La política estadounidense tiene un halo hollywoodesco, casi mítico, gracias al cual sus presidentes pasan a la historia envueltos en la idea de haber sido capaces de grandes hazañas políticas.
Los hay incluso que pasan a la historia casi más por sus reflexiones que por sus actos: no hay carpeta escolar suficientemente grande ni fábrica azucarera con producción de sobrecitos capaz de dar cobijo a tanta frase ilustrada, profunda y certera. La Casa Blanca ha sido siempre una enorme factoría de eslóganes políticos, a caballo entre lo épico y lo marketiniano, un fiel reflejo de cómo se vende y vive la política allí.
En España se es más práctico. Las frases de nuestros líderes no serán esculpidas en piedra, pero muchas veces dan una definición mucho más real y certera de lo que sucede. «El que se mueve no sale en la foto», lanzó un día hace décadas Alfonso Guerra, y ató para siempre el destino de su metáfora a la tan castiza idea de la disciplina de partido. «Los expresidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños», sonrió un día Felipe González para definir con acierto cómo serían todos los expresidentes españoles después de él mismo.
Los caprichos de la política hicieron que finalmente Alfonso Guerra se moviera y le sacaran de la foto, y que el propio Felipe González acabara convertido en jarrón chino
Los caprichos de la política hicieron que finalmente Guerra se moviera y le sacaran de la foto, y que el propio González acabara convertido en jarrón chino. Como él mismo definió, su rol fue el de una figura a la que se supone un gran valor pero que nadie sabe cómo colocar, hasta que llega algún niño y sin querer lo acaba rompiendo. Lo que no terminó de explicar es si los dueños del apartamento lamentarían o no la pérdida de tan valiosa y molesta pieza.
Dos décadas han pasado desde que González se convirtiera en jarrón chino y a día de hoy nadie lo ha roto todavía. Ya no es, ni de lejos, aquel ‘Isidoro’ joven y renovador, sino más bien un abuelo con tirón entre sus primeros votantes al que han retratado en sus miserias, puro en boca y yate en ristre, y paseado por las portadas como miembro de consejos directivos de grandes corporaciones que en su día le temían como un portador del socialismo a una España tierna e inmadura. El jarrón sigue con vida, y no hay niño que le tosa. Es más, de vez en cuando vuelve por sus fueros y dirige los designios de los suyos con una simple mirada.
A Pedro Sánchez por ejemplo se le acabó la Secretaría general en una entrevista de radio. Fue decir González que le había engañado y lanzarse la salva que esperaban los tanques andaluces apostados tras Despeñaperros. El resto de la historia es bien sabida, aunque aún no se conoce su desenlace.
González, a su señal, inició la operación, pero otros ‘ex’ de la vieja guardia vienen a atarla en corto. Es el caso de Rubalcaba, que se enseña poco porque a fin de cuentas suyo era el peor registro electoral hasta que el depuesto Sánchez le superara por abajo, o el de José Bono, siempre dispuesto a hacer de verso suelto pero sin soltar. Hace apenas unos días aparecía por un plató televisivo para, al mejor estilo González, sonreír un «Hombre, Odón, lo del ‘no es no’ que tú fuiste alcalde con el apoyo del PP, y no una sola vez». Pero Bono, fiel a su estilo, no sólo tuvo comentarios para Odón Elorza: hubo para todos. En el PSOE actual son pocos los que no se mueven, y quién sabe si menos los que no salen en la foto.
Tan revuelta está la cosa que ha vuelto el único ex que se había sabido mantener en un discreto segundo plano desde que lo hiciera Adolfo Suárez. José Luis Rodríguez Zapatero se está dejando ver en actos variados para saludar la labor de la gestora de su partido y de la «oposición útil» mientras contraprograma a Pedro Sánchez. Todo un mensaje para esa masa crítica socialista que más que ‘sanchista’ es ya ‘antisusanista’, que no es exactamente lo mismo.
En el PP también tienen fotos movidas
Las apariciones estelares de ‘ex’ vengadores en la política española no son patrimonio exclusivo del socialismo. Si no, que le pregunten a Mariano Rajoy, que tiene en su gran valedor a uno de sus principales rivales. A diferencia del jarrón chino del PSOE, que aparece cuando los chamanes del alto socialismo le invocan, Aznar es un espíritu que nunca terminó de irse y gusta de estar sobre el hombro de los medios cada tanto.
Es cierto que fue el primer presidente que se puso fecha de caducidad a sí mismo dijo que dos mandatos y se iba-, pero también es cierto que designó a su sucesor, quizá con la intención de seguir manejando en la sombra, pero acabó descubriendo muy pronto que el dedazo le salió rana. No es que Rato hubiera salido mejor el discurso del milagro económico acabó chocando con su gestión en el FMI y en Bankia-, pero Rajoy le salió distinto. El presidente no es fuerte, ni contundente: no es un hombre de acción como él, sino más bien todo lo contrario.
Rajoy ha sido siempre el epítome del estereotipo gallego: el hombre que se sienta en la orilla del río a ver desfilar los cadáveres de todos los que podían hacerle sombra
Rajoy ha sido siempre el epítome del estereotipo gallego: el hombre que se sienta en la orilla del río a ver desfilar los cadáveres de todos los que podían hacerle sombra. Y por eso siempre ha existido una corriente interna del PP muy crítica con su ambigüedad: desde los más cercanos a la AVT Mayor Oreja, María San Gil- hasta los más aznaristas Álvarez Cascos, Álvarez de Toledo-, pasando por los liberales Aguirre o los ‘zaplanistas’ valencianos- o los más antinacionalistas Vidal Quadras, Abascal -. Unos y otros le han reprochado hasta la saciedad su falta de firmeza y la vaguedad de gestos. Pero, inexorable como el tiempo, Rajoy siguió sentado y eso le bastó para sobrevivir. Además de los caídos de fuera del PP, ya ha visto pasar delante suyo a Acebes, Aguirre, Gallardón, Rato y ahora también Aznar.
Porque el expresidente ha decidido dar el portazo definitivo: dejar la presidencia honorífica del PP, emancipar a las FAES del partido y darse de baja. Y con él se podrían ir de forma definitiva muchos de esos nombres que se consideran apartados por Rajoy y sus formas. Ahora se especula con más fuerza que nunca si cabe una formación fuerte a la derecha del PP, y si todo ese círculo que gira alrededor de Aznar daría el paso para ocupar ese lugar.