Lo que cuentan los medios no es real

España resumida en una fotogalería en blanco y negro. En ella, jornaleros, gente buscando comida en un contenedor de basura, calles cerradas, obras a medio terminar, gente acudiendo a la beneficencia para poder comer, chabolas, suburbios ruinosos… España, sí, en todas y cada una de esas fotos. Pero, a la vez, eso no es España. O no sólo eso. Aquí lo sabemos, claro, pero en Estados Unidos, donde se publicó la fotogalería bajo el título «En España, austeridad y hambre», no ¿El problema es la fotogalería? No, el problema es que creemos a pies juntillas lo que dicen los medios de comunicación. Te voy a contar cómo funcionan por dentro para que no vuelvas a cometer ese error.

Fue, nada menos, que The New York Times quien firmó la fotogalería. Instantáneas de una intensa belleza y un dramatismo acentuado por el blanco y negro elegido para ellas en el diario por excelencia, quizá el más prestigioso, reconocido, afamado y respetado. Pero esa fotogalería, sin ser falsa, era falsa. Como también la visión que se desprendía del titular del reportaje que le acompañaba: «España retrocede mientras sus hambrientos rebuscan en los contenedores de basura su próxima comida». Lo peor es que, seguramente, un buen número de lectores del diario ahora piensen que España es un país así, abocado a la pobreza y el retroceso. Y el daño en términos turísticos, que es uno de los principales motores del país si no el principal, puede ser tremendo. ¿Cree la gente todo lo que lee en la prensa? Depende.

A juzgar por comentarios que se pueden escuchar en el metro y en los bares, a veces y en según qué ámbitos, en gran medida. En la última huelga general un familiar de avanzada edad llamó por teléfono asustado por lo que estaba pasando en Madrid, que poco menos que estaba en llamas. Lo habían dicho en un programa de Intereconomía.

Kiosco (Fuente: CC)

¿Exagerado? Otros medios, por ejemplo, han sentenciado a políticos por supuestas tramas que nunca llegaron a nada. ABC mostró en su portada la fotografía de un sospechoso y le llamó asesino sin que luego fuera el culpable. Público dijo hace cuatro años que Rajoy decidía irse. El Mundo sigue manteniendo que ETA está detrás del 11M. Y en todos y cada uno de esos casos la gente creyó a los medios. ¿Entonces? La realidad que muestran los medios no es real por una serie de cuestiones. Un teórico de la comunicación llamado Paul Watzlawick planteó este tipo de debate en un libro llamado ‘How real is real?’ que en España tradujimos como ‘¿Es real la realidad?’.

En él venía a decir que lo que muestran los medios es una versión de la realidad, una realidad ‘mediatizada’ por una serie de prácticas concretas que muestran una selección de lo que sucede que los ciudadanos aceptamos como palabra divina. Pero no es así.

¿Cómo elige un medio de qué habla?

Los medios ya deforman la realidad al seleccionar de qué informan y de qué no. Hay medios, por ejemplo, que no hablan de toros. O de boxeo. Otros nunca hablan mal de según qué partidos o empresas, otros ni siquiera citan según qué opiniones o realidades.

Por haber, hay medios que no hablan de la iglesia, o de homosexualidad, como si con obviar determinadas problemáticas o cuestiones bastara para que desaparecieran. Los medios crean en muchos casos realidades a medida que en demasiadas ocasiones responden a los intereses de quienes los gestionan. He ahí el motivo real de la crisis del periodismo, y no internet.

Pero más allá de la ideología y los intereses están las rutinas de producción de información, es decir, todo el conjunto de cosas que se hacen en los medios hasta publicar sus contenidos. Por ejemplo, los teóricos de hace unas décadas hablaban de un ‘gatekeeper’, un guardián de la puerta cuya misión era seleccionar.

¿Qué selecciona? Qué noticias tratará su medio y qué noticias no y, además, de qué manera lo hará. Ese ‘gatekeeper’ tendrá un criterio marco que será su propio medio de comunicación: qué tipo de medio es, a qué noticias prestan atención, qué vinculaciones políticas o sociales tiene y cuál es su fin más allá de informar.

Su selección es la que da ‘enfoque’ a hechos que bien podrían ser neutros, y los moldean a la imagen y semejanza de los intereses del medio. Su selección, por así decirlo, acomoda el contenido al medio. Sin embargo lo importante no sólo es eso, ya que habrá otros criterios que marquen sus elecciones. Esos criterios son comunes a todos los medios de comunicación y tradicionalmente se han dado a conocer como ‘valores noticia’ o, algo más enrevesado, ‘criterios de noticiabilidad’.

Para entendernos es una especie de tabla de preguntas para saber si algo es noticia o no. Por ejemplo un criterio sería que afecte a gente importante. Que Rajoy se rompa una pierna es noticia, que me la rompiera yo no lo es. O que afecte a mucha gente. O que suceda cerca, no sólo en un sentido de cercanía física, sino también social, lo que explica por ejemplo que nos interese lo que pasa en Nueva York pero no lo que sucede en Rabat.

Pero hay un criterio clave: algo sorprendente, inédito e inusual casi siempre será noticia. En el argot periodístico existe un silogismo para definir esto que dice que el hecho de que un perro muerda a un hombre no será noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí lo será. Eso viene a decir que las noticias son grandes recopilaciones de cosas relevantes porque afectan a gente importante (un reducido número de personas), porque afecta a mucha gente a la vez (un reducido número de casos cada tanto) o, entre otros criterios, porque es algo inusual.

