Cuatro hombres juegan a pelota en el frontón de Elorrio, una pequeña localidad vizcaína a medio camino entre Bilbao y San Sebastián. Es un día festivo en toda la provincia, y casi toda la gente del pueblo, situado a las puertas del corazón industrial de Euskadi, está en la calle. La pared contra la que golpea la pelota en el frontón es un lateral del Ayuntamiento, cuya fachada fue portada de todos los medios nacionales hace escasas semanas. Entonces los flashes se los llevaba Carlos García, edil del PP cuyo voto ha arrebatado la alcaldía de la localidad a Bildu y la ha dejado en manos del PNV. Los insultos y gritos que recibió agitaron los titulares de los días sucesivos.
Ahora ya no hay flashes ni cámaras. Tampoco hay bandera de España ondeando en la ventana, como en tantos otros pueblos de Euskadi y de fuera de Euskadi. Lo que hay son cuatro hombres lanzando la pelota contra la pared mientras sus vecinos les aplauden. En la pared lateral, una pintada a favor de los presos de ETA de dos metros de altura. La intención inicial de la visita era entrevistar a García, pero a última hora cancelaba la cita por un compromiso. El paseo por la localidad que con sus 7.252 habitantes se hizo famosa por un día tiene lugar igualmente, aunque sin él y sus escoltas.
En las calles del centro se pueden encontrar algunas banderolas de apoyo a los presos en casas particulares, incluso algún cartel de apoyo a Andoni Zengotitabengoa, “el único preso político de Portugal”, uno de los etarras que fue grabado en una ferretería tras abandonar un piso con tonelada y media de explosivos. A las afueras del pueblo, ajenos al gentío del centro, de la partida del frontón y del espectáculo de títeres que atrae a decenas de niños, tres chavales del pueblo pasan la tarde en su local. La puerta está decorada con una bandera con la leyenda ‘Gora Euskal Herria’ y el escudo de las siete provincias. Dentro están Joseba, Gaizka y Jokin, tres jóvenes de entre 19 y 23 años, que comparten su punto de vista sobre Bildu y lo que representa.
Simbología abertzale
Joseba lleva una camiseta del Partido Comunista y es el que invita a pasar, ofreciendo tabaco al encender la grabadora. Sentados en dos sillones, los jóvenes veían un programa de Neox, el canal de TDT de Antena 3. Confiesa que no ha votado en estas elecciones “porque no me fío de lo que hagan los otros”. Gaizka es el más joven, el que menos habla. Jokin, el dueño del local, acaricia a su perra en el sillón.
Él tiene claro por qué ha ganado Bildu: “Es un voto para el pueblo, es un grupo político del pueblo, que apoya al pueblo, que viene del pueblo. La que iba a salir de alcaldesa era mi jefa, otro era primo de un amigo. Son gente conocida que sabes de qué pie cojea, a la que puedes hablar por la calle”, comenta. En contra destaca la figura de García, el edil que fue increpado: “Personalmente no le conozco, pero vete y dile ‘oye tú, pasa esto’, pues igual el otro se lo toma a mal”.
Las ideas son comunes: “Bildu son mogollón de jóvenes”, “son más transparentes”, “son para reforzar lo nuestro”. Joseba achaca el éxito de la coalición a que los partidos grandes “han estado ilegalizando a los partidos abertzales y siempre metiendo caña… Yo creo que ilegalizan para rascar votos para otro sitio. La gente no quiere eso. La gente no quiere ni PSOE ni PP”.
En su opinión “el partido es lo de menos, la cosa es la persona que dirige. Puede ser del PP y puede ser buen tío, buena persona, no ser extremista ni nada”. Y ahí salta la liebre: ¿por qué se increpó a Carlos García? “Cinco mil puestos de trabajo iba a traer a Elorrio, según dijo. ¡Pero si somos siete mil!”, se ríe Gaizka. “¿Has visto lo que ha estado diciendo del pueblo en la tele? Ha estado hablando muy mal, pero que muy mal, como que somos muy hostiles o no sé qué”, tercia Joseba.
