A la hora de dividir políticamente España se suele hablar de ejes como la ideología, con la clásica división entre izquierda o derecha. Dentro de eso caben otras separaciones, como el sentimiento identitario (español o periférico), el modelo de Estado (monarquía o república) o la posición económica (liberalismo o socialismo). Pero la gran batalla política que se disputa en estos años tiene un eje mucho más transversal, y lo marca la edad del electorado.
Al lío 👇🏻
🪧 Punto uno: cruce de caminos (vitales)
De pequeño en el colegio recuerdo a una profesora explicando Física usando el manido ejemplo de los patines. Aquella idea de que a toda fuerza se le opone una fuerza de igual intensidad y en dirección contraria, que sonaba tan complicado en mi mente de letras, y que escenificaba con un ‘intenta empujar una pared llevando patines, será como si la pared te empujara a ti’.
Valga el ejemplo (asumo que mal explicado, que nadie de ciencias se me ofenda demasiado) para ilustrar el clima político actual: a cada paso que se da en una dirección irrumpe una fuerza similar en sentido contrario. A la crisis económica y la desafección le siguió el 15M, que cristalizó en Podemos y escoró el debate. A la tensión soberanista del ‘procés’ unida a propuestas nacionales más de izquierda (exhumación de Franco, memoria histórica) le sucedió la irrupción de Vox. Y así, empujón a empujón, hemos ido polarizando el panorama.
Y sumergido en el fuego cruzado de fuerzas aparece un debate que, en realidad, no es ideológico sino de edad, y no está tan sumergido sino que ayuda a explicar la tensión antes descrita. En nuestro país hay una ‘generación ancha’, que dijo el ministro, que lleva décadas transitando los resortes productivos del país y cuya ‘gran jubilación’ no acaba de llegar. Y si llega, no ha supuesto el ‘gran reemplazo’ que debía dar paso a generaciones más jóvenes (y, aquí está la cuestión, mucho menos numerosas). Es de aquí, de esta tensión, de donde viene todo.
La pelea generacional (lo nuevo contra lo viejo) siempre está presente, generación tras generación. Me ha gustado la forma de plantearlo de Guadalupe Bécares en este artículo de la recién nacida revista Igluu.
👵🏼 Punto dos: viejofobia
Allá por 2016, cuando Podemos ya había eclosionado como fenómeno demoscópico y peleaba por hacer posible el ‘sorpasso’ al PSOE, Carolina Bescansa dejó una frase bastante elocuente: «Si en España sólo votase la gente menor de 45 años, Iglesias ya sería presidente del Gobierno”.
Identificaba claramente que su votante tipo eran los jóvenes, lo cual tampoco era un gran secreto: votar a Podemos era votar protestando contra el sistema existente, en el que los jóvenes no encontraban su lugar. Y, en parte, porque lo ‘ocupaban’ los menos jóvenes (según su visión).
Pero aquella afirmación ignoraba otras realidades. Por ejemplo, que los mayores no sólo son más (muchos más) sino que suelen votar más. Cuesta más movilizar a los jóvenes que movilizar a los mayores… y algo de culpa en eso tendrán las propuestas políticas.
Por eso dos años después, cuando la posibilidad del ’sorpasso’ se esfumó, en Podemos entendieron que no se puede ser un partido de Gobierno sin transversalidad generacional. Tenían un problema para captar el voto de los mayores, y se movilizaron para conseguirlo sumándose a reivindicaciones como la subida de las pensiones. El CIS posterior a las elecciones generales de julio de 2019 (esas que luego hubo que repetir) dejaba claro que el problema no era pasajero.
Aún peor, dos años después la realidad se manifestó tozuda: que votaran más los jóvenes no implicaba que a ellos les fuera mejor. O, mejor expresado, siendo verdad que con participaciones bajas los mayores (más movilizados) deciden, una participación alta no implica necesariamente que Podemos sume como opción. Vaya, que los jóvenes no sólo votan a la izquierda. Y cada vez menos, como las elecciones de la Comunidad de Madrid dejaron bastante claro.
