Pablo Iglesias dialoga con Alberto Garzón en el Congreso (Fuente: Agencia EFE)
Pablo Iglesias dialoga con Alberto Garzón en el Congreso (Fuente: Agencia EFE)

La posible alianza Podemos-IU deja más incógnitas que respuestas

En cuanto se conocieron los resultados de las elecciones del 20D hubo unas cuantas certezas y no pocas dudas. Se supo que no habría un gobierno de mayoría sin pacto, se supo que el PP había vuelto a ganar pese al derrumbe, se supo que el PSOE había tenido el peor resultado de su historia y se supo que, pese a que los sondeos daban a Podemos por muerto, su técnica de las confluencias le hizo aguantar el tipo y quedar muy cerca de los socialistas.

Lo que no se sabía es qué hubiera pasado si Podemos e IU hubieran ido juntos a las elecciones. Porque sí, a posteriori, se analizó: la marca hubiera tenido más votos que el PSOE y, por poco, casi los mismos escaños.

Las consecuencias de eso son difíciles de augurar, porque el terremoto que se hubiera vivido en las filas socialistas al pasar a ser tercera fuerza habría sido tal que posiblemente Pedro Sánchez habría sido inmediatamente descabalgado. La posibilidad o no de pacto con esa quimérica alianza hubiera dependido de quién hubiera ocupado su lugar, y habida cuenta de que Susana Díaz es la mejor colocada y que es más bien poco amiga de mirar hacia su izquierda, cabe esperar que tampoco así hubiera habido pacto progresista.

Pero todo eso es augurar por augurar por dos motivos: el primero, evidente, es que eso no sucedió; el segundo, que en política uno más uno no siempre son dos.

Por eso hacer estimaciones sobre qué hubiera pasado si Podemos e IU hubieran ido de la mano es delicado. Unos pocos calcularon con el total de votos sobre el reparto de escaños, algo de todo punto irreal porque el cálculo se tendría que haber hecho circunscripción a circunscripción. La mayoría, en cualquier caso, confió en que el resultado hubiera sido la suma de los votos de ambos, y no.

Hay un número importante de votantes de IU que nunca hubiera apoyado a la formación si hubiera ido coaligada con Podemos. Lo mismo sucede al revés, porque muchos hubieran desconfiado de ir en el mismo barco que el partido al que pretenden sustituir. Así, uno más uno no son dos: ¿cuántos votos hubiera tenido una coalición así? Imposible saberlo.

El escenario de las nuevas elecciones

Ahora que la posibilidad vuelve a la agenda se repiten las cábalas, aunque esta vez con algo más de precaución. Un sondeo de Metroscopia de hace unos días reflexionaba justo sobre esto: el nivel de aceptación interna en ambas formaciones ante la perspectiva de un acuerdo.

El resultado: un 9% de los votantes de Podemos y hasta un 17% de los de IU podrían perderse por el camino:

Eso, sobre los resultados del 20D, serían casi 600.000 votos menos (467.000 de Podemos y 157.000 de IU) sobre ese hipotético total de seis millones. Es decir, un 10% menos de lo estimado? que seguirían por encima del PSOE, al menos en votos.

Para completar la estimación faltaría el cálculo contrario: cuánta gente que no votó a ninguno de ambos por separado lo haría por una candidatura unitaria. Para responder habría que mirar en dos posibles direcciones: los votantes no nacionalistas de los partidos soberanistas de izquierdas y, en mayor número, los votantes socialistas situados en el ala izquierda del partido, a quienes una marca única podría haber seducido.

Las posibles consecuencias

Esto entronca con la primera de las grandes consecuencias que traería una coalición así: el posible vaciamiento a la izquierda del PSOE.

Cuando Sánchez y Rivera firmaron su acuerdo de investidura el socialista marcó un horizonte ideológico: su intención, posiblemente por sentido de Estado y por tranquilizar a su propio aparato andaluz, fue el centro político. Sin embargo, el acuerdo con Ciudadanos puede dejar muy descontentos a muchos votantes socialistas más de izquierdas, a quienes esa hipotética candidatura fuerte de Podemos e IU seduciría.

Dicho de otra forma: el PSOE habría encadenado su futuro inmediato a un viaje al centro, que tradicionalmente ha supuesto la victoria electoral -tanto PP como PSOE han ganado cuando han sabido seducir a ese voto de centro-, pero que en este momento resulta insuficiente porque hay un inmenso granero de votos a la izquierda (surgido del 15M, la crisis y demás).

Sin embargo, no todo serían buenas noticias para la dupla Podemos-IU, que tendrían que enfrentarse a durísimos combates internos para sobrevivir.

En el caso de la formación de Pablo Iglesias las aguas hace tiempo que no bajan calmadas, e introducir a nuevos elementos en las listas implicaría tener que decidir a qué colaboradores desplazar para dar cabida a la gente de IU.

En el caso de Garzón, que tiene desde hace tiempo a la ‘vieja guardia’ de IU encima, tendría que soportar fuertes presiones de ese sector del partido que lleva tiempo acusándole de intentar desmembrarlo para entregarlo a Podemos.

Y juntos, además, también tendrían tensiones: la relación entre ambos partidos en zonas como Asturias no es buena -y eso por no entrar en las peculiaridades de las confluencias en Madrid o Cataluña, o en territorios más calientes como Andalucía o Valencia-.

Una última cuestión de vital importancia sería la organización interna: ¿cómo cuadraría Garzón en una lista paritaria con Iglesias? ¿Quién iría por delante? ¿Qué gente entraría y saldría de las listas? ¿Cómo afectaría a las confluencias?

Según un sondeo de Sigma Dos publicado hace un par de días, además, la situación ya no es la misma que el 20D: Podemos ha ido perdiendo peso, y eso haría que el resultado final no fuera muy distinto al que se produjo hace ya cuatro meses: la coalición tendría un escaño menos de los que sacaron los de Pablo Iglesias en solitario, mientras que Ciudadanos subiría cuatro escaños.

En definitiva, la posibilidad de una lista conjunta parece la solución más evidente para aglutinar una izquierda muy acostumbrada a partirse en infinitas escisiones. Sin embargo, y aunque el botón a conseguir es suculento -superar al PSOE y convertirse en referencia de izquierda y alternativa para gobernar- la cantidad y dificultad de los enfrentamientos internos que acarrearía parece alejar la posibilidad… y eso dejando de lado que no es tan fácil -según algunos sondeos, otros dicen que sí- superar al PSOE.

¿Conseguirá la izquierda española ponerse de acuerdo en algo tras décadas de pinzas, bloqueos y divisiones? La otra izquierda, la del PSOE, se puede jugar el futuro en ello.