Cuatro sucesos en apenas dos semanas muestran que el procés agoniza (por ahora).
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Cuatro sucesos en apenas dos semanas muestran que el procés agoniza (por ahora).
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Ciudadanos es un partido amortizado, a no ser que PP y PSOE le dejen hueco para respirar.
El fútbol es política pura. Y la política, cada vez más, un partido entre hinchas desatados.
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Cada país es un mundo en cuestión de pactos políticos: los hay donde son imposibles por el propio sistema, como EEUU o Francia, o donde son una cuestión cultural, como en Alemania. En España llevamos unos años transitando esa senda aunque en zonas como Cataluña ya tienen alguna experiencia previa. Y la convivencia nunca es fácil.
A veces no ser nacionalista es otra forma de ser nacionalista sin darte cuenta.
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En los últimos años han emergido personajes desconocidos para la opinión pública como rostros conocidos ante una emergencia. Sucedió con Trapero con los atentados de Barcelona hace unos años, y ahora sucede con Fernando Simón y la pandemia.
El Rey no suele hacer uso de los mensajes a la nación fuera de fecha, y si lo hace es para algo muy importante. El coronavirus sin duda lo es, pero ¿acaso los escándalos de corrupción de la familia real no lo son?
El nacionalismo es en política lo que la fuerza contra una pared en Física: provoca respuestas que empujan en sentido contrario. Así, lo contrario al nacionalismo no es otra cosa que un nacionalismo distinto.
Los pactos casi nunca son igualitarios, porque por norma general un firmante saca más que otro. Y eso en política suele ser un problema.
Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.