La sede central del Partido Socialista Vasco es austera. La entrada es una pequeña sala de espera con la clave de la WiFi apuntada en un folio colgado en la pared. Cristal blindado y una puerta de seguridad cerrada con llave dan acceso a los despachos. Alfonso Gil es el ‘número tres’ del partido. Pero Alfonso, a secas, es del Athletic. Lleva un pin con el escudo en la solapa de una americana de algo similar al ante de color azul. Camisa a rayas, barba frondosa, hacemos la entrevista el día de las elecciones del club y está inquieto. “La política se mete en todo, y el PNV se ha metido hasta el fondo contra Macua”, comenta.
Está casado con Idoia Mendia, portavoz del Gobierno vasco. Podría decirse que son la pareja con más poder político de Euskadi, pero eso tiene sus contrapartidas. Cuenta cómo es su vida con ocho escoltas, los cuatro de su mujer y los cuatro que lleva él desde hace un montón de años. Cuenta cómo es su vida sin poder bajar a tirar la basura de su casa sin que alguien le acompañe.
Con la grabadora encendida responde a las preguntas con perfecta corrección política. Fuera de grabadora es más humano. “Este hombro ha llevado ocho ataúdes de amigos”, dice en un lance de la conversación. “Vi lo que hicieron con Fernando Buesa, a mí nadie tiene que explicarme qué es ETA”. Ocho escoltas, ocho ataúdes.
“Esto no es el Ulster, aquí no hay dos sociedades, aquí vivimos todos juntos. Arriba de la casa de un socialista vive uno del PP y al lado uno de Bildu”. Pero no todos son iguales: “Vivir escoltado une”, comenta para justificar cómo es posible que el PSE y el PP gobiernen juntos y que parezca que tienen menos diferencias entre ellos que con sus respectivos partidos en Madrid.
“Euskadi vive una situación anormal en la que se ha matado por unas ideas, y eso ha afectado fundamentalmente a socialistas y populares. Tenemos grandes divergencias en muchas cosas, pero hay un paso previo a cualquier debate político en el que estamos de acuerdo, que es que ETA tiene que dejar las armas”, comenta. Las palabras son más benevolentes hacia el PP, socio del Gobierno, que hacia el PNV, que ha ayudado a los socialistas a no adelantar elecciones en Madrid.
Parece raro, pero para él no lo es: “Aquí ha habido dos partidos que han tenido cercenada su libertad, y hasta que eso no esté solucionado no puede haber un debate limpio de ideas. Es evidente que nuestros discursos no tienen mucho que ver, pero es que estamos en una etapa…” Deja pasar unos segundos hasta que encuentra la palabra. “Previa, una etapa previa. Primero nos tenemos que poner de acuerdo en cuál es el marco de juego y luego ya estaremos en condiciones de establecer otros debates”.
Bajo su punto de vista “el PP ha tenido altura de miras y ha sido capaz de llegar a un acuerdo de bases con el PSE porque lo que nos interesa es el elemento común, la reivindicación común de que ETA desaparezca. Cuando eso suceda estaremos hablando de otras cuestiones”.
No quiere hablar de futuro con el PNV porque Lizarra duele en el recuerdo, pero no cierra puertas: “Habrá que recuperar complicidades. No nos negamos a que dos culturas diferentes con un pasado común en algunos aspectos puedan volver a entenderse”. Y cierra su respuesta haciendo futurología, algo que odia: “El día que ETA acabe no estaremos hablando de Zabaleta, de Otegi, de Basagoiti ni de Patxi López. Estaremos hablando de políticas de izquierdas, de derechas, de cuál es el problema de la gente que se queda en el paro… De problemas esenciales que preocupan a la gente”.
Esperanza en el futuro
En su opinión el éxito de Bildu se debe a que “gente bienintencionada ha pensado que votar a Bildu era estar más cerca de la paz”. ¿Lo estamos? “Es evidente que Euskadi está viviendo un nuevo tiempo, pero la sociedad vasca sigue esperando ese último comunicado de ETA en el que anuncia que se disuelve”, comenta. “Y ahí cabe presuponer que determinados ámbitos con determinadas interlocuciones tienen que ser quienes le pidan a ETA que desaparezca”.
El mérito de ese tiempo nuevo lo atribuye fundamentalmente a la política antiterrorista del Gobierno y en segundo lugar a la reflexión que la izquierda abertzale inició tras el atentado de la T4. “Ese fracaso no puede volver a repetirse, la gente ya no va a volver a perdonárselo”. Esta es la buena “porque la sociedad vasca ha madurado y ha cambiado, está cansada de estar estigmatizada por una banda de locos que se mata no se sabe por qué”.
