De la supuesta crisis en el PP se lleva hablando en los mentideros políticos desde que José Luis Rodríguez Zapatero derrotó por segunda vez a Mariano Rajoy en las urnas, hace de eso ya diez años. Sin embargo, contra viento, marea y predicciones erradas, el ahora presidente del Gobierno ha ido sobreviviendo una a una a todas sus supuestas amenazas.
De hecho, Rajoy ha tenido que hacer frente a casi más problemas internos que externos. Y eso, en una organización tan poco dada a visibilizar divisiones y discrepancias como el PP, ha sido quizá la gran oposición a su presidencia. La única, en realidad. Y ahora se le juntan varios frentes abiertos.
Una vez más, los mentideros vuelven a bullir con el run-run de que, esta vez sí, la sensación de cambio de ciclo es definitiva. Pero también se dijo cuando aquella dolorosa derrota electoral y el trago del congreso del partido en Castellón. Se repitió cuando los datos del paro empeoraban, ya bajo su presidencia. Se insistió en ello cuando empezaron a explotar los casos de corrupción, cuando se cernió la amenaza de rescate sobre nuestra economía y cuando Ciudadanos irrumpió en escena. Y Rajoy siempre ha sobrevivido.
La novedad ahora es que se da una conjunción de elementos que hacen pensar que esta vez el tiempo de Rajoy al frente de su formación, y por tanto de su partido, tocan a su fin. Que se impone un movimiento en la organización, una muda de piel, para mantenerse en el poder. Por primera vez, al menos de forma notoria, se organizan debates y se visibilizan opiniones críticas con la situación. Parece que la enfermedad va a acabar por hacerse visible, y varios síntomas apuntan en esa dirección.
Primer síntoma: el desaire de los críticos
En todos los partidos hay divisiones que terminan con derrotas traumáticas. Le pasa al PSOE cada cierto tiempo, le ha sucedido ya a Podemos en su breve recorrido y le ha pasado a otras formaciones históricas que han acabado escindiéndose -como el PNV o CiU- o desapareciendo -como UPyD y, quién sabe, IU-. Pero eso al PP nunca le había pasado, o no hasta ahora.
Empezó con cierta normalidad con el cambio de etapa, cuando Rajoy empezó a colocar a su equipo y el sector aznarista se fue retirando. Siguió cuando un colectivo tan sensible como las víctimas acabó haciéndole desplantes. Culminó cuando Esperanza Aguirre y Jaime Mayor Oreja alzaron la voz contra Rajoy en Génova. Con el tiempo, hasta José María Aznar se desmarcó de su liderazgo y acabó desligando FAES del PP.
Que hay malestar entre muchos pesos pesados históricos del PP es un hecho. Y no todos han podido ser apartados gracias a sus batacazos electorales, como le sucedió a Javier Arenas.
Segundo síntoma: el desgaste del Gobierno
El presidente no es, ni mucho menos, alguien dado a las sorpresas ni a las renovaciones. Eso, según su modo de estar, aporta estabilidad. Ya se esforzó antes de llegar a La Moncloa en oponer su proyecto ‘previsible y sin sorpresas’ a lo que, según él, era improvisación por parte del Ejecutivo de Zapatero.
Dicho y hecho: en el cargo desde 2011, Rajoy apenas ha movido sus ministerios. Apenas ha hecho cambios cuando se ha tratado de cuestiones de fuerza mayor. Ni siquiera se ha dado prisa en relevar a ministros que ya se sabía que se iban a ir, como ha sucedido por ejemplo tras el nombramiento de De Guindos.
Sin embargo eso ha hecho también que el lógico desgaste de la gestión se incremente. No es sólo porque sus políticas gocen de mayor o menor respaldo, es que el perfil gris que impone a su equipo hace que sus valoraciones se vayan desplomando con el tiempo. Y que acaben cargando una pesada mochila de problemas de gestión que no se vacía con un cambio de cara.
Tercer síntoma: lo que la corrupción ha destapado (y lo que queda)
Con permiso de la crisis económica y la contestación social a las políticas puestas en marcha por su Ejecutivo, el mayor problema al que el Gobierno se ha enfrentado hasta ahora ha sido el estallido de casos de corrupción. Este año 2018 no será, ni mucho menos, tranquilo para el PP en ese sentido: las inesperadas confesiones de algunos implicados, a pesar de la prescripción de muchos delitos, podría traer consecuencias.