A los tres les sienta mal que el edil del PP venga de fuera, que nadie le conozca, y que haya entrado “como un elefante en una cacharrería”. “Aquí al PP no se le quiere”, dice Joseba. “Vale, pero tienes que respetar, aunque no te mole, si sale, te jodes”, responde Jokin. “Que respete que no se le quiere”, replica su compañero. “Lo que no me gusta de ese tío es que ha pasado lo que ha pasado y dice que no va a flojear, que quiere esto, esto y esto”, enfatiza golpeando el dorso de una mano contra la palma de la otra. “¿Dónde está el héroe de España?. Decían ‘tiene huevos el que ha salido el del PP’. ¿Dónde está el héroe de España que ni siquiera vive en el pueblo?”.
Las paredes del local están llenas de imaginería proabertzale. Carteles contra el Tren de Alta Velocidad, un relieve de apoyo a los presos, una bandera con el escudo de Euskal Herria. Hasta una pegatina de SEGI, la cantera de ETA, medio arrancada en el quicio de una puerta. Pero a pesar de la imagen que transmite el local y de sus palabras, son tan vehementes contra ETA como lo son contra el resto. “Yo no apruebo nada del terrorismo, todos son una panda de hijos de puta, los políticos, los que andan pegando pepinos por ahí, todos”, sentencia Jokin.
“Quien vea vuestras banderolas pensará…”, empiezo a decirles. “Etarras”, dice Joseba, “a mí me ha pasado”. “Mira, familia mía ha estado en la cárcel, que ha hecho lo que ha hecho, vale, pero yo apoyo que esté en Euskadi, que esté en mi pueblo, no que esté a tomar por culo a 800 kilómetros para visitarle, hacerte esa distancia cada fin de semana para visitar a tu hijo… vamos, no me jodas. Pónmelo en Basauri o así, tenerlo a hora y media, no tener que irte de viaje tres días”, dice Jokin. “Anda y que no hay cárceles aquí”, tercia Joseba. “¿Han hecho algo las familias? Eso otra una condena”, concluye Jokin.
Malas experiencias fuera de Euskadi
Los tres estudian o trabajan en Elorrio, los tres son euskaldunes, los tres han pasado la vida allí. Uno de ellos es hijo de manchego y extremeña, pero destaca que su padre “parece que es de aquí, no habla euskera, pero de ideas…” Sus experiencias cuando han salido de Elorrio no siempre han sido buenas. “Mira, mi hermana se fue a Madrid, nada más bajar del autobús, control de la Guardia Civil, contra la pared y registro, a ella y al cuñado ¿Por qué? ¿Porque lleva una camiseta de Loreak Mendian en Madrid? Dicen ‘no, pues borrokilla, como vas con otro estilo de vestir…’ Un amigo lo mismo, bajó de la estación y le pararon”, cuenta. “Jode que te vayas de vacaciones por ahí y me vean con matrícula de Bilbao y me digan, ‘tú, párate ahí’ ”.
La vivencia es común. Joseba cuenta que en Valdepeñas “a un amigo mío le rajaron el coche de arriba abajo”, y Gaizka añade que a un amigo suyo “le pegaron una paliza también por ser vasco, fue en El Moral”. “Hace unos años estuve de vacaciones por Villarreal y me preguntaban si íbamos con pistolas por la calle. ¿Qué pasa, que no tenéis televisiones en casa? Hay mucha ignorancia”, comenta Joseba.
Él cree que el “toque hostil con los de fuera de Euskadi” se plasma con que “en seguida te asocian con la kale borroka, quemas un contenedor, la lías un poco y te cae un marrón que flipas. Lo quemas fuera de aquí y sin más”. Fuera la gente no quema contenedores, le digo. “Aquí antes sí. Hace cinco o seis años aquí había de todo. Se ha notado mogollón el cambio”.
Ese cambio también lo comparten los tres. Jokin cuenta que “cuando era chaval me acuerdo de las barricadas, de los zipaios pegando pelotazos en el barrio donde vivo…”. “Ir dormido en el bus por la carretera y verlo todo cortado con los bidones encendidos y decir ‘madre mía’ ”, comenta Joseba. “Un cruce con las tres carreteras cortadas con fuego“.
«Yo espero que se acabe la violencia”, dice Jokin. “Pero eso está en mano de todos los partidos, de Bildu y de todos”, le responde Joseba. “Al final es un tira y afloja. Es negociar, una cosa por otra”.