Apliquemos esa tabla al reportaje de The New York Times: muestra algo relevante, que afecta a mucha gente, que sucede en un lugar cercano sociológicamente a EEUU y que, además, es inusual. Y, encima, las imágenes son bonitas. Ahora bien, ¿es representativo ese reportaje? ¿Es eso España? No, no lo es. Así que tenemos un contenido noticioso que, en verdad, no es real. Y ahí no termina el asunto.

¿Cómo cambia el contenido al procesarlo?

Una vez seleccionados y amoldados los contenidos hay que elaborarlos. En ese sentido, aspectos como qué titular se elige, qué adjetivos y sustantivos se usan, qué foto o recurso ilustra la información, su tamaño relativo en el medio de comunicación y el lugar donde aparece marcan enormemente la importancia de esa información. En otras palabras, son aspectos que indican a los lectores que un contenido es más importante que otro. Y no sólo es eso: el periodista no sólo cuenta historias y jerarquiza unas sobre otras, también contextualiza, explica, interpreta, analiza. De hecho una de las cosas que más hace un periodista es vincular eventos aparentemente aislados con otros y establecer relaciones que cambian el significado del relato.

Por ejemplo, establecer una relación entre la masa forestal arrasada por los incendios de este verano en Málaga con las inundaciones tras las lluvias del viernes. O con la edificación masiva.

Establecer ese tipo de relaciones ya cambia el mensaje porque algo como una inundación consecuencia de un fenómeno natural se convierte en un problema que no sólo podía haberse evitado, sino que la acción de determinados organismos ha causado.

¿Qué consecuencias tienen este tipo de prácticas?

Los medios básicamente crean por sí mismos la sensación de que existe una realidad que no es tal, como sucede con el ejemplo del New York Times. Lo que se publica en los medios existe, es notorio y llega a todos. Sin embargo lo que no sale en los medios sencillamente no existe. Eso viene a ser más o menos lo que dice otra teoría, la de la agenda-setting: los medios fijan una agenda en la mente de la gente, separando lo que es importante y lo que no lo es.

Ese tipo de prácticas son fácilmente perceptibles en las encuestas que hace el CIS sobre preocupaciones ciudadanas. A la gente, por ejemplo, le preocupan los políticos y la corrupción, algo que se corresponde con el inicio de la aparición de noticias sobre tramas corruptas en los medios. Mientras éstas se llevaban a cabo hace unos años los medios no tenían constancia de ellas, por tanto no hablaban de ellas y, por tanto, la gente no mostraba preocupación por ese asunto. Esa teoría tiene una evolución, la del ‘framing’, según la cual no sólo te dicen qué merece tu atención, sino también qué tienes que pensar sobre ello: si hablo de inmigración creo una sensación de que eso es noticia, y si además lo hago de forma negativa creo la sensación de que es un problema. Y eso sin entrar en el género de la opinión.

¿Y cómo percibe la gente la información creada?

¿Y qué pasa cuando se ha seleccionado un contenido y se ha elaborado? En sociología de la comunicación existía una teoría que sostenía que la ‘masa’ engullía tal cual el mensaje de los medios y lo aceptaba sin chistar. Se llamaba ‘bullet-throw theory’, que en castellano tradujimos por un más pacífico ‘teoría de la aguja hipodérmica’ por aquello de que los medios ‘inoculaban’ la información. Era la época de las guerras mundiales y ‘La guerra de los mundos’, de la propaganda política salvaje y sin regulación.

Luego aparecieron otras teorías, como la del ‘two-step flow’, según la cual lo que realmente influía a la gente era la información a través de determinados líderes de opinión que interpretaban el mensaje y se lo hacían llegar. Ni una ni otra idea son tan descabelladas.

Obviamente con el tiempo se evolucionó: la ‘masa’ no es masa, sino que se compone de grupos con intereses y características diferentes, a los que influyen cosas diferentes y consumen medios diferentes. Incluso, con internet, se reforzaron conceptos como el ‘feedback’ y, ahora, la replicación de las redes sociales. El ciudadano tiene acceso a una enorme cantidad de información más o menos diversa, medios de juicio y elementos de discusión. Pero sigue, en muchos casos, creyendo la información que consume que, eso sí, ya no viene sólo de los medios, sino también de redes sociales, nuevos líderes de opinión y otros ciudadanos.

Esa replicación es el caldo de cultivo para rumores infundados y linchamientos públicos. Es el caso de lo sucedido hace unos días con las manifestaciones frente al Congreso. En las redes sociales se empezó a decir que un joven había quedado paralítico tras una carga de la policía. La indignación de la gente iba en aumento, incluso con insultos y frases airadas.

Finalmente ni era joven, ni se ha quedado paralítico ni es tan seguro que lo que sucedió pasara tras la carga de la policía ya que, según algunos testigos, se tropezó y una caída aparentemente sin consecuencias derivó en un problema importante porque ya tenía una dolencia previa en la espalda. A pesar de que estos datos empezaron a circular al día siguiente, muchos seguían reiterando las acusaciones airadas contra la Policía por este hecho concreto, además de por otros.

Ante esta replicación, ante la generalización de mensajes a los que la gente se adhiere se coloca otra teoría de origen político pero que bien funciona con las redes sociales: la de la espiral del silencio. Es aquella según la cual ante una opinión aparentemente generalizada sobre un asunto la gente que opina de forma diferente tiende a guardar silencio para evitar represalias sociales, tales como discusiones o críticas. Retomando el ejemplo anterior, pocos en las redes sociales se atreverían a cuestionar la conveniencia de que alguien con una dolencia medular previa estuviera en pleno centro de los disturbios en la manifestación. Al menos no sin recibir críticas por decir eso.