La línea roja es una titubeante en descenso: desde la primacía absoluta de controlar 66 escaños de los 107 del Parlamento andaluz, hasta caer como segunda fuerza política con 47. En medio, el derrumbe sufrido en el llamado ‘bienio negro’ del socialismo sureño, cuando cayó el felipismo y Aznar campaba a sus anchas en Moncloa.
Esa línea roja que es el PSOE andaluz vivió entonces un reverdecer de laureles que le llevaron, cuando Zapatero, al casi techo de los 61 escaños. Pero era el rebote del gato muerto que, en dos legislaturas, le llevó a tener que pactar para evitar que le ocuparan el cortijo de la Junta.
Bajo esa línea roja hay otra azul con trayectoria opuesta. Arrancó con 17 escaños insignificantes para una alternativa de Gobierno, y fue escalando poco a poco. Aquel ‘bieno negro’ socialista no fue tan negro para ellos: con 41 escaños se quedaron sólo a cuatro de igualarles. Con titubeos -cuatro arriba, seis abajo-, los escombros del zapaterismo les impulsaron primero a los 47 y luego, al fin, al ‘sorpasso’ de los 50.
Aquella era la primera vez que la línea azul, el PP andaluz, lograba superar a la roja. Pero -particularidades de la historia- aquello no fue una fiesta para ellos, sino un funeral. Toda victoria azul que no sea con mayoría absoluta no les vale para gobernar, y el pacto entre socialistas e IU dejó a los populares con la miel en los labios: había mayoría absoluta en Moncloa, pero se había perdido la oportunidad histórica de aniquilar al rival en su feudo histórico.
El socialismo andaluz es como Sauron (no por lo de ser malo, entiéndase el símil), y el PP lo sabía. Tuvieron su ‘momentum’, cortaron el dedo del Gobierno único y se sostuvieron el anillo del poder. Pero los aliados de San Vicente -la sede socialista en Sevilla- lo arrebataron y, con el paso del tiempo, se ha rearmado y emergido de nuevo. Aquí el gran ojo es Susana Díaz, y la batalla por la Tierra Media que es Andalucía será, salvo sorpresa mayúscula, la de la victoria nuevamente de los socialistas.
Mirando la trayectoria de ambas líneas cabría pensar lo contrario: que la línea azul siguiera creciendo y la roja menguara de nuevo. Pero la política no es una mera cuestión de tendencias, sino de momentos. Y el ‘momentum’ del PP andaluz, por ahora, ha pasado.
Las encuestas dicen que el ‘momentum’ pasó
Eso es lo que dicen, al menos, los sondeos. Ni tomando el más optimista para el PP y el más pesimista para el PSOE se discute que los socialistas volverán a ganar. No es que los sondeos fueran muy certeros en los últimos comicios, pero mucha sorpresa sería lo contrario.
Lo del ‘momentum’ en política no es una exclusiva andaluza. Le pasó también a los socialistas madrileños, que acariciaron recuperar el Gobierno de Madrid cuando el ‘tamayazo’ y, apenas unos meses después, sufrieron una derrota electoral de la que doce años después aún no se han recuperado. O al Partido Demócrata en EEUU, que estuvo -cuanto menos- a punto de ganar las elecciones presidenciales de 2000 con Al Gore como candidato y que, tras el escándalo de las ‘papeletas mariposa’, perdió en favor de George Bush pese a sacar medio millón de votos más que él. En 2004, el entonces presidente Bush lograría la elección de forma mucho más cómoda, con tres millones de votos de holgura.
Hay, por tanto, momentos clave para ganar. Se tercian una serie de causas y características que lo ponen todo a favor, en una situación irrepetible que, de no aprovecharse, pasa tiempo hasta que se vuelva a dar. El PSOE madrileño no ha vuelto a ganar, ni siquiera a discutirle la primacía, al PP. Los demócratas necesitaron cambiar dos veces de candidato hasta dar con un Obama que les devolviera a la Casa Blanca.
En el caso andaluz, las caras también son fundamentales. Susana Díaz emerge no sólo como nueva líder del socialismo andaluz sino que, contracorriente de casos ERE, derrumbe nacional socialista y en tiempo récord, se ha erigido como nueva líder absoluta del PSOE. Volviendo a Tolkien, con ella sucede como con Sauron con Saruman: Díez no está en Ferraz, pero tiene su ojo también mirando desde el palantir de Orthanc y ejerce un férreo control de todo lo que en la sede madrileña acontece.
En Andalucía se han librado nueve guerras, nueve elecciones autonómicas andaluzas, pero sólo las seis últimas han sido a las puertas de Mordor. Desde los comicios de 1994 hasta nuestros días socialistas y populares han combatido de tú a tú, siempre con victoria final socialista. En las filas populares tiraron para esos combates de dos mariscales de campo de peso en sus filas: Teófila Martínez lo intentó en 2000 y 2004, impulsada por el carisma de la alcaldía de Cádiz. Más insistente ha sido Javier Arenas, que lo ha intentado hasta en seis ocasiones y, como pasa con los conciertos de AC/DC, pensó que la de 2012 sería la última batalla. Y lo fue, pero para él.
Tras seis derrotas el PP ha apostado por otro candidato: desconocido para el votante español, alejado del carisma de una o de los galones del otro, joven y con proyección para dar unas cuantas batallas y, quién sabe, lograr repetir victoria y, esta vez sí, derrocar a los socialistas de una vez. Esa victoria, según los sondeos, tendrá que seguir esperando.