De un tiempo a esta parte la política se ha vuelto rara. A veces importa más quién queda segundo que quién resulta ganador. Y a veces un partido con mejor resultado está de funeral mientras otro que ha obtenido menos votos celebra su resultado. La clave, como siempre, son las expectativas: puedes ganar, pero si esperabas más acabas sintiéndote perdedor; o puedes perder, pero si consigues sobrevivir a una tormenta acabas celebrando una victoria.
Por eso siempre llueve a gusto de todos. Portavoces inquebrantables y votantes convencidos encontrarán el argumento o la estadística que haga más digerible una derrota, mientras que los críticos más acérrimos y los tertulianos más radicales siempre verán un ‘pero’ a una victoria incontestable. Es lo que tiene que la política no sea una ciencia exacta.
Así las cosas, es posible hacer una crónica electoral salomónica en la que todos los partidos tengan motivos para celebrar y para lamentar. Vaya por delante el argumento estrella que vale para justificar una cosa y la contraria: en las elecciones autonómicas se sacan interpretaciones nacionales, pero la gente no vota igual.
Partido Popular
Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo se repartieron el trabajo: el presidente del Gobierno a los pueblos, donde siempre triunfa, y el gallego a las ciudades. El objetivo era mantener la mayoría absoluta y lo ha conseguido, incluso ampliando aún más su ventaja mientras los partidos de la izquierda compiten entre ellos. La victoria da tranquilidad a Rajoy de cara a sus rivales en Madrid… pero no respecto a sus rivales internos: Feijóo emerge como el gran candidato a destronarle si no consigue ser investido.
Mientras, en el País Vasco, el PP se ha convertido en una formación prácticamente residual: ha perdido un escaño más y es ya la última del Parlamento. Pese a ello, en la sede de Vitoria estaban de celebración por no haber caído más. Siendo que Ciudadanos no ha conseguido ni entrar en el Parlamento la alegría parece complicada de entender.
Partido Socialista
El PSOE tenía como objetivo fundamental impedir el ‘sorpasso’ en Galicia y en un segundo paso casi irreal, encabezar una hipotética alternativa de izquierdas por si Feijóo no conseguía la mayoría absoluta. Ni una, ni otra: el PSOE, que llegó a gobernar Galicia, es ya tercera fuerza del Parlamento y tiene casi un tercio de los escaños del PP.
En Euskadi la cosa se antojaba más complicada: Podemos era inalcanzable para ellos, y sólo les quedaba intentar guardar la ropa y desear que el PNV les necesitara para gobernar juntos y, de paso, rascar una contrapartida en el Congreso. A falta del voto por correo al menos han logrado uno de sus objetivos, aun perdiendo un tercio de sus escaños en uno de los peores resultados jamás cosechados. Eso sí, está por ver que apoyar al PNV en Euskadi les garantice el apoyo de ellos en Madrid: el PP se ha preocupado de permitir que los jetzales tengan grupos parlamentarios propios y hasta puesto en la mesa del Senado, quién sabe si a cambio justamente de que no se decanten por apoyar una hipotética investidura socialista.
Podemos
En Galicia el objetivo era el ‘sorpasso’ y lo han conseguido, aunque por la mínima: serán líderes de la oposición a un incontestable Feijóo con mayoría absoluta. Eso sí, en las plazas urbanas en las que las confluencias de izquierda lograron ganar hace poco más de un año ha habido un vuelco hacia el PP.
En Euskadi el resultado era un misterio: en las generales fueron primera fuerza, desplazando a PNV y EH Bildu, y estaba por ver si conseguían mantener el pulso y derrotar al menos a la izquierda abertzale. La respuesta es que no: existe un voto nacionalista moderado que vota práctico, dando su apoyo a Podemos en las elecciones generales (a fin de cuentas, apoyan la celebración del referéndum) y a los nacionalistas en las autonómicas. Siempre el caballo ganador, que en esta ocasión en Euskadi no ha sido Podemos.
