Todos los partidos tienen dos almas. Hay un PP más liberal y antinacionalista, y otro más pragmático y democristiano. Hay una izquierda abertzale más belicosa y callejera, y otra más dispuesta a llevar sus reivindicaciones a las instituciones. Por haber, hay espacio para dos Izquierdas Unidas a favor y en contra de la confluencia, como hubo dos UPyD antes de romperse. Siempre hay visiones enfrentadas que sólo se unen sin fisuras con el pegamento de los buenos resultados electorales.
En el caso del PSOE más que dos almas ahora hay casi dos partidos, no necesariamente situados en torno a una idea o líder, sino más bien a una posición ante lo sucedido: hay un socialismo que veía necesario el ‘golpe’ contra Sánchez, y hay otro que lo ve una injerencia imperdonable. No sólo es Susana Díaz contra Sánchez, ni bases contra aristocracia: es una división profunda entre lo hecho y lo por hacer que sólo el tiempo y un liderazgo sólido y carismático podría revertir.
Será clave hacia qué bando se decanten las personalidades más carismáticas de las confluencias y asociados: Ada Colau, Mónica Oltra o Manuela Carmena
En Podemos la situación no es ni mucho menos tan grave, pero sí es llamativa. Dos de los padres del proyecto se han distanciado, y no esconden sus diferencias, aunque en este caso las hostilidades no son tales -o, en las formas, no lo parecen-. Tienen las de ganar Iglesias, Bescansa y sus fieles, frente a quienes están Errejón o Rita Maestre. Este duelo es una partida táctica que durará mucho tiempo y se dirimirá primaria a primaria -la de Madrid con Ramón Espinar y Rita Maestre ya va creciendo en intensidad-, con algunos factores externos que condicionarán el resultado: uno, el papel de Podemos en el Congreso con un PSOE roto; dos, hacia qué bando se decanten las personalidades más carismáticas de las confluencias y asociados -Ada Colau, Mónica Oltra o Manuela Carmena-.
Es difícil saber qué cauce tomarán las divisiones en los grandes partidos de la izquierda, pero sí hay algo seguro: habrá perdedores. Y ya hay algunos medios que deslizan la improbable posibilidad de que se forme un partido aglutinando derrotas. No anda falta la izquierda de formaciones políticas como para que eso realmente sea factible, pero sí arroja una idea interesante: hay un punto de convergencia entre los previsibles derrotados.
Del lado socialista, Sánchez se ha revelado ahora -seguramente por estrategia- favorable a una aproximación a Podemos, asegurando que no se dio en su día porque se lo impidieron. Además, federaciones como la vasca -de palabra- y especialmente el PSC -de acción- están en el disparadero: visibilizaron su rechazo a Rajoy y, con ello, le llevaron la contraria a la dirección socialista. Hay, por así decirlo, un socialismo descontento con el devenir de las cosas y, además, un socialismo no nacionalista pero tampoco reacio a desbloquear el debate territorial.
Ni tan institucional como el socialismo antiguo ni tan radical como el alma anticapitalista de Podemos; ni tan antinacionalista como el PSOE de las viejas glorias ni tan telecrático como el liderazgo de la nueva política
Al otro lado del Rubicón están los posibles derrotados de Podemos, encabezados por un Errejón al que se ha tildado del más posibilista de su formación. No es sólo por sus declaraciones y tono, mucho más tranquilo y moderado que el de Iglesias, sino también por ser el mascarón de proa de quienes abogaron por llegar a un acuerdo con los socialistas. A su alrededor, muchos líderes que han abogado por acuerdos autonómicos con el PSOE, o que se encuentran más cómodos construyendo frentes comunes.
¿Es, por tanto, posible un acuerdo con gente como Iceta, Puig, Mendia, Errejón, Echenique, Maestre, Colau y Oltra? En forma de partido parece muy improbable, pero en forma de nicho ideológico sí. No habrá una formación como tal, pero sí hay un espacio político. Parece difícil de concebir, dada la constelación de formaciones de izquierda de todo pelaje, pero lo hay: ni tan institucional como el socialismo antiguo ni tan radical como el alma anticapitalista de Podemos; ni tan antinacionalista como el PSOE de las viejas glorias ni tan telecrático como el liderazgo de la nueva política.
España tradicionalmente ha tenido un territorio político cuya conquista era clave, el centro político. Durante muchas legislaturas PP y PSOE han pugnado por hacerse con él y desplazar al rival hasta posiciones más extremas. La crisis, sin embargo, ha desdibujado ese centro, polarizando el debate: ese centro ya no es tan rentable, y está ocupado por el eje Ciudadanos-PSOE sin que acabe de ser suficiente. La prueba es la forma en que las urnas castigaron el fracasado acuerdo de Sánchez y Rivera.
El nuevo nicho a conquistar está más a la izquierda de este PSOE y más a la derecha de Podemos. El lugar en el que la mayoría de la población española dice estar, según el CIS: un centro-izquierda huérfano de izquierda pero asustado con cierta izquierda. Y parece que sólo desde la conquista de ese territorio se podría dar una alternativa al actual dominio del centro-derecha. La cuestión es ver quién cogerá esa bandera.