a pesar de ser mucho más letal apenas supuso el contagio de una auxiliar de enfermería en nuestro país, Teresa Romero. Sin embargo en aquel lejano otoño de 2014 la irrupción del ébola supuso una importante crisis política. La gestión del asunto debilitó a la ministra Ana Mato, que acabaría dimitiendo en cuanto su marido se vio salpicado por el ‘caso Gürtel’. Poco después se cobró el cargo del controvertido consejero de Sanidad madrileño Javier Rodríguez. Simón era el portavoz del operativo, pero la gestión la capitalizaron los representantes políticos y salieron escaldados. Él pasó desapercibido.

Aún es pronto para saber cuál será el impacto de la gestión política de la crisis del coronavirus. Pero si hay alguien sobreexpuesto en medio de la tormenta es sin duda Simón, que ha comparecido cada día para dar cuenta de los últimos datos. Su notoriedad ha llegado a tal punto que, pese a confirmarse su positivo por el virus y tener permanecer en cuarentena en su casa, sigue participando telemáticamente en las ruedas de prensa.

El epidemiólogo se ha convertido en la aplaudida cara de la crisis, y lo ha hecho sin ser un representante político… o quizá precisamente por eso mismo. Baste ver la variación de búsquedas con su nombre en los últimos tiempos para darse cuenta de su explosiva irrupción de cara a la opinión pública, y la enorme diferencia respecto a cuando trató la crisis del ébola.

El caso de Simón no es único. De hecho, empieza a ser frecuente el que el protagonista secundario acabe siendo el ‘vencedor’ en la batalla de la imagen. A salvo de la pelea ideológica, los perfiles independientes y técnicos suelen ser más exitosos a la hora de granjearse el favor de los ciudadanos, que interpretan sus mensajes con una predisposición más favorable de la que tendrían si lo mismo lo dijera el representante político de turno.

Bolaños el mediador, Trapero el cazaterroristas

Algo similar, aunque con matiz distinto, sucedió con Félix Bolaños, secretario general de la presidencia del Gobierno desde 2018. Él fue el encargado de mediar con la familia Franco durante la exhumación del dictador, siendo el único al que no descalificaron aunque viniera de parte del Gobierno y siendo como era el encargado de recibirles en el Valle de los Caídos antes de la tensa ceremonia.

Tanto es así que contaban los mentideros políticos que en el trayecto en helicóptero con el féretro sólo él fue capaz de romper el hielo, dada la tensión que había con la ministra de Justicia Dolores Delgado, presente en todo momento en un discreto segundo plano para no herir sensibilidades. Incluso llegó a encomendarse a él Francis Franco cuando los agentes quitaron sus teléfonos móviles a los familiares a la entrada de Mingorrubio.

El caso de Bolaños es quizá más significativo dado que él sí actúa en calidad de político, en su caso militante socialista, a pesar de que algunos lo tomen como un ‘número dos’ técnico de Iván Redondo. En su caso, eso sí, su perfil ha sido menos explosivo que el de Simón.

Su destacada capacidad de mediación incluso en un trance tan complicado como la exhumación del dictador hizo que Pedro Sánchez volviera a recurrir a él para otra cuestión espinosa: la negociación del primer Ejecutivo de coalición de nuestra democracia con Podemos. Él fue incluso quien terminó de preparar el atril el día de la comparecencia en que se anunció el acuerdo.

La excepcionalidad del caso de Bolaños se entiende mejor si se compara con otro ilustre secundario que, en su caso, acabó cayendo en desgracia precisamente por su implicación política. Se trata de quien fuera ‘major’ de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero, un carismático portavoz durante la operación que acabó con el desmantelamiento de la célula yihadista que atentó en Barcelona en 2017 que pasó a estar en el ojo del huracán por su implicación con el referéndum independentista catalán.

Así las cosas es Fernando Simón y no Salvador Illa, ministro de Sanidad, quien capitaliza el mérito del operativo ante la opinión pública, igual que fueron Félix Bolaños y Josep Lluís Trapero y no los titulares gubernamentales Dolores Delgado o Miquel Buch, conseller del Interior, los reconocidos por la ciudadanía. En momentos de crisis siempre se reverdece el debate: ¿es mejor que lidere la comunicación un político con capacidad de gestión o un técnico con conocimiento del asunto? En lo que a imagen pública se refiere parece que hay pocas dudas.