Pablo Iglesias, en 'La base' (Fuente: Público)
Pablo Iglesias, en 'La base' (Fuente: Público)

🫵🏻 Sin intermediarios

Si estás leyendo este boletín es porque lo has cazado por las redes sociales o porque te apuntaste para que te llegara al correo. Es decir, no hemos necesitado de un medio de comunicación que nos haga de alcahueta periodística para ponernos en contacto, o al menos no de forma directa. Y de eso va la carta de hoy: del fin de la intermediación en todos los planos, desde el cultural al deportivo o, por supuesto, el político. Como lo de las criptomonedas, pero sin que te estafen por creerte más listo que los demás.

Al lío 👇🏻

🫥 Punto uno: sin punto medio

Imagínate que estás en la Edad Media. Que eres un artesano más o menos acomodado y que vives en una floreciente ciudad, en la que bulle el comercio y a la que cada día acuden campesinos del entorno a comprar y vender. Sales a dar una vuelta y les ves en sus carros, como ves a los soldados, a otros comerciantes, a los miembros del clero y hasta a algún noble. De hecho, acabas de ver pasar por la calle al gobernante de turno, escoltado por su séquito. Hoy no tiene audiencias. En un entorno pequeño, el contacto con lo que sucedía era casi directo.

Con el paso del tiempo la vida se hizo más complicada. La unidad territorial ya no era la ciudad, sino algo mucho mayor. El acceso a gente de distinto origen o condición se volvió más complicado. La Corte estaba a días a caballo de donde estás, en otra ciudad, y se fue haciendo inaccesible. Muchos vivían y morían sin saber cómo es la cara de su rey. Las ciudades crecieron con la industrialización, llegaron las migraciones y el germen de la vida moderna. Y también los medios de comunicación.

Se llaman medios porque eran mediadores. Servían para que la gente supiera qué sucedía a grandes distancias. Primero en su región, luego en su país y más tarde en todo el mundo. Muy pocos hoy en día podrán decir que han visto en persona a un rey, o a un presidente del Gobierno. Pero sin duda todos le reconoceríamos por la calle si le viéramos porque sabemos a ciencia cierta cómo es su cara. Les vemos casi más veces que a muchos amigos.

El mundo ha cambiado otra vez gracias a internet. Aunque es más grande que nunca, más accesible y más global, los medios de comunicación ya no son los únicos medios para comunicarnos. De hecho, para las nuevas generaciones son intermediarios prescindibles: ahora hay decenas de fuentes que nos acercan lo que sucede. Y lo hacen adaptando el mensaje a nosotros: podemos elegir quién nos cuenta cada cosa en función de visiones del mundo compartidas, formatos que nos encajen o hasta tonos que nos diviertan. Y, por supuesto, centrándonos sólo en temas que nos interesen dejando de lado aquellos que no.

El Reuters Institute publicaba hace unos días su edición anual del Digital News Report, que analiza el estado de la comunicación digital en casi medio centenar de países. 

Hay muchos datos interesantes, pero uno ha llamado la atención de forma particular: el interés en las noticias ha caído en casi todos los países desde 2015, siendo España el que peor cifra registra, con un bajón de treinta puntos porcentuales (del 85% que decía estar interesado antes al 55% actual).

Al hilo del informe de Reuters, El País sacaba un interesante reportaje acerca de por qué los jóvenes no consumen noticias de medios de comunicación. En corto, no les interesan, no las entienden, no las consideran necesarias. Culpa de los jóvenes, que creen que no necesitan comprender el mundo que les rodea y luego pasa lo que pasa. Pero también culpa de los medios que no se han interesado por ellos, ni por sus temas.

El día que las redacciones, tertulias y eventos periodísticos dejen de estar plagados de señores mayores que no critican sin saber lo que hacen ‘youtubers’ y ‘twitchers’ igual la cosa empieza a cambiar. O quizá ya sea tarde, quién sabe.

🎯 Punto dos: acceso directo

Lo de los medios de comunicación es un ejemplo paradigmático: a mayor competencia disponible, con una oferta más personalizada y adaptable, menor dependencia. Eso si haces una lectura económica, de mercado, y siempre suponiendo que las alternativas son equiparables a los medios. Y ahí es donde los periodistas se revuelven: sí, hay muchos ‘youtubers’, ‘influencers’, ’twitchers’ y demás, pero ¿hacen periodismo?

El formato no determina el contenido, está claro. Es decir, se puede hacer periodismo en cualquier entorno, porque lo importante es el contenido y el proceso. La cuestión es que si la gente (sobre todo la joven) ha dejado de consumir sólo información de medios o también información periodística, que no tiene por qué ser lo mismo. Porque ahí sí tendríamos un problema enorme de riesgo de manipulación y demás.

Que sí, que los medios tienen ideología y que a veces no son el mejor ejemplo de buenas prácticas, pero al menos hay unos estándares de calidad que otras fuentes no aplican. No todo es periodismo, ni mucho menos, y no cualquier cosa es un medio de comunicación en el sentido periodístico del término.

¿Tiene que ver con el fin de la intermediación? Claro. Ahora, como en la Edad Media, la gente puede acceder directamente a lo que sucede a su alrededor sin necesitar a los medios. Seguro que hay alguien que ha grabado el vídeo de esa explosión mientras pasaba por la calle. Seguro que hay una actriz que tuitea desde dentro de esa gala. Seguro que mi jugador favorito anuncia en su perfil de Instagram si renueva con su equipo o si se va a otro. Seguro que es más fácil conocer de cerca a la candidata a la que quiero votar viendo lo que hace en sus redes.

