Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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Hay una pareja que, por más que se pelee, nunca se separará: medios y políticos.
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Cuatro sucesos en apenas dos semanas muestran que el procés agoniza (por ahora).
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Cada país es un mundo en cuestión de pactos políticos: los hay donde son imposibles por el propio sistema, como EEUU o Francia, o donde son una cuestión cultural, como en Alemania. En España llevamos unos años transitando esa senda aunque en zonas como Cataluña ya tienen alguna experiencia previa. Y la convivencia nunca es fácil.
El nacionalismo es en política lo que la fuerza contra una pared en Física: provoca respuestas que empujan en sentido contrario. Así, lo contrario al nacionalismo no es otra cosa que un nacionalismo distinto.
Los pactos casi nunca son igualitarios, porque por norma general un firmante saca más que otro. Y eso en política suele ser un problema.
Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.
Se auguraba un duro revés para Ciudadanos, pero el derrumbe ha sido de los que hacen historia. El partido ha pasado de poder formar Gobierno a abocarse a un futuro más que incierto en apenas unos meses.
Podemos y Ciudadanos han logrado un hito histórico: conseguir en apenas cinco años convertirse en fuerzas clave del tablero político, piezas indispensables de la gobernabilidad. Eso sí, el bipartidismo sigue vivo y coleando, y en gran parte gracias a ellos.
La izquierda abertzale y ERC sumaron para que la moción de censura de Pedro Sánchez saliera adelante, desalojando así a Mariano Rajoy de La Moncloa. Lo hicieron junto a otras muchas fuerzas, pero con una peculiaridad: ninguna de ambas fuerzas, ubicadas en el independentismo más firme, han solido participar de la política nacional.