“¿Qué tal? Buenos días. Sobre lo de hoy, en la primera no hay problema porque todo el mundo la va a aprobar, sobre la segunda tampoco porque todo el mundo la va a rechazar. En la tercera vamos a intentar un consenso…”. Son poco más de las nueve de la mañana y Ramón Jáuregui, secretario general de grupo socialista en el Congreso de los Diputados y número dos del PSOE en las listas para las elecciones europeas, habla por teléfono. Lo hace con el portavoz de otro grupo parlamentario. “Sabes que a mí no me gusta perder ni a las cartas”, le comenta. Es su trabajo de cada día: negociar con el resto de partidos para que las votaciones salgan adelante. Según sus palabras, “la base de mi trabajo es buscar una relación franca y leal con todos”.
Al poco de entrar en su despacho comenta la agenda del día. A las 9.30 tenemos reunión del grupo, a las 10 hay una recepción con diplomáticos, luego vuelta al despacho, más tarde saludar a un viejo amigo que viene para una comisión. A las 12.30 hay junta de portavoces con el resto de grupos, a las 13 otra reunión, luego un programa de televisión, comida y, a las 16 horas, pleno en el Congreso. En medio, tiene que corregir un texto para un blog. “Sacaremos un hueco para la entrevista”, comenta, mientras hojea la prensa. Lleva así algo más de un año, gestionando su tiempo en franjas de media hora.
Del despacho al Congreso
La rutina de este día “más o menos tranquilo” viene marcada por el pleno de la tarde. Cada lunes cierran la preparación interna del grupo con una reunión de la comisión permanente, los que dirigen el grupo. La tarde del lunes es el momento de cerrar pactos y, los que no se haya conseguido cerrar, se negocian por la misma mañana o, incluso, yendo de escaño a escaño durante el pleno. Mientras cuenta todo esto va llamando por teléfono desde su mesa, en forma de ele, llena de papeles, de espaldas a una ventana en cuya repisa se amontonan los periódicos. A su derecha, un ordenador de sobremesa y un viejo radiocassette. En la pared, una pantalla plana dirigida a una gran mesa de seis plazas para reuniones. Al fondo una librería y una puerta que da al despacho donde están sus dos secretarios. Otra ventana a la derecha de su mesa, junto a la televisión, da a la calle principal, frente al Congreso.
Cuelga el teléfono y vuelve a descolgarlo. Mientras habla limpia su bandeja de correo electrónico, imprime un documento y lo corrige. En apenas media hora hace seis llamadas y le ha dado tiempo a programar su agenda y gestionar su papeleo. Nueva llamada “¿13.20? Vale, tendré que suspender la reunión de… pero vale, venga”. Cuelga. Tengo que grabar un programa de televisión, comenta mientras se levanta y se pone la chaqueta, rumbo al Congreso. En la planta baja, en la llamada sala de columnas, tiene lugar la reunión de todo el grupo para preparar el pleno. Jáuregui se sienta en la mesa central junto a José Antonio Alonso, portavoz del grupo y ex ministro, con quien hablaba antes de la reunión, y otras dos personas. En la grada, caras conocidas: Fernando Moraleda, ex secretario de Estado de comunicación, Pedro Solbes, ex vicepresidente económico, o Mariano Fernández Bermejo, ex ministro de Justicia.
En la reunión se repasa el estado de cada uno de los seis temas que se tratarán por la tarde en el pleno y se llama a la movilización de los miembros del partido. Durante la reunión Jáuregui se levanta para hablar por teléfono. Al rato vuelve a entrar en la sala. La batería de su móvil no debe durar mucho a juzgar por la vida que tiene. A la salida se acerca para indicar que lo dicho en la sala se queda ahí. Dicho y hecho. El diputado se aleja para preparar la recepción a la delegación extranjera mientras bajo al patio del Congreso para la recepción. Será el único rato que pasaremos separados. Al terminar la recepción y su reunión, vuelta al despacho. Hueco para la entrevista mientras Jáuregui toma un café. Su móvil suena dos veces más. Nos emplazamos para el pleno después de comer.
Escaño a escaño
Son las 15.50 horas. Dos agentes cachean a cada persona que sube hacia el Hemiciclo. No se permite ningún dispositivo electrónico, ni móviles, ni cámaras. No se puede aplaudir, ni estar de de pie. Jáuregui se sienta en la segunda fila de la bancada socialista, tras los ministros. Su lugar es el segundo por la derecha. Él capitaliza los movimientos del grupo. Le dan papeles, le llaman, se acercan a hablar con él.
Estar en el Congreso no hace que varíe su ritmo de trabajo habitual. En apenas hora y media atiende siete llamadas de teléfono. Ni siquiera está quieto en su escaño, se ha marchado en dos ocasiones. Al volver se ha acercado a un compañero de partido y a Llamazares. Como adelantaba por la mañana, la actividad negociadora sigue escaño a escaño. Ese día, tal como preveía el diputado, el PSOE perdió una votación en el Congreso. Fue la primera vez de la legislatura tras más de un año negociando.
¿Echará de menos esto?