Ciudadanos
Se da la extraña paradoja de que los partidos que combaten el nacionalismo periférico suelen obtener malos resultados en las regiones periféricas. Le sucedía a UPyD, que nunca logró rascar bola en Cataluña -donde Ciudadanos ya tenía presencia- y que sólo consiguió un diputado en Euskadi -aunque su equipo fundacional era eminentemente vasco-, y le pasa a Ciudadanos ahora. Con la excepción de Cataluña, donde ahora mismo son líderes de la oposición -pero sólo porque los dos partidos mayoritarios acudieron unidos a las elecciones-, Ciudadanos no ha tenido predicamento alguno en Galicia y Euskadi.
En el caso gallego parece consecuencia del franco dominio del PP, que no deja hueco posible para una alternativa que los votantes no perciben como tan diferente. En Euskadi resulta aún más llamativo, ya que no han conseguido ni hacerse con el escaño que UPyD había tenido durante los últimos ocho años. La buena noticia es que, aun sin estas dos autonomías, han logrado presencia en doce regiones, algo nada despreciable para una fuerza que lleva tan poco tiempo operando a nivel nacional.
Partido Nacionalista Vasco
El PNV ha vuelto a ganar, y además sube dos escaños. Iñigo Urkullu será lehendakari, quizá no en primera votación, pero sí en segunda. La composición parlamentaria vasca da para pocas sorpresas, y este PNV no provoca reacciones en bloque como la de Redondo y Mayor Oreja. Amplía diferencias, además, con EH Bildu, que pierde cuatro escaños, y puede elegir -si quiere, si no tampoco lo necesita- compañero de gobierno.
En el lado negativo está que ha perdido, y seguramente para siempre, la capacidad de articular mayorías absolutas aplastantes. PSOE y PP son ya casi irrelevantes, pero la pujanza de la izquierda abertzale desde su vuelta a las elecciones y de Podemos, un actor inesperado en la política vasca, hace que el PNV sea hegemónico como siempre, pero no absoluto como antes. Su posición le permitirá qué tipo de gobierno quiere y quizá -ahora no, pero en el futuro- llegue un momento en que apueste por un eje nacionalista.
EH Bildu
Decía un comentarista político en la radio que los buenos resultados de EH Bildu -que pierde dos escaños pero evita el ‘sorpasso’ de Podemos- evidenciaba que Arnaldo Otegi era prescindible. Más bien al contrario: cabe la duda de si habrían mantenido el tipo tan bien si la decisión judicial de impedir que Otegi fuera el candidato no hubiera hecho despertar cierto voto solidario de sus bases.
En cualquier caso, EH Bildu será líder de la oposición. Pierden mucho terreno (seis escaños) respecto al PNV comparado con cómo quedaron en las últimas elecciones vascas, pero conjuran los dos reveses de las elecciones generales. Parece confirmarse que el voto nacionalista moderado de izquierdas va a Podemos en las generales y a EH Bildu en las autonómicas. Y siendo que a ellos sólo les importan las elecciones vascas no parece un mal arreglo.
Bloque Nacionalista Gallego
Los partidos tradicionales siempre gozan de cierta inercia: incluso cuando todo parece ir en contra, asolados por la corrupción o por la gestión de la crisis, el PP sigue ganando y el PSOE sigue por delante de Podemos. Con el BNG en Galicia pasa lo mismo: caen, pero siguen vivos.
Su papeleta no era nada fácil. Al golpe moral de perder a Xosé Manuel Beiras hace cuatro años había que añadir que luchaban contra todos: su rival ya no era sólo el PSOE, sino también ese maremágnum de fuerzas políticas y sociales en torno a Podemos, tripulado por el propio Beiras, y que amenazaba con izar la bandera del nuevo nacionalismo gallego. Por suerte para ellos, en paralelo al ascenso de las Mareas ha llegado la debacle socialista, sus antiguos socios, por lo que han podido competir. Al final, el BNG sigue existiendo. Residual, pero existiendo.