Es optimista con lo que ha sucedido con Bildu: “Veo con esperanza que la entrada en política de una parte de la sociedad que ha estado fuera de las instituciones nos permita vislumbrar un futuro diferente”, dice. Y escucha con esperanza las palabras de Martín Garitano, “esas en las que decía que ETA no iba a atentar más… Esas palabras resultan tan bellas para un ciudadano vasco que lleva un montón de años escoltado y que ha vivido el horror de la persecución…”. Suspira.
Es tan optimista que, sea por convicción sea porque habla como hombre de partido, cree que ”sin duda” el final de ETA está más cerca. Tanto que ve posible que ese final “se sustancie a lo largo de esta legislatura del Gobierno vasco” porque ETA “está en el peor momento de su historia, su debilidad operativa es patente”. Lo piensa y lo repite más firme: “Estamos convencidos de que en esta legislatura del PSE los vascos conocerán la llegada de la paz con el lehendakari Patxi López”.
Después llegaría la “situación normal” del País Vasco. “Euskadi es como un queso partido en cuatro, dos partes de derechas y dos de izquierdas, dos nacionalistas y dos no nacionalistas. Cuando ETA desaparezca el juego estará entre esas cuatro partes”. Se refiere a las cuatro partes que ahora gobiernan y que muestran lo complejo que es el País Vasco políticamente: el PSE está en la lehendakaritza, el PNV en Vizcaya, el PP en Álava y la izquierda abertzale en Gipuzkoa. “Euskadi es así de diverso”, comenta. Algunas de sus respuestas parecen calcadas a las de Mendia días atrás. Por parecerse, hasta se parece el nombre de sus blogs. ‘Participemos juntos’ el de él, ‘Participa conmigo’ el de ella. Todo se pega.
«Ama, te van a matar»
Recuerda con cierto pesar cuando nombraron a su mujer consejera. En casa estaba la televisión puesta y empezaron a hablar de ETA y sus amenazas. “Ama, te van a matar”, le dijo uno de sus hijos. Frente a ese recuerdo brutal, habla en presente. “La desaparición de ETA va a suponer…”, y retoma su discurso más político, el de la sociedad vasca como motor económico, el de ETA como un vagón frenado “en este fantástico convoy”.
“No dudo de que la mayoría de la izquierda abertzale quiera hacer política, pero tiene que demostrar que su apuesta es sincera”. Pero nadie parece fiarse de ellos: “Han sido muchos los funerales a los que he ido y es una etapa terrible. Eso tiene costes, sobre todo de credibilidad. Quienes tienen que demostrar que están convencidos de que la política es el único instrumento para conseguir el bienestar de todos son otros”. Es por eso por lo que no se pacta: “Nosotros hablamos con todo el mundo, pactar ya es otra cosa”, dice.
Ahora Bildu gobierna, así que “lo que quieran hacer se va a ver. Todos nos vamos a retratar. Van a tener oportunidades para decir que están a esta orilla del río”. ¿Y Eguiguren que dice? “Eguiguren sabe de lo que habla mejor que muchos que le critican de manera descarnada”, comenta. Gil conoce a víctimas, a amenazados, a gente de ETA, pero no a gente torturada en comisarías.
“En mi cuadrilla de amigos tengo gente de todo tipo, nacionalistas, partidos estatales, gente de la antigua Batasuna… Lo que pasaba en este país es que no se podía hablar de política. Y desde dos años a esta parte podemos porque ya no tenemos al primo de Zumosol tan duro, tan cruel. Está ahí, pero lo notamos menos”.
Si casi todos se conocen, ¿por qué es tan difícil encontrar una salida? “Estamos siendo fruto de la obstinación de ciertas posiciones”. Y para evitarlo entran todos, también las víctimas: “Tienen que jugar un papel fundamental, no para arrojarlas contra nadie, sino para recordar lo que no se debe volver a repetir. En un futuro inmediato habrá hijos de personas que no tengan padres o madres y que oigan que en Euskadi hubo una violencia que perseguía a alguien por unas ideas. Al final en ese recuerdo lo que tenemos que encontrar es el recuerdo amable de una historia que no se tiene que volver a repetir. Euskadi tiene que aprender, y eso hará que Euskadi sea fuerte”.
Fuera, en la calle, siguen las elecciones del Athletic. Cerca del despacho de Gil los aficionados de ambos candidatos se agolpan en las sedes, situadas a escasos metros una de la otra. La política se mete en todo, especialmente en Euskadi, pero el fútbol hace posibles cosas que en política serían imposibles.
Al menos ahora en Euskadi se habla de política, de ese algo que lo impregna todo. Al despedirse pregunta a un compañero cómo va el escrutinio y se va excusándose: “Estamos todos un poco revueltos con lo del Athletic”. Al final fue el PNV el que ganó esas elecciones.