El meme de los tres Spiderman (Fuente: Giphy)
El meme de los tres Spiderman (Fuente: Giphy)

🫵🏻 No eres tú, ni tú, soy yo

Siete años después, esta semana hemos tenido debate sobre el estado de la nación. La cosa ha dado mucho de sí: que si giro a la izquierda, que si frenazo al triunfalismo de la oposición, que si parece que la vida institucional vuelve a la normalidad tras las turbulencias… Pero siguiendo el hilo del último boletín, vamos a ir por otro lado: ¿de verdad lo que se vio en el Congreso tiene algo que ver con el mundo real y con las personas humanas que lo habitamos?

Al lío 👇🏻

🤘🏻 Punto uno: infidelidades

La vida política es la historia de un triángulo amoroso más o menos bien avenido hasta que a alguno le da un ataque de cuernos. En un extremo están los políticos, en el otro los ciudadanos y entre unos y otros, los medios. Vale, es un triángulo muy obtuso, pero triángulo al fin y al cabo. 

Los medios habían sido siempre punto de paso imprescindible para que los políticos llegaran a la ciudadanía. Al menos hasta que llegó internet y todas esas cosas de las que hablamos en la última carta. Sin embargo, y aunque su papel ya no es tan importante como era, los políticos les siguen necesitando. Y mucho. 

Por eso en estas semanas hemos vivido el enésimo capítulo de un género que, por repetido, nunca deja de sorprender: medios que transmiten un argumentario político concreto para perjudicar a los rivales de alguien (quien sea, en función de la ideología de cada cual). Resulta que las informaciones de prestigiosos periodistas de investigación sobre supuestas irregularidades contables en Podemos eran falsas. Igual que las supuestas irregularidades que los mismos prestigiosos periodistas de investigación veían en los albores del ‘procés’. Como aquel titular con la supuesta cuenta de Xavier Trias en Andorra.

En todo esto hay varios puntos sorprendentes. Primero, que algunos periodistas sigan aparentando ser prestigiosos a estas alturas. Segundo, que en Podemos han aprovechado esto -que ya tenían más que amortizado- para cargar contra su propia versión del ‘fuego amigo’. A saber, Antonio García Ferreras en particular y La Sexta en general habrían difundido esas informaciones interesadas a sabiendas de que eran falsas. 

Ni que decir tiene que en el auge de Podemos en 2014 fue imprescindible la visibilidad que les dio La Sexta. Y por eso parece que el enfado de Pablo Iglesias tiene más que ver con quién se la ha jugado que con el juego en sí: podía esperarse la infidelidad de los otros, pero no de los suyos. Pero es justo eso lo que tienen las infidelidades, y por eso duelen tanto.

En ese triángulo la relación más apasionada ha sido siempre la que hay entre medios y políticos, aunque cuando les convenga a los primeros intenten marcar distancias en aras de la objetividad. Los ciudadanos, ya imaginarás, son los invitados a la fiesta del amor una vez por convocatoria electoral (o estudio de audiencia, que para el caso es lo mismo).

¿Poco amor y mucho interés? Es lo que hay. Tampoco debería sorprendernos que la ciudadanía sea ‘el otro’ en la relación. A fin de cuentas, abundan los políticos que quieren influir en medios y también los periodistas que quieren poner y quitar políticos. Es algo que intentó Pedro J. Ramírez con denodada entrega con sus teorías acerca del 11M durante años. Y es algo que también intentó, y reconoció públicamente además, Antonio Caño en El País.

La lista podría seguir si recordamos pasajes como el de Susana Díaz en el PSOE o Pablo Casado en el PP, pero creo que basta para hacernos una idea de cómo va el kamasutra amatorio de unos y otros.

Es un chascarrillo malo que ya usé, pero siempre digo que más que el cuarto poder, los medios son el cuarto querer y no poder. Porque al final son muchas más las ocasiones en las que los políticos manejan sus hilos y deciden sus destinos que al revés. No es que los medios tengan como función manejar a los políticos, pero al menos sí deberían intentar que les utilizaran menos y les respetaran más. Al final, como en toda relación, unos sacan mucha tajada, otros están siempre al quite de las necesidades del otro… y en este caso hay un tercero al que sólo hacen caso cuando necesitan. Ay, el amor, qué cosa tan cruel.

📺 Punto dos: aló, candidato

¿Y todo esto de Antonio Ferreras por qué importa tanto a estas alturas si Pablo Iglesias ya no está en política? Porque ahora está en los medios. Pero no como candidato, sino como si fuera periodista. Él mismo lo contaba con sorna en la campaña de promoción al dejar la vicepresidencia del Gobierno y estrellarse en las elecciones de la Comunidad de Madrid: iba a abrir “un puto podcast” (literal) en el diario Público, donde hay más amigos que fuego.

Desde el micrófono ha ido ofreciendo sus visiones de forma elocuente, y también se ha enzarzado con medios y periodistas. Por ejemplo, con Lucía Méndez de El Mundo o con Antonio Maestre de La Marea. Pero no lo ha hecho sólo en su programa, sino también en sus columnas y colaboraciones con otros medios, como pasó con Vicente Vallés desde Gara o ahora con Antonio García Ferreras desde Ctxt. Medios y política comparten cama, pero parece que ataduras (ideológicas) hay pocas.