Sí, me da un poco de pena. Aquí hay un abanico de temas cada semana que te permiten tener una visión muy generalista, un poco de mariposeo en la política.
¿Echó de menos Euskadi cuando se vino a vivir a Madrid?
Euskadi forma parte de mi hábitat político y personal, pero políticamente mi tiempo terminó allí. Hay quienes me dijeron que hubiera sido muy oportuno que acompañara a Patxi López, pero siempre dije que el lehendakari tenía que construir su equipo con su gente y con su tiempo, que mi tiempo ya pasó.
Su tiempo pasó allí y vino a Madrid. ¿Irse a Bruselas implica que también pasó su tiempo aquí?
Esta ha sido una opción más del partido, que ha decidido que mi presencia en la lista europea podría ser conveniente para tener una lista más fuerte, con más peso político, con una mayor capacidad de conexión ciudadana y complementando al número uno.
Se dice que la decisión no le agradó demasiado…
Sí, sí me agrada. Pensé que hacía un trabajo muy interesante aquí, pero puedo hacerlo también en el Parlamento Europeo. Además, yo tengo un sentido de lealtad al partido y de la disciplina muy grande y tengo a gala haber dicho que sí siempre a lo que el partido me ha pedido. Y además, la experiencia europea es la única que me falta en mi largo currículum político.
El debate europeo es un debate más elevado, con atalayas un poco más suprapartidarias y, al mismo tiempo, lo que se está debatiendo en Europa es lo que le importa al mundo: desde el debate energético hasta el cambio climático, desde la refundación del capitalismo a la regulación de los paraísos fiscales. Todo lo que está en juego en este incierto siglo XXI se está debatiendo en Europa.
¿Cree que volverá a la política nacional?
Tengo 60 años y mi destino es para cinco años. Soy consciente de que estoy en la última etapa de mi vida política. Pero en fin, nunca se sabe.
Se plantean difíciles las elecciones…
Están difíciles, sí, pero no creo que eso asuste a nadie. Las elecciones europeas tienen un problema principal y es que tienen un porcentaje de abstención muy alto.
¿Porqué Europa no interesa más a los ciudadanos?
Porque no hemos conseguido incorporar la cuestión europea a la vida mediática. Pero también porque las instituciones europeas no han tenido todavía las formas democráticas necesarias. Por ejemplo, no elegimos un presidente de la Unión Europea. La pasión electoral no se instala porque la gente no cree que se juegue gran cosa, éste es el problema.
¿Y qué es lo que se juega el Gobierno socialista en las urnas?
Una referencia para el futuro, pero no el ánimo de las elecciones generales. Es mentira que las elecciones generales vayan a dilucidarse como consecuencia del resultado de las europeas. Las elecciones generales se producirán dentro de dos o tres años y el ánimo para esas elecciones está por crear: hay que esperar a ver cómo va la crisis, cómo se supera, cómo lo hace el Gobierno, cómo lo hace la oposición…
Ha sido vicelehendakari, le han hecho ministro miles de veces sin llegar a serlo nunca, ahora se va de número dos ¿no tiene la sensación de ser el eterno segundo?
Yo lo he hecho casi todo y estoy muy orgulloso. Conozco muy bien la vida municipal porque fui alcalde de San Sebastián, una de las cosas que más ilusión me han hecho, he sido vicelehendakari, secretario general de un sindicato en el País Vasco, he hecho oposición… Lo he hecho casi todo y en ese sentido estoy muy contento de añadir la vida política europea a mi currículo. Es posible que sea el eterno número dos, sin embargo me parece que soy un número dos bastante incómodo para el uno porque compito.
Además de lo que comentaba, es ingeniero técnico, abogado, ha tocado temas de trabajo, de economía, del área antiterrorista… Si tuviera que elegir una cartera de esas que tantas veces le han tocado en las quinielas, ¿con cuál se quedaría?
La empresa, la industria, la relación con el mundo empresarial me interesa desde una perspectiva incluso social. Creo mucho en que la empresa es un pilar no sólo de la economía y del mercado, sino también de la sociedad. Creo en convertir a las empresas en agentes de sostenibilidad y de cohesión social.
Como socialista estará muy contento del resultado de las elecciones en Euskadi, pero usted también estuvo en la lista más votada hace dos décadas. Entonces no lograron la lehendakaritza, pero López, sin ser el más votado, sí la ha conseguido. ¿No da rabia?
No, son circunstancias históricas diferentes. En aquella ocasión no había ninguna forma de conseguir un lehendakari socialista porque ningún partido lo apoyaba: todo el arco parlamentario era nacionalista y ninguno quiso apoyar la investidura. Entonces optamos por otra fórmula, la de la coalición con el PNV, que resultó muy interesante, ya que el país avanzó enormemente. Nosotros hubiéramos preferido un gobierno con el apoyo del PNV, pero jamás se prestó a esa posibilidad.
¿Tendrá un coste demasiado elevado haber enfadado al PNV?
