Definitivamente, los países emergentes han conseguido hacerse un hueco con las grandes economías del mundo. Cinco nombres que no aparecían hasta ahora en los planes de los grandes están consiguiendo su sitio en las fotos oficiales más importantes, captando titulares y sorprendiendo a las viejas economías, todavía en shock por culpa de la crisis financiera que les azota.
En la lucha por la influencia mundial sólo vale una cosa: el tamaño de tu economía. Y en ese sentido, los emergentes cumplen. Justo cuando los demás se hunden por culpa del derrumbe de los mercados, Brasil crece casi un 2% y sale de la recesión, China se dispara un 7,9% e India un 5,8% a principios de año. Incluso Australia ha sabido capear la recesión con soltura, tanto es así que ha acabado incluso por subir los tipos de interés. En la lista asoman otros nombres, como México, Malasia o Sudáfrica, con unas economías aún no tan fuertes.
No es que la crisis no les afecte, que también, pero ha sido la piedra de toque que necesitaban para reducir diferencias con sus hermanos mayores. Países como Brasil, China e India han tenido voz y voto a la hora de discutir el futuro del mercado financiero tras la sacudida de la crisis. Junto a Sudáfrica y México han conseguido sus asientos en el G-20 y, por su mayor representatividad, han contribuido a que el nuevo centro de decisiones económicas del mundo sea esa reunión y no el G-8, vetado para los mismos de siempre, a pesar de que países como Italia o Rusia no avalen con datos económicos su presencia en dicho foro.
Además, Brasil está ‘comprando’ con solvencia una posición de fuerza en un Fondo Monetario Internacional cada vez más abierto a los emergentes. No en vano, Brasil invertirá durante el año que viene más de 6.800 millones de dólares, mientras que España, que sigue teniendo una economía más potente que Brasil, invierte unos 4.140.
Eventos, compras e influencia política
De todos los mencionados, sin duda el que que más flashes se está llevando ahora mismo es el Brasil de Lula, flamante organizador de los Juegos Olímpicos de 2016, por primera vez en Latinoamérica, sólo ocho años después de que la China aún comunista organizara los Juegos más espectaculares que se recuerdan. Pero puestos a hablar de eventos, los emergentes no son novatos: Sudáfrica acogerá el año que viene un Mundial de fútbol que, cuatro años después, viajará precisamente a Brasil, con todo lo que supone eso en visibilidad internacional.
En nuestro país también se empieza a notar este giro económico: Brasil encabeza el número de adquisiciones llevadas a cabo entre empresas de países desarrollados y emergentes, que pasó de las 2.322 en 2007 a las 2.478 en 2008, un 7% más. Fuera de nuestras fronteras, las cifras globales muestran que las que más invierten son India, China y Malasia, especialmente en EEUU y el Reino Unido.
Con dinero se consigue influencia, una influencia que no sólo se queda en organizar eventos, sino también en el nivel político. Así Brasil ha sabido colocarse como el país más influyente de toda Latinoamérica esquivando los enfrentamientos entre Venezuela y Colombia, cuyos gobernantes, cada uno desde un lado del espectro político, intentaba alzarse con dicha posición.
Discretamente, Lula ha sabido pasar de las palabras a los hechos, resultar invulnerable a las iras de Hugo Chávez en virtud de sus enormes inversiones y ganarse el respeto de Álvaro Uribe evitando manifestarse sobre las polémicas bases de EEUU en suelo colombiano. Igual, sin hacer ruido, desbloqueó tras dos meses la situación de Honduras alojando bajo su Embajada en Tegucigalpa al presidente depuesto, Manuel Zelaya, en uno de esos gestos que sólo una potencia influyente puede realizar.
A Lula, que confía en que su país esté entre los cinco grandes antes de siete años, nadie le tose.