La lógica es sencilla: si hay periodistas que hacen política, ¿por qué no puede haber expolíticos haciendo periodismo? La respuesta es, si cabe, más sencilla: posiblemente una y otra cosa sean política, pero desde luego no son periodismo. O no el que debería hacerse. Eso sí, tampoco debería escandalizar que si hay periodistas que se pasan la vida hablando de políticos, haya políticos que se pasen la vida hablando de periodistas. El roce, ya sabes.

De hecho no es Pablo Iglesias el único político con un programa propio (conviene recordar que ya experimentó con ‘La Tuerka’ antes de llegar al Gobierno). Hay otros, estando además en activo, que se lanzan a hacer entrevistas con distintas personalidades, metiéndose en el rol de periodista. Como esas parejas que comparten el fetiche de vestirse con la ropa del otro, para entendernos.

El diputado de Compromís Joan Baldoví lanzó tiempo atrás un programa de entrevistas llamado ‘En Confiança’ (creo que no hace falta traducir del valenciano), que cuenta también con sus perfiles de Twitter, Instagram y Facebook como si de un medio cualquiera se tratara.

Antes que él ya estaba Gabriel Rufián con su ‘La Fábrica’, que como en el caso del programa de Baldoví también tiene su Twitter, su Instagram y su Facebook para seguir las entrevistas del diputado. 

⏳ Punto tres: y mientras…

¿Y qué tiene esto que ver con el debate sobre el estado de la nación? En realidad, bastante. La cita dura tres días, pero todo el pescado está vendido el primer día, cuando habla el presidente y le responde el líder de la oposición. O, mejor dicho, cuando el presidente lanza sus medidas estrella aprovechando la atención mediática mientras el líder de la oposición está en la bancada de invitados sin poder hablar porque no es diputado y en su lugar coloca a su portavoz.

¿Qué pasó durante los siguientes días? Poco. Bueno, en realidad mucho, pero la atención de los medios ya no estaba ahí. Y, al parecer, muchos diputados tampoco. Para dimensionarlo basten dos ejemplos, uno a cada lado del espectro ideológico y tú te quedas con el que quieras.

A la izquierda Carlos García Adanero, de Unión del Pueblo Navarro (bueno, uno de los que rompió la disciplina de voto para tumbar la reforma laboral y acabó compuesto, con reforma y sin partido), quejándose de que no hay nadie del Gobierno para escucharle. A la derecha, Julio Valle, diputado del PSOE, mostrando en otro momento del debate las bancadas vacías, en este caso de la oposición.

A la izquierda Carlos García Adanero, de Unión del Pueblo Navarro (bueno, uno de los que rompió la disciplina de voto para tumbar la reforma laboral y acabó compuesto, con reforma y sin partido), quejándose de que no hay nadie del Gobierno para escucharle. A la derecha, Julio del Valle, diputado del PSOE, mostrando en otro momento del debate las bancadas vacías, en este caso de la oposición.

A decir verdad, en el debate sobre el estado de la nación se habló de muchas cosas importantes, y se aprobaron y rechazaron propuestas muy relevantes. Pero los medios se ciñeron, además de en los titulares del paquete de medidas del presidente, a lo de siempre: los envites, los enfrentamientos y las ideas que caben en un tuit. Cada uno orientó el éxito o fracaso de tal o cual candidato en función de su línea ideológica. Y eso, la verdad, tampoco debería ser el periodismo que cabría esperar.

🤔 Uniendo los puntos

¿Es eso el mundo real? Pues quizá sí. A fin de cuentas, los ciudadanos votamos a los políticos que hacen esas cosas y prestamos atención a los medios que se centran en los políticos que hacen esas cosas.

Ya sabes, tenemos a los políticos que nos merecemos, porque a fin de cuenta les votamos. Y tenemos también los medios que merecemos, porque son a los que prestamos atención. En general, tenemos la vida política que tenemos: votamos como somos, y ahora mismo somos un país visceral, enfadado con nosotros mismos y, cada día que pasa, un poco más polarizado.

Y mientras, crece la inquietante sensación de estar en un cambio de ciclo. De haber visto ya varias veces estantes vacíos en el supermercado, de ver que cada día es menos probable que te atiendan pronto y bien en el médico, que alguien te responda en el banco o que puedas hacer la compra sin llevarte un susto. Es verano, nadie piensa en eso, ni en la pandemia, ni en que ahí fuera hay opciones políticas mucho peores agazapadas, esperando su momento. Y que llegará el otoño, y llegará el invierno, y la guerra por el gas y el petróleo seguirá disparando los precios y apretando los suministros. Que el virus no se ha ido. Y que seguimos enfrentados en guerras de camarillas, titulares rimbombantes y argumentarios de hace décadas mientras la enésima crisis asoma por la esquina. A ver si se nos va acabar el amor…

Y, ahora sí, me despido. Descansa si estás de vacaciones y tómatelo con calma si no. Antes de que te lo esperes te escribiré de nuevo 👋🏻