A lo mejor estás pensando que claro, que Madrid es diferente porque es uno de los territorios más conservadores del país. Es cierto, y también es verdad que hubo un fenómeno político como Ayuso que podría distorsionar el resultado. También es verdad que Castilla y León no es un territorio mucho menos conservador, pero de nuevo arroja un retrato similar: los jóvenes no votan sólo a la izquierda (ni mucho menos).
El elector menor de 24 años en Castilla y León siente más simpatía por el PSOE… pero prefiere que el PP ocupe la presidencia de la Junta.
👦🏻 Punto tres: no es país para jóvenes (y desde hace tiempo)
Total, que existe la creencia (falsa) de que los jóvenes votan a la izquierda de forma preferente. El origen de esa idea hay que buscarla en los albores del 15M y de Podemos, cuando cundió la idea de que todo eso era un movimiento de jóvenes. Y es verdad que, en su mayoría, era un movimiento de jóvenes, pero la realidad es que no sólo era un movimiento de jóvenes.
La conclusión parece sencilla: aunque mucha gente de mediana edad perdió su empleo y no ha podido reintegrarse en la vida laboral, los grandes perjudicados de las sucesivas crisis económicas han sido los jóvenes. Y eso sigue hasta nuestros días: España es el país de Europa con mayor tasa de paro juvenil, sólo por detrás de Grecia (además de Montenegro y Macedonia del Norte): un 28,3% de personas de hasta 29 años no tienen trabajo en nuestro país, y ojo porque llegamos a estar en un 41,4% en 2013).
Con todos estos ingredientes lo fácil sería pensar que el electorado de Podemos debía ser joven a la fuerza. Aunque, repetimos, no porque voten más los jóvenes le va a ir mejor a Podemos.
Vaya, que empezaba a hacerse evidente que tenían un problema. Y su respuesta fue lanzar el globo sonda de por qué no bajar la edad legal para votar hasta los 16 años.
Ahora que el fenómeno de Podemos ha perdido peso las cosas se ven con mayor perspectiva. Ese sentimiento de protesta y desafección pervive, aunque ahora se manifieste de otra forma. Según Pew Research Center, España es el país con un mayor porcentaje de población que cree que el sistema político debería ser reformado aunque no creen que sea posible (64%), y eso tampoco les convierte necesariamente en votantes de izquierda.
Pero volvamos a la idea de antes: en general, los mayores (que son más) se movilizan más. Es decir, votan más y más a menudo. Baste como comparación la enorme movilización y repercusión de la protesta de los mayores contra la atención bancaria. La recogida de firmas de un jubilado ha bastado para que el Gobierno dé un toque al sector bancario para que lo remedie. Por eso en cada campaña electoral se habla más de pensiones que de becas, más de jubilaciones que de inserción laboral y más de Seguridad Social que de educación pública: sencillamente, porque los mayores tienen más poder.
Y que no se malinterprete: todos esos temas antes descritos son importantes. Pero no cabe duda de que un colectivo (el de los mayores) tiene mucha más influencia en las acciones y preocupaciones de los gobernantes que otros. Y eso que sobran los motivos para que los jóvenes sientan desafección: en diez años hemos perdido a tres millones de personas activas menores de 40 años, según recogen en Datadista. Y hay más datos terribles.
Una de las preguntas más difíciles de responder es qué es ser joven. O mejor dicho, cuándo se deja de ser joven. La respuesta en esto da igual: la precariedad te persigue aunque quizá ya no seas tan joven.
🤔 Uniendo los puntos
¿Se equivoca la izquierda pensando que los jóvenes les son favorables? ¿Se equivocan los jóvenes votando opciones que no les favorecen? En realidad, la fijación con los jóvenes es más de Podemos que de la izquierda en sentido amplio: a fin de cuentas el PSOE, como el PP, es un partido más transversal y, en cierto modo, ‘envejecido’. Igual eso es lo que explica todo: no sólo hay más mayores y votan más. Es que los partidos que eligen también son más jóvenes.
Venga, sube al bus y vamos al mítin, que te doy un bocadillo. Y el sábado te llevo de viaje para seguir con este tema 👋🏻