No se sabe, está por ver. Hasta ahora está teniendo algunas consecuencias en las mayorías parlamentarias de aquí, que son complejas. Es verdad que el PNV ha distorsionado un poco el mapa electoral con una actitud muy agresiva contra el Gobierno de Zapatero que está siendo utilizada por el PP, por Convergència y por otros grupos. Yo suelo decirlo al revés: a Zapatero le hubiera bastado apoyar a un lehendakari nacionalista para tener la legislatura asegurada, porque tendríamos al PNV comiendo de nuestra mano durante los tres próximos años. Pero se ha hecho una política responsable diciendo que no tenemos miedo a que el PNV nos machaque.
El PP ha sido muy contrario a los partidos nacionalistas durante los últimos años, aunque el Gobierno de Aznar ya pactó con ellos. ¿Es descabellado pensar en una renovación de estos pactos dada la situación?
No lo descarto en absoluto. En el fondo el PNV está esperando que haya una legislatura corta, que Zapatero caiga, que haya elecciones y que Rajoy, supuesto ganador de un adelanto electoral, les pida el voto para la investidura. El precio del PNV ya sabemos cuál va a ser: echar a López. Veremos qué hace el PP entonces. El PP está aprovechando de una forma bastante cínica la actitud del PNV en las Cortes.
¿Contemplan entonces la posibilidad de que se celebren elecciones anticipadas?
Ese es el horizonte que se marca la oposición, lo que ellos quieren es que el Gobierno fracase ante la crisis y convoque elecciones dejándonos solos en el Parlamento. Nosotros no vamos a incurrir en ese riesgo: trabajamos y trabajaremos para evitarlo
Hay algunas cuestiones que siempre se plantean cuando se acercan elecciones: ¿Habría alguna posibilidad real de modificar la ley electoral?
Según en qué aspectos. La ley la vamos a revisar en los aspectos en los que hay consenso: voto de los inmigrantes en España, voto de los españoles en el exterior, facilitar técnicas de votación a las personas discapacitadas… Ahora, los fundamentos de la ley electoral, de lo referente al modelo de circunscripciones, en el sistema de elección, eso es muy complejo porque abre intereses contradictorios y se trata de una ley consensuada en nuestro proceso constituyente que requiere consenso para ser modificada.
Si haces una reforma que beneficia a Izquierda Unida porque buscas una representación mejor del voto minoritario perjudicas a la representación territorial. Lo que beneficia a IU perjudica a los nacionalistas, lo que beneficia al PSOE y al PP como partidos dominantes perjudica a los minoritarios. El hecho de que la ley fuera hecha en el periodo constituyente no quiere decir que sea mala.
Es la ley que se aprobó y que tiene enormes ventajas también, pero claro, tiene puntos que a algunos les perjudica. Nosotros estamos dispuestos a renovar ese consenso, pero tiene que ser fruto de un acuerdo con todos.
¿Y sobre la listas abiertas, como hay en otros países?
Puede establecerse alguna orientación en elecciones municipales, pero atención porque también tiene inconvenientes. Por ejemplo, hay personas que pueden pagarse las campañas y pueden producir enormes discriminaciones en función de que sus nombres van avalados por campañas personales. La gente cree que las listas abiertas por sí son buenas, pero ya hay un modelo en España en el que la gente puede elegir y no elige, como es el Senado.
¿Qué tendrían que hacer los políticos para mejorar su imagen ante la ciudadanía? Porque parece que a la gente le interesan temas más concretos de los que tratan los políticos
La política a veces es un poco abstracta, y tiene una liturgia en su realización. No toda la política es resolver cosas tan concretas como el precio del pan o el precio de la hipoteca. La política es todo eso y más. Los ciudadanos tienen que ir aprendiendo que la política se articula de esa manera. Pienso que lo que tenemos que hacer es dar ejemplo: los políticos tenemos que hacer las cosas bien. Luego hay que hacer mucha pedagogía, por supuesto, y también tienen que ayudarnos los medios, que tienen que incorporar una fuerte dosis de educación democrática.
¿Por qué parecen los políticos tan alejados?
No lo sé. Yo no creo que lo estemos tanto. Me considero un ciudadano muy normal. Voy al cine el sábado por la tarde siempre que puedo, salgo a cenar con mis amigos de vez en cuando y tomo potes cuando me da la gana. Soy uno más, no sé. Sinceramente, yo no me alejo de la gente, estoy ahí. Trabajo un montón de horas y las que puedo las uso como un ciudadano más. Me molesta mucho esta sensación de que somos extraterrestres, gente ajena. Yo no la comparto.
También se ha hablado mucho últimamente de que los diputados hagan público su patrimonio
Estoy completamente de acuerdo con que se publiquen las actividades de cada diputado y también estoy de acuerdo que se publique el patrimonio. Yo, lo confieso, escribo y doy conferencias. Algunas las hago gratis y en otras me pagan cuatro perras, 125 euros al mes por un artículo. A mí eso no me importa que se sepa, es mi trabajo, lo hago los domingos y lo incorporo a mi actividad. Pero atención porque este ejercicio de desnudar a los políticos no arregla nada. Que nadie crea que con esto va a producirse la fórmula mágica para, de pronto, hacer transparente y honrada a la política y a los políticos.
Nota: El texto originalmente se publicó en dos partes, aquí estaba la primera y aquí la segunda