Mapa de Tarragona (CC)
Mapa de Tarragona (CC)

El secreto de Tarragona, el territorio más plural del país

Seis partidos en liza, seis escaños a repartir y un escrutinio salomónico gracias a las particularidades del sistema electoral. El caso de Tarragona muestra una rareza política que evidencia uno de los fallos del sistema: las fuerzas que se quedan en el umbral de la representación son las más perjudicadas por el reparto de escaños.

 

En las elecciones del pasado 20D algo curioso sucedió en Tarragona: de los seis escaños que se repartían en la circunscripción, los votantes decidieron que cada uno fuera para un partido distinto. Siete meses después, cuando los políticos decidieron que los electores habían votado mal y que había que volver a hacerlo, el resultado se repitió. De nuevo seis partidos, seis escaños.

La provincia ni es muy grande ni es muy pequeña: frontera sur de Cataluña, con un potente paraje natural gracias a la desembocadura del Ebro y una nada despreciable tasa de turismo conseguida a fuerza de paisajes, playas y parque temático. Ruinas romanas por aquí, línea del AVE por allí, un buen sitio para vivir pero, más allá de eso… ¿qué tiene Tarragona de especial para conseguir un equilibrio tan difícil?

En realidad, hay algo de casualidad numérica en un equilibrio de fuerzas tan inusual. Primero, para que coincida que justo se repartan seis escaños en un territorio en el que hay seis formaciones con fuerza política, y eso es algo que se debe al peculiar reparto de la Ley d’Hont. «Es una circunscripción relativamente pequeña», señala Ismael Peña-López, profesor de Derecho y Ciencia Política de la UOC. «Hay que fijarse en que el escaño estaba de media a casi 40.000 votos, y eso distorsiona bastante el resultado final en el que En Comú Podem o en menor medida ERC casi doblaron el resultado de Ciudadanos».

Es cierto que hay grandes diferencias de voto entre la primera (21,84% del voto) y la sexta fuerza (11,33%), como indica Peña-López, pero también es cierto que no deja de ser un buen caudal de voto para los seis partidos. Como muestra un botón: en las elecciones del 26J esas seis fuerzas sumaron más del 97% del voto.

Además del caprichoso reparto de escaños de la Ley d’Hont, que ayuda pero no explica por sí solo el fenómeno, hay otras peculiaridades que confluyen en Tarragona. «Diría que coinciden varias cosas», coincide Llaneras. «En Cataluña el sistema de partidos se fragmenta porque al eje izquierda-derecha se suma el soberanista, y eso lo hace más plural. Además, de las cuatro provincias catalanas es la más ‘híbrida’: el nacionalismo no domina como en Lleida o Girona, pero tampoco En Comú Podem, que tiene el sesgo de ser muy urbana, es tan fuerte como en Barcelona».

Coincide con el análisis el politólogo Guillem López Bonafont, que habla de «razones históricas» que hacen de la zona «un escenario especialmente complejo por la pluralidad de realidades y por la cultura política que se ha forjado a lo largo de los años». En su opinión, «Tarragona no responde ni a la ‘columna carlista’ que tradicionalmente ha estabilizado el voto en la zona norte y central de Cataluña, ni tampoco a un electorado puramente urbano y de izquierdas como el de la zona metropolitana».

En efecto Cataluña lleva ya varias legislaturas teniendo la Cámara autonómica con más partidos del Estado, algo que no sucede siquiera en Euskadi, donde el peso nacionalista es tan importante como aquí. «Se dan factores estructurales -Tarragona es sitio plural y fronterizo-, pero también un elemento azaroso: compiten seis partidos y se reparten seis escaños, por tanto hay un factor aritmético», señala Kiko Llaneras, profesor y uno de los creadores de Politikon: «Tarragona reparte seis escaños y la cuenta encaja. Si tuviese siete, En Comú Podem se llevaría dos, y eso rompería el empate».

La cuestión entonces es saber si Tarragona siempre ha sido así de plural, y en realidad no… aunque con matices. En cierto modo podría pensarse que es una consecuencia de estos años de multipartidismo que parecen haberse instaurado ahora también en el resto de España, no sólo en Cataluña. Pero la verdad es que siempre ha habido un alto número de partidos representados, aunque la tendencia ha variado si las elecciones han sido autonómicas o generales.

Eso es lógico dado que en las autonómicas la provincia elige 18 diputados, mientras que en las generales ha elegido cinco (hasta 1989) o seis (desde entonces). Lo que no es tan lógico es que el número de partidos que obtienen representación en la circunscripción ha acabado igualándose a pesar de la diferencia de escaños repartidos según el tipo de comicios. Así, Tarragona nunca ha dado representación a menos de cuatro formaciones en las elecciones autonómicas, y nunca a menos de tres en las generales.

Entre ambos comicios se observan, por ejemplo, diferencias curiosas. En las generales el partido con más escaños siempre ha sido de corte nacional (en concreto, los socialistas) y siempre en solitario hasta 2011 (entonces empataron con CiU, y después ya vino lo del reparto de seis escaños a seis partidos).

Por contra, en las autonómicas el partido más votado siempre ha sido CiU -hasta las últimas, cuando lo ha sido Junts pel Sí, la coalición de CDC con ERC-. Es decir, los votantes de Tarragona no sólo reparten su voto a diversas fuerzas, sino que además adecuan su voto al tipo de elección del que se trate.

Según la visión de López Bonafont, «existen muchas ‘tarragonas’, que algunos relacionan todavía con el arcaico concepto de la ‘nueva Cataluña’, y que por su déficit de capital social compartido en toda la provincia la hacen comparativamente más volátil que otros territorios. Estas distintas ‘tarragonas’ poco tienen que ver las unas con las otras y son posiblemente los territorios más impermeables a las tendencias electorales generales que ocurren a su alrededor que han supuesto un freno a las tendencias generalistas que auguraban un cambio radical en el escenario político», concluye.

Todo eso ha hecho que, pese a ser en efecto una circunscripción relativamente pequeña, hayan constituido una especie de ‘arcoiris electoral’ a lo largo de tantos años de votaciones, no siempre homogéneo e igual, pero siempre colorido y variado.

«Salvando infinitas distancias», concluye López Bonafont, «se podría decir que Tarragona es el New México de Cataluña: un territorio plural cuyo espíritu, por mucho que queramos clasificar entre perfeccionados modelos electorales, la mantendrá inclasificable para largo».