Con las elecciones sucede como con las audiencias: los implicados siempre pueden encontrar un dato positivo al que aferrarse, aunque haya que rebuscar mucho para conseguirlo. Se supone que es una estrategia de control de daños, por aquello de que a la vuelta de la esquina siempre hay otra cita electoral. Pero esta vez ya no es así.
La larguísima campaña que se puso en marcha hace un año con la moción de censura que sacó de La Moncloa a Mariano Rajoy ha terminado con un espectáculo electoral de primer orden: hasta cuatro votaciones en apenas un mes, con la distorsión que eso ha supuesto para todas las citas. Salvo en cuatro autonomías, y siempre que no haya adelantos electorales, España tardará cuatro años en volver a votar. Así que se acabó la indefinición: lo que hay es lo que habrá.
¿Y qué es lo que hay? De todo, como en las audiencias.
El PSOE puede estar feliz porque ha ganado con una gran diferencia en el cómputo global de las europeas y las municipales cuando hace dos años estaba noqueado, pero se lleva el chasco de quedarse sin ganar en la Comunidad de Madrid.
El PP puede presumir de reconquistar el Ayuntamiento de Madrid y conservar el de Málaga, al tiempo que retiene Castilla y León y Murcia. Pero el problema es que lo que consigue es por la lógica de pactos, porque lo suyo ha sido una debacle generalizada en toda España.
Ciudadanos puede sacar pecho por haber mejorado sus resultados de los últimos comicios y pasar a ser fundamental en varias capitales y autonomías donde no lo era, pero vuelve a pinchar en su objetivo de adelantar al PP. De hecho, no lo hace en prácticamente ningún rincón relevante de la geografía.
Podemos sonreirá por mantener el Ayuntamiento de Barcelona y rozar la mayoría absoluta en el de Cádiz, pero todo lo demás es una debacle: sus cuitas internas le han costado el Ayuntamiento de Madrid a Manuela Carmena, las Mareas se han derrumbado en Galicia, desaparecen del Ayuntamiento de Valencia, han sido arrasados en Zaragoza y se quedan a décimas de desaparecer de la Asamblea de Madrid, donde Íñigo Errejón casi les ha triplicado en escaños.
Vox, por su parte, puede darse con un canto en los dientes por haber conseguido su objetivo fundamental, que era desalojar a la izquierda de las instituciones madrileñas. Ahora bien, a pesar de su fulgurante irrupción, quedan muy lejos de sus expectativas: han empeorado sus ya flojos resultados en las generales.
Ganadores y perdedores
Entonces, ¿quién gana? En realidad, hay dos ganadores, aunque por motivos muy distintos y en escalas muy diferentes.
Por una parte, Pedro Sánchez, que tras la victoria en las generales consigue retomar la primacía en el bloque de izquierdas en la gran mayoría de Ayuntamientos relevantes. Además, mantendrá importantes gobiernos autonómicos -y quizá sumará alguno más- y tendrá una posición de fuerza en Bruselas porque el PSOE es uno de los miembros más fuertes del grupo socialista europeo, con todo lo que ello conlleva en influencia y capacidad de decisión.
Por otra, Pablo Casado logra un nuevo punto de break: igual que sucedió con Andalucía, sus victorias en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid le hacen sobrevivir. Sus resultados, en comparación con los de hace cuatro años, han sido una hecatombe, pero podrá gobernar plazas clave. En política, como en el fútbol, no importa jugar mal si al final logras sumar puntos.
¿Y quién pierde? De nuevo dos, y también en escalas muy distintas.
A diferencia de lo que le ha sucedido al PP, los resultados de Ciudadanos han sido sensiblemente mejores de los que obtuvo hace cuatro años. De hecho, va a poder poner remedio a uno de los grandes ‘debes’ que tenía hasta ahora -poder entrar en varios gobiernos autonómicos-, aunque seguirá arrastrando otro -sigue siendo poco importante en la escala municipal-.
El gran problema para Ciudadanos, sin embargo, es que ha apostado toda su estrategia electoral a combatir contra el PP, pero no ha logrado superarlo. De hecho, que no haya habido ‘sorpasso’ es lo que ha dejado con vida a sus rivales, porque al ser el grupo mayoritario del bloque conservador acabarán copando los equipos de gobierno.
En Podemos se impone una refundación. El modelo iniciado cinco años atrás de confluencias municipales ha acabado por implosionar y se ha llevado por delante a casi todas las ‘alcaldías del cambio’. De hecho, la formación se ha partido en dos y la escisión liderada por Errejón ha derrotado a los de Iglesias por mucha diferencia en la Comunidad de Madrid. Casi ninguno de quienes fueran sus aliados querían tener al líder del partido cerca durante la campaña -ni Compromís, ni las Mareas, ni ‘Kichi’-. El desgaste interno es ya insoportable.
Fin de ciclo: el bipartidismo gana
Así las cosas, este 26-M se ha cerrado un ciclo iniciado hace justo cinco años. Fue aquella noche de elecciones europeas en las que Podemos y Ciudadanos coparon titulares por conquistar cinco y dos eurodiputados, respectivamente. Hoy son seis y siete, pero la tendencia es bien distinta. Entre esas dos citas ambas formaciones han llegado a tocar el cielo de las encuestas, viéndose primero dando el ‘sorpasso’ a sus respectivos rivales demoscópicos, y después en la Moncloa.
Ninguna de las dos cosas ha sucedido, y de hecho parece ya casi imposible que suceda: Podemos está en franco retroceso y Ciudadanos no ha conseguido superar al peor PP de la historia reciente. Una vez más, los partidos emergentes, que estaban llamados a cambiar el sistema tendrán que conformarse con actuar como muletas que apuntalen al bipartidismo que vinieron a liquidar, que les ha sobrevivido con solvencia hasta la fecha.
Por todo eso, este 26-M es un día de finales. Termina primero un ciclo político de cinco años que sacudió la política y la cambió, quizá para siempre -España ya no maneja un sistema de partidos, sino de bloques-. Y termina sobre todo una larguísima campaña electoral de un año de duración.
El 27-M, en consecuencia, es también un día de inicios: este lunes se empezará a negociar cada cargo de cada institución de este país. Desde la presidencia del Gobierno hasta los Ayuntamientos, desde las Diputaciones hasta las comisiones del Congreso, desde las autonomías hasta los Cabildos y las Juntas. Acaba un ciclo, empieza la legislatura. Ahora que ya están las cartas sobre la mesa, es hora de empezar a negociar.