Cuatro sucesos en apenas dos semanas muestran que el procés agoniza (por ahora).
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Cada país es un mundo en cuestión de pactos políticos: los hay donde son imposibles por el propio sistema, como EEUU o Francia, o donde son una cuestión cultural, como en Alemania. En España llevamos unos años transitando esa senda aunque en zonas como Cataluña ya tienen alguna experiencia previa. Y la convivencia nunca es fácil.
En los últimos años han emergido personajes desconocidos para la opinión pública como rostros conocidos ante una emergencia. Sucedió con Trapero con los atentados de Barcelona hace unos años, y ahora sucede con Fernando Simón y la pandemia.
El nacionalismo es en política lo que la fuerza contra una pared en Física: provoca respuestas que empujan en sentido contrario. Así, lo contrario al nacionalismo no es otra cosa que un nacionalismo distinto.
Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.
La nueva convocatoria electoral ha clarificado el panorama: Sánchez sigue en cabeza con mucho margen, el PP mejora, Podemos sigue cayendo, Vox irrumpe con fuerza y Ciudadanos se derrumba.
La izquierda abertzale y ERC sumaron para que la moción de censura de Pedro Sánchez saliera adelante, desalojando así a Mariano Rajoy de La Moncloa. Lo hicieron junto a otras muchas fuerzas, pero con una peculiaridad: ninguna de ambas fuerzas, ubicadas en el independentismo más firme, han solido participar de la política nacional.
El debate soberanista catalán lleva tantos años en primera plana que ha terminado por condicionarlo todo. Da igual la ideología del partido que sea: en todas las formaciones hay sensibilidades más o menos próximas con el independentismo, y eso afecta a la hora de decidir representantes.
Socialismo federalista, centrismo de corte liberal o izquierdismo soberanista. El PSC ha ido contraponiendo sus distintas sensibilidades internas hasta convertirlas en rivalidades electorales de cara a los próximos comicios. El resultado puede marcar el futuro itinerario ideológico para un partido que llego a gobernar y lleva casi dos décadas encadenando caídas en apoyos.
No necesariamente jóvenes, no necesariamente mujeres, no necesariamente técnicos. En una época en la que los votantes buscan nuevas respuestas a sus problemas el mensaje y su forma adquiere una importancia clave ante variables antes más valoradas.