Iñigo Urkullu y Artur Mas, líderes de PNV y CiU (Fuente: Agencia EFE)
Iñigo Urkullu y Artur Mas, líderes de PNV y CiU (Fuente: Agencia EFE)

Paradojas electorales: el nacionalismo perderá fuelle en Madrid justo cuando más fuerte es en Cataluña y Euskadi

Si algo ha marcado la política nacional en los últimos años, además de la crisis y sus efectos, es el nacionalismo. Sin embargo, y gracias a la polarización política, parece que el nacionalismo tendrá menos representación parlamentaria en los próximos años.

 

Se acabó lo de un CiU y un PNV hegemónicos. El nacionalismo catalán y vasco ya no es cosa de una gran marca, sino de dos en cada región. Aunque el total del voto nacionalista sea igual o crezca, el reparto de escaños hará que cada partido tenga menos asientos y, por tanto, una fuerza menor.

Eso, unido a la fragmentación de la Cámara con las nuevas fuerzas nacionales emergentes, podría relegar a los nacionalistas a una posición en la que ya no tengan fuerza para negociar a cambio de apoyos.

Lo de ‘divide y vencerás’ funciona. Al menos, con el sistema electoral que tenemos, en el que los escaños se otorgan en función de circunscripciones provinciales. Y si no, que se lo digan a los nacionalistas en Euskadi y Cataluña.

Si se cumplen los pronósticos y la tendencia de los últimos años no sufre un vuelco, en ambas regiones habrá dos grandes fuerzas nacionalistas, una de corte nacionalista conservador (CiU en Cataluña y PNV en Euskadi) y otra de corte soberanista y de izquierda radical (ERC en Cataluña y EH Bildu en Euskadi). Y ambas estarán casi empatadas.

¿Qué quiere decir eso? Que las cuatro fuerzas nacionalistas que obtendrán representación en las próximas generales podrán formar grupo parlamentario propio, pero serán irrelevantes por separado ¿Te acuerdas cuando el apoyo de los nacionalistas al partido del Gobierno podía decantar la balanza de una ley polémica, o unos Presupuestos ajustados? Pues eso podría no volver a pasar.

La razón: a igual número de escaños a repartir en las circunscripciones, y aunque el voto nacionalista esté en auge, que haya dos fuerzas nacionalistas por región y no una hará que tengan menos escaños. Esta afirmación podría cuestionarse tomando la segunda variable, la del voto nacionalista en auge. Porque, ¿cómo de importante es en realidad el voto nacionalista en ambas regiones y cuánto suele variar en el tiempo?

El caso catalán

El nacionalismo catalán ha oscilado en el Parlament entre los 85 escaños de máximo en 1988 (69 de CiU y 6 de ERC) y los 68 de mínimo 1999 (56 de CiU, 12 de ERC). Eso, sobre un total de 135 escaños, da una horquilla de entre el 65,1% y el 50,3% del Parlament con orientación decididamente nacionalista. En la composición actual hay 74 escaños (50 de CiU, 21 de ERC y 3 de las CUP), lo que supone un 54,8%. CiU, ¿ganaría el 27-S a ERC?

Eso, trasladado a las Cortes, supone que el nacionalismo catalán ha tenido entre 9 (en 1979, con 8 de CiU y 1 de ERC) y 19 diputados (actualmente, con 16 diputados de CiU y 3 de ERC). Cataluña da 47 de los 350 escaños totales, así que siendo actualmente el mejor momento del nacionalismo catalán en las Cortes, esta corriente ideológica supone el 40,4% de los escaños catalanes en el Congreso. Por dar una cifra más, en términos reales eso también es ‘poco’ como para conseguir nada: habiendo 350 diputados, el voto nacionalista catalán supone entre un 2,5% y un 5,4% de los escaños totales del Parlamento.

Pero vayamos a los detalles. Primero, hay una tendencia estable y sensiblemente al alza del voto nacionalista catalán en el Parlament catalán desde 1999, mientras que la tendencia en el Congreso es -salvo el bache de 2008- mucho más pujante. Segundo, el nacionalismo catalán es mucho más representativo e importante en el voto autonómico que en el nacional, lo cual indica que llegado el momento de votar a las cortes hay mucho voto nacionalista que opta por una fuerza nacional.