Si lo piensas, el fin de la intermediación alcanza a todos los ámbitos. Muchos artistas prescinden de discográfica para dar sus primeros pasos porque se hacen conocidos a través de TikTok, como el representante británico de la reciente gala de Eurovisión. Muchos ya no van al cine porque ven los estrenos a través de su plataforma de streaming. Otros ya no van a comprar ciertas cosas porque llaman a un ‘delivery’ para que se lo traiga a la puerta de casa. Hay quien prescinde hasta de salir a ligar porque para eso hay apps de citas que ahorran el trámite.

Esa desintermediación afecta incluso al universo fútbol, donde los jugadores ya prescinden de los clubes como elemento de negociación: cuando les queda un año de contrato, firman con otro club (o se quedan en el suyo) a cambio de una enorme prima de fichaje. Este análisis de El Confidencial al respecto es interesante.

Mbappé es el caso más sonado, pero otros muchos como Messi, Lewandowsky, Dembelé o Carlos Soler (ay) sirven como ejemplo de una forma de proceder que empezó con Neymar.

🪞 Punto tres: tal como somos

Y ahora vamos a la política. Allá por 1988, antes de internet, Murray Edelman ya hablaba de la personalización de unas campañas más basadas en el espectáculo que en otra cosa. Los medios contribuyeron a acercar a los dirigentes a la gente, e hicieron que en ese proceso estos intententaran presentarse como ciudadanos ‘normales’ a ojos de sus votantes. 

Al pensar en esto es inevitable acordarse del efecto de la televisión en el éxito de Kennedy, un candidato joven y magnético, frente a Nixon, un hombre mayor y desubicado en aquel primer debate presidencial de la historia. El primero miraba de frente a la cámara, con tono seguro y buena dialéctica. El segundo se mostró dubitativo y sudoroso. Kennedy ganó las elecciones, aunque nueve años después Nixon llegara a la Casa Blanca de todos modos.

Es verdad que los medios no reflejan la realidad tal y como es, a pesar de que en el caso de Nixon la historia demostró que la cámara no se equivocaba. Otro autor, Paul Watzlawick, escribía allá por 1976 un libro traducido como ‘¿Es real la realidad?’ en el que hablaba de que los medios construyen una versión propia de la realidad, en tanto que seleccionan y jerarquizan lo que muestran. Vaya, que no nos dan un reflejo exacto, sino más bien un producto procesado.

Los políticos han sabido usar ese reflejo. Michelle Obama, por ejemplo, lo hacía vistiendo perlas de pega cuando evidentemente podía costearse unas de verdad. La idea es que el ama de casa de clase media americana, que sí lleva perlas de pega, la sintiera más cercana. Y funcionó. Este artículo de 2008 en The New York Times explicaba esa estrategia de imagen, muy medida, bastante bien.

Pero llegaron las redes sociales y ya no hizo falta más intermediación, ni más reflejo. Tampoco en política. Los políticos, como todos los demás, pudieron ser sus propios medios de comunicación y entrar en contacto directo con sus votantes. Y usar las técnicas a su alcance para lograr sus fines, esta vez sin el proceso de filtrado y selección periodístico. Y ya puestos, tampoco con el de verificación o chequeo. Y así fue como llegó Donald Trump al puesto de mando del mundo moderno y empezó a usar su cuenta de Twitter como un manual moderno de retórica de distracción.

Una cosa ha llevado a la otra, y la política se ha vuelto personal. El candidato te habla porque tú le sigues. Cada vez te interesa menos la información porque puedes estar en contacto de forma directa con la fuente.

De nuevo, ¿para qué seguir a un medio de comunicación, que tiene su ideología e intereses, cuando puedes prescindir de su intermediación? Eso obviando, claro está, que esa fuente primaria también tiene sus propios intereses y, sin filtros, nadie que se preocupe por mesurarlos. Y obviando también que, en realidad, no es que prescindas del intermediador sino que lo cambias por otro: antes era un medio y su criterio periodístico, ahora es una red social y su algoritmo. Distintas empresas privadas, distintos intereses comerciales. En ningún caso equiparables.

La identidad ya está por encima de las ideas como consecuencia de ese cambio y esa política personalizada. Baste como ejemplo lo sucedido en las últimas elecciones andaluzas: ha habido un candidato que ha escondido las siglas de su partido porque tenía más valor su propia marca, una candidata que ha puesto su cara en la papeleta para que la gente no se equivocara al votar y otra que directamente no ha presentado programa electoral porque pensó que no le hacía falta. Sólo a uno de los tres le ha ido bien la cosa.

🤔 Uniendo los puntos

Acabar con la intermediación parece un buen asunto si estos pasos medios sólo sirven para encarecer un producto o retrasar un servicio de forma innecesaria. Ahora bien, ¿es buena idea hacerlo a la hora de acercarnos a la realidad?. De nuevo, es lícito ser críticos con el periodismo militante, de uno u otro signo, o con los directores de periódico que buscan desesperados la meta de poner o quitar gobiernos. Pero pensar que acudir a la fuente de forma directa es garantía de objetividad es hacerse trampas al solitario (dicho esto de forma literal). Volviendo a las criptomonedas, es como apostar tus ahorros a un mercado sin regulación y acabar pidiendo regulación porque has perdido tus ahorros.

Descansa, que eso no hay intermediador que lo pueda hacer por ti. Te escribo en unos días 👋🏻