Santiago Abascal y Manuela Carmena (Autor: Ignacio Martín para Yorokobu)
Santiago Abascal y Manuela Carmena (Autor: Ignacio Martín para Yorokobu)

En la pasarela política el verde no solo combina con el ecologismo

✏️ Ilustraciones de Ignacio Martín | 📄 Artículo publicado en formato digital y papel

«Esta bolsa es verde», reza una bolsa reutilizable de un supermercado local. El problema es que, en realidad, es de color naranja, y de hecho hasta tiene una naranja dibujada para remarcarlo más. Es, claro, una metáfora para decir que es una bolsa ecológica, por aquello de evitar el plástico de un solo uso.

La asociación más directa con el verde es siempre la naturaleza. El color de la vegetación, de las verduras (de ahí la etimología), del medio ambiente y, por extensión, de todo lo ecológico y sostenible. Pero en política las palabras son siempre polisémicas, y también las ideas que se asocian a ellas.

«Es el color de la vida y de la salud; de la fertilidad y de la frescura; de la juventud y de la esperanza», afirma José Gil-Nogués, autor de la identidad visual de Vox. No es una formación que destaque por una visión ambientalista de la realidad, pero, en su opinión, sí con otras lecturas del color. Habla, por ejemplo, de «valentía», «compromiso» y «audacia».

Aunque confiesa que la elección, en primera instancia, no fue por su significado. «Escogí el verde por dos razones: una práctica y otra de fondo… y en ese orden», explica. La razón práctica es sencilla: era un color que ninguna fuerza nacional había adoptado todavía. Solo contando a las formaciones nacionales estaban cogidos el rojo, el azul, el morado, el magenta y el naranja. Y, para identificar, un color debe primero ayudar a distinguir del resto de contendientes.

La vinculación con la identidad es difícil de romper. Es cierto que los partidos han ido retocando sus logotipos con el paso del tiempo, pero en muy contados casos han variado los colores. El PP lo intentó en su día, abandonando el azul y abrazando el naranja, para volver rápidamente a sus orígenes, aunque en un tono algo más claro. Solo han funcionado las fórmulas destinadas a simplificar el color, como hiciera IU hace años (pasando del rojo, verde y negro a solo rojo y blanco) o Podemos en sus inicios (pasando de morado y verde a solo morado).

Imagen promocional de Vox (Fuente: José Gil-Nogués)
Imagen promocional de Vox (Fuente: José Gil-Nogués)

Sin verde en el debate nacional

Imagen promocional de Más Madrid (Fuente: Quim Marín)

Pero una elección de color no puede basarse solo en esa «razón práctica» de elegir por eliminación para diferenciarse. Los colores no son inocuos, sino que aportan significados, y ahí entra una segunda motivación, «de fondo», en palabras de Gil-Nogués. «Aunque el color tiene propiedades inherentes que hacen que produzca similares efectos universales en las personas, cada color puede provocar reacciones infinitas, como infinitos son los sentimientos de cada ser humano», explica.

«El verde es, ante todo, esperanza, y también aúna todos los valores ecologistas», explica Quim Marín, responsable del ‘branding’ original de Más Madrid, que sirvió de base para el de Más País en su salto nacional, aunque el desarrollo no fuera suyo. «Lo que importa realmente no es el color, es el tono», concreta. Porque sí, Vox y Más Madrid usan el mismo color, pero no el mismo tono, lo cual compara también con los discursos políticos de ambas formaciones.

«La identidad no es solo un color, es un ecosistema donde conviven diferentes elementos». En el caso de Más Madrid, explica, pretendían buscar una paleta de colores amplia «permitiendo realizar diferentes combinaciones y contrastes, creando diversidad», en línea con la idea original de la formación de amalgamar diferentes sentimientos a la izquierda del PSOE.

Imagen promocional de Más Madrid (Fuente: Quim Marín)

Así, mismo color pero distinto tono equivale a distintos significados. «El rojo es pasión, energía…;  el granate es la misma gama cromática, pero no tiene ninguno de esos valores, todo lo contrario», sintetiza. Y luego vienen las mezclas con otros colores, que cambian aún más la percepción. «El rojo combinado con negro es algo que viene de Transilvania a chuparte la sangre, mientras que el rojo combinado con rosa puede ser la imagen de un festival de la Costa Levantina», ironiza. 

Igual que existen teorías acerca de los efectos psicológicos del color, en política se tienden a asociar los colores a ciertas ideas, pero no siempre de forma universal. Así, el rojo suele ser para los progresistas, salvo en EEUU, donde es el color de los republicanos. El azul suele ser para los conservadores, salvo en Alemania, donde usan el negro. El amarillo suele ser para los liberales, aunque en España prefirieron apostar por un naranja, que es cítrico pero de otro tipo.

¿Qué significa el verde en política, además del ecologismo? Depende del país. En el mundo musulmán el verde es el color del islam, y por eso es también el color nacional en países como Argelia y Pakistán. En otros, como Irlanda, el verde es también una enseña patria, aunque en este caso por el paisaje y la tradición. Incluso es el color de regiones que quieren ser naciones, como Padania, la próspera zona norte de Italia para la que la Liga Norte pedía la independencia antes de convertirse en una fuerza con vocación nacional.

Dos verdes de tono (e ideología) muy distintos

La apuesta cromática, por tanto, tiene que ver con ideas, pero también con cuestiones culturales y hasta motivaciones religiosas. Incluso con motivos más peregrinos: en España, un partido eligió como color uno que casualmente compartía nombre con su candidata y líder.

La transmisión de ideas y valores es, en cualquier caso, subjetiva y siempre condicionada al contexto y la cultura. Por eso la política española ha encajado sin esfuerzo que el verde es de Vox, que ni es ecologista, ni es musulmán ni es separatista. Y que convive con otro partido que usa el verde, como es Más Madrid -de tono más turquesa en su expresión nacional Más País-. Vox sí defiende la identidad nacional, pero en el caso de nuestro país esa idea no se identifica precisamente con ese color, como sí hacen, por ejemplo, los partidos nacionalistas vascos, con los que poco tienen que ver los de Santiago Abascal.

Ilustración de Ignacio Martín para Yorokobu

El verde, en este caso, puede asociarse a otros referentes quizá más concretos, como lo militar (que viste así por el camuflaje, volviendo a la naturaleza), el dinero (como idea de generación de riqueza) o a la vida (como visión moral y de la familia). Según otros análisis, el verde puede evocar también cambio, como partido de reciente creación, o, por el contrario, estabilidad, algo asociado a lo conservador. 

«El color ‘verde Vox’ actúa psicológicamente como elemento unificador de ideas y sentimientos y fortalece los vínculos entre sus seguidores», considera Gil-Nogués. «Los partidos de derecha rehúyen usar el color rojo por su simbología comunista, y no, por tanto, por psicología», explica Marín. «En cambio, la izquierda es mucho más flexible en la elección del color, así que diría que no es tanto psicología, sino propaganda», concluye.

España es en los últimos años una máquina de crear escisiones y partidos políticos, así que igual hay que ir preparando la rueda cromática para el próximo. Y ante tal escenario habría que elegir entre los colores que quedan libres. Teniendo en cuenta que en política el negro puede generar rechazo, el blanco da poco juego y el gris puede parecer anodino, solo quedaría una opción entre todos los colores primarios y secundarios. Si estás pensando en constituir un partido, apuesta por el amarillo. Ya solo falta buscar el nombre.