El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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El PSOE apuesta por ir al choque al ver que el relato ha matado al dato.
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Ya pocos hablan de reformar la Constitución, quizá porque asumen que es casi imposible.
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Cada país es un mundo en cuestión de pactos políticos: los hay donde son imposibles por el propio sistema, como EEUU o Francia, o donde son una cuestión cultural, como en Alemania. En España llevamos unos años transitando esa senda aunque en zonas como Cataluña ya tienen alguna experiencia previa. Y la convivencia nunca es fácil.
El nacionalismo es en política lo que la fuerza contra una pared en Física: provoca respuestas que empujan en sentido contrario. Así, lo contrario al nacionalismo no es otra cosa que un nacionalismo distinto.
Las televisiones autonómicas o la Justicia son campos de batalla políticos habituales. El debate es consustancial al sistema democrático: ¿deben las instituciones públicas remodelarse para responder a la voluntad popular, o deben regirse por criterios específicamente técnicos?
Los pactos casi nunca son igualitarios, porque por norma general un firmante saca más que otro. Y eso en política suele ser un problema.
La nueva convocatoria electoral ha clarificado el panorama: Sánchez sigue en cabeza con mucho margen, el PP mejora, Podemos sigue cayendo, Vox irrumpe con fuerza y Ciudadanos se derrumba.
Podemos y Ciudadanos han logrado un hito histórico: conseguir en apenas cinco años convertirse en fuerzas clave del tablero político, piezas indispensables de la gobernabilidad. Eso sí, el bipartidismo sigue vivo y coleando, y en gran parte gracias a ellos.