Si los sondeos están en lo cierto, ahora mismo, y aunque el asunto nacionalista se ha enfriado, el voto nacionalista seguiría muy pujante, con un CiU en posturas mucho más duras que años atrás y con ERC cerca de superarle en votos. El motivo: el desgaste de CiU con estos años, la división interna entre CDC y Unió y los casos de corrupción.

¿En qué se traduciría esto en el Congreso? En que CiU, que siempre ha sido un grupo minoritario pero importante, se vería relegado a ser la séptima fuerza del Congreso, si no octava por el empuje de Esquerra. Y eso que actualmente es la tercera fuerza, con esos 16 escaños, por encima de IU, que tiene 11.

No todo tiene que ver con una pérdida de apoyos y un auge de los de ERC, sino también con la irrupción de nuevas fuerzas que les superarán en el arco parlamentario. Y eso sin contar con que una de dichas fuerzas viene precisamente de Cataluña, como es Ciudadanos, así que reparto de escaños podría cambiar de forma aún más profunda en la región.

El caso vasco

Lo de Euskadi es algo más complejo por diversos motivos. El fundamental es que es complicado determinar cuál ha sido la evolución del voto nacionalista ya que durante tiempo las listas abertzales estuvieron ilegalizadas.

Obviando las elecciones regionales en las que la izquierda abertzale no concurrió, y contando desde 1984, cuando el Parlamento Vasco tiene 75 diputados (en 1980 tenía 60), el voto nacionalista vasco ha sido extraordinariamente estable: del mínimo de 2005 con 39 diputados (29 el PNV, 9 la izquierda abertzale y 1 Aralar) al máximo actual con 48 (27 del PNV y 21 de EH Bildu).

Dicho de otra forma: el nacionalismo vasco se ha movido en el Parlamento regional en una horquilla de entre el 52% y el 64%.

Otra cosa ha sido en el Congreso: Euskadi sólo aporta 18 de los 350 diputados, así que la fuerza del nacionalismo no ha sido la misma en el contexto nacional. Sin embargo, el hecho de que la izquierda abertzale no participara o no concurriera, y que otras fuerzas como EA a veces se han integrado en el PNV y a veces (ahora) con los abertzales, ha hecho que el PNV haya emergido como única gran voz del nacionalismo vasco. Pero eso se acabó.

Aunque numéricamente la representación vasca en el Congreso sea mucho menor a la catalana, y al contrario de lo que pasa allí, el porcentaje del voto vasco en el Congreso que va al nacionalismo es mucho mayor.

Ahora mismo, por ejemplo, 12 de los diputados vascos son nacionalistas (7 de Amaiur, 5 del PNV), lo que supone un 66,6% del total. No siempre fue tan fuerte esa presencia, claro está: entre 1993 y 2004 los diputados nacionalistas sumaban ocho, un 44,4% del total… pero claro, contando con que entre 2000 y 2008 la IA estuvo fuera de las urnas.

Si en el caso catalán, aportando 47 diputados, CiU y ERC corren el riesgo de resultar meras comparsas en la nueva configuración del Congreso, ¿en qué lugar quedarían PNV y EH Bildu cuando compiten en circunscripciones que aportan tres veces menos diputados?

Cuanto más nacionalismo, más nación central

La consecuencia directa de que las fuerzas nacionalistas pierdan escaños en el Congreso es que dejarán de ser fuerzas ‘comodín’, como lo han sido hasta ahora para los dos grandes partidos.

Antes, en legislaturas sin mayorías absolutas, los dos grandes se podían apoyar en ellos para sacar adelante asuntos espinosos, desde leyes o reformas controvertidas hasta votaciones de Presupuestos… o investiduras presidenciales, como le pasó a Aznar con Pujol.

Ahora, sin embargo, y aunque el bipartidismo muestra síntomas de claro retroceso, las ‘otras’ fuerzas principales serán también nacionales: Podemos, Ciudadanos, IU o UPyD serán quienes entrarán al juego de pactos con PP y PSOE. Y los nacionalistas quedarán fuera.

La consecuencia para ellos puede ser demoledora: esos pactos que podían plantear solían tener contrapuntos interesantes para sus regiones, que es a fin de cuentas su objetivo de legislatura como fuerzas nacionales en un Parlamento fuera de su región.

El auge del nacionalismo y la consolidación de un sistema bipartidista nacionalista en cada una de las dos regiones soberanistas es la peor noticia política posible para ellos, al menos en lo que a la política estatal se refiere. Morir de éxito, vaya.