No obstante, también es verdad que los paseíllos hasta los juzgados, los registros y las declaraciones explosivas en sede judicial no son una novedad. Hasta ahora, ni siquiera que se señalara directamente al presidente del Gobierno ha tenido efectos prácticos en sus resultados electorales. Han perdido la mayoría absoluta, pero siguen gobernando. Está por ver si el rosario de plazos judiciales pendientes en este año cambian la tendencia y empiezan a afectar de verdad a su movilizado electorado.
Cuarto síntoma: cansancio ante la inacción
En los últimos meses se han ido multiplicando los foros privados en los que militantes y afines al partido comparten su malestar por la falta de movimiento en el partido. La estrategia que mejor ha definido a Rajoy, consistente en dejar morir solos los problemas y acabar venciendo por bloqueo, ha dejado de ser válida para muchos. O al menos, es lo que voces de distintos rangos empiezan a hacer más o menos público.
La cuestión será saber si ese hastío que algunos muestran se puede traducir en una desmovilización, o si una vez más azuzar determinados temas en campaña electoral
puede bastar para reactivar a un votante que ha demostrado ser pertinaz. En esa guerra de ‘issues’ -ETA, Venezuela, Cataluña- la capacidad comunicativa del PP siempre ha sido particularmente eficaz. Pero esta vez han usado ese arma durante toda la legislatura, y posiblemente llegue a la próxima campaña sin balas.
Quinto síntoma: el ‘despegue’ de Ciudadanos
La sensación generalizada tras las elecciones catalanas es que las había perdido el PP. A pesar de haber logrado atar al PSOE a su arriesgado movimiento, por aquello de la responsabilidad de Estado, Ciudadanos logró capitalizar el rédito de la polarización y desplazó al PP del tablero político catalán hasta casi sacarlo del Parlament.
Las encuestas, desde entonces, colocan a Ciudadanos en cabeza de la intención de voto cocinada. También lo hicieron, tiempo atrás, con Podemos, que a duras penas se recupera de la caída hasta una tercera posición tras no lograr el ‘sorpasso’ al PSOE ni siquiera ‘fagocitando’ a IU. En política las expectativas de resultados pueden ser más demoledoras que los resultados en sí.
Es verdad, en cualquier caso, que la guerra de la derecha parece haber empezado o al menos así se escenifica. Las tertulias políticas, las declaraciones en sede parlamentaria y el desbloqueo a ciertas leyes fundamentales bien podría ser el primer paso de un combate cuerpo a cuerpo. El interrogante reside en saber si Ciudadanos está preparado para una pelea en la que el bipartidismo ha demostrado conservar una pegada todavía poderosa… al menos hasta ahora.
Sexto síntoma: el plante de los pensionistas
El Ejecutivo decidió minimizar las malas noticias económicas tirando de ahorros. Tanto ha sido así que la hucha de las pensiones ha acabado por romperse. El sistema actual, en el que las mayores partidas presupuestarias se destinan a subsidios y coberturas públicas, es insostenible a un ritmo como el actual. La pirámide poblacional, con los ‘baby boomers’ entrando en edades de jubilación y los jóvenes retrasando o renunciando a su salto a la vida familiar, agrava el problema.
Así las cosas, tomar medidas impopulares será la única salida si se quiere demorar un cambio de sistema. De todas las medidas, la subida de impuestos es la más improbable para un Gobierno que dice ser de corte liberal. Así, medidas como la congelación de las prestaciones, su reducción en el tiempo -en el caso del paro- o su retraso -en el caso de la jubilación- parecen inevitables.
El problema es que son precisamente los pensionistas quienes suponen, junto a la España menos urbana, uno de los mayores caladeros de votos del PP. Las manifestaciones de un colectivo tan poco dado a la contestación pública ha supuesto un signo de alarma importante. Pero también es cierto que quedan uno o dos años hasta los comicios. ¿Habrá tiempo para hacerles olvidar la situación y posponer nuevas medidas o prestarán oídos a otras propuestas políticas menos desfavorables?