Fuente: Wikimedia Commons
Fuente: Wikimedia Commons

Operación Zarzuela: la estrategia para recomponer la imagen de la monarquía

La Casa Real se ha embarcado en la reconstrucción de la imagen del Rey con la colaboración de los medios de comunicación. Errores y percances se suceden: la imputación a Urdangarin, el accidente en su viaje de caza a Botsuana, la brusca caída en los sondeos, la distante relación con la Reina…

 

La expresión ‘vivir como un rey’ ha perdido parte importante de su significado en España. Claro que el Rey y su familia siguen viviendo de una forma privilegiada, con más de ocho millones de euros públicos a su disposición -seguridad y coches aparte-. Pero también es verdad que en los últimos años la familia real en general y el Rey en particular han vivido una serie de catastróficas desdichas que, además de los problemas derivados de los hechos en sí, han contribuido a socavar buena parte de la popularidad de la que gozaban.

Y eso de afectar a la popularidad real no es algo menor: hablamos de una institución que hasta hace bien poco nadie cuestionaba y sobre la que apenas se hablaba (mal). Desde los múltiples achaques del monarca a los disgustos de la familia política, pasando por los errores y salidas de tono. Que la imagen del Rey no pasa por sus mejores momentos no es una percepción, sino un dato. La confianza de los españoles en la Corona lleva años cayendo, a juzgar por las preguntas que el Centro de Investigaciones Sociológicas hace de tanto en tanto en sus barómetros de opinión. En la oleada del pasado mes de octubre, y por primera vez, el Rey suspendió con un 4,89. Desde entonces no hubo más preguntas sobre el monarca en los trabajos del CIS. Alerta roja para una institución tan sensible.

¿Qué hacer? En los últimos meses, y en clara respuesta a todo lo acontecido, en el entorno real se han venido produciendo cambios encaminados a fortalecer la imagen del monarca. Algunos son sutiles, otros suponen operaciones de marketing descaradas. Una Operación Zarzuela en toda regla con un único objetivo: remontar el vuelo en un momento particularmente convulso en lo social.

El mensaje navideño del Rey fue todo un conjunto de simbolismos. El monarca apareció sentado en la mesa, con un impostado aspecto desenfadado para evidenciar un buen estado de salud frente a sus constantes achaques. Con una corbata verde esperanza y fotografías sólo visibles en segundo plano, el monarca dirigió parte de su discurso a lanzar un aviso a los políticos y a hablar de la «política grande» como alternativa. Como en otras de sus últimas intervenciones, intentaba retomar protagonismo político para espantar todas las informaciones negativas a su alrededor.

Esa grabación no es más que el último de los pasos dados hasta el momento en una estrategia global. El primer paso del cambio vino en el momento en el que el Rey sufría las críticas más duras. En plena crisis económica, con los datos del paro creciendo cada trimestre, el Rey se lesionó durante una cacería en Botsuana. La consternación social fue palpable, tanto que provocó un gesto inédito hasta entonces: el monarca pidió perdón.

Ahí cambió algo. Cabe presumir que hubo intensas reuniones durante las semanas siguientes para planificar la estrategia. Se puso en marcha entonces un sutil cambio: primero, la renovación de una página web a través de la que el monarca publicó un par de mensajes, uno de ellos en clara referencia a Cataluña, con lo que intentaba recuperar el peso político perdido con los años. De hecho, con el comentario sobre Wert semanas después ahondó en esa búsqueda de protagonismo político que volvió a centrar cuando coincidió con Mas en Barcelona.

Al cambio de la web le sucedió la renovación de las imágenes oficiales: él, el príncipe y la infanta Leonor, monarca y herederos. Después llegó la aparición del canal en YouTube de la Casa Real, un mero repositorio de vídeos históricos que los medios replicaron hasta la saciedad. Entre unas cosas y otras se había dejado de hablar de la Casa Real para mal, alejándola de polémicas y accidentes. Peso político y modernidad, ese era el mensaje que brindaron a los medios y que estos compraron entusiasmados.

La operación sigue adelante. Los medios públicos llevan semanas desplegando una evidente estrategia de saneamiento. Desde la ‘entrevista’ con Jesús Hermida que se emite el viernes hasta un especial con 25 personajes de la generación del monarca hablando de él y entre los que cabe esperar que no haya crítica alguna.

A tamaño despliegue informativo, se unen esporádicos guiños aduladores en las agencias. Dos ejemplos:

Don Juan Carlos, que este sábado cumple 75 años, ha demostrado siempre su afición y pasión por el deporte, con un importante respaldo a los deportistas españoles y con su propia trayectoria, que le llevó a ser olímpico en los Juegos de Múnich’72 y a conquistar la Copa del Rey de Vela en varias ediciones

No, no es el No-Do. Es un teletipo de la Agencia EFE esta misma semana a cuenta de un libro deportivo sobre el Rey. El título del teletipo ya lo dice todo: «Un Rey olímpico siempre al lado de los deportistas». Otro ejemplo, esta vez por otro libro sobre la afición del monarca a los barcos, también remitido por EFE esta semana:

Don Juan Carlos, a bordo siempre llamado el «jefe», heredó la pasión por el mar de su padre, «pero él transformó la libertad y felicidad que sentía don Juan en el mar por competitividad», entregado a «la velocidad, la adrenalina y la competición

Por si no fuera suficiente con los teletipos, la propia agencia pública de noticias lanza un «libro-homenaje» al monarca con motivo de su 75 cumpleaños:

La obra, concebida como un libro-homenaje al Monarca con ocasión de su emblemático 75 cumpleaños, es el resultado de una laboriosa selección entre las 20.000 fotografías de Don Juan Carlos con que cuenta el Archivo Gráfico de EFE y se abre con una imagen dedicada a la Agencia por el propio jefe del Estado, en la que aparece junto a su padre, Don Juan, y su hijo, Don Felipe, Príncipe de Asturias

El inicio de la operación

El primer cambio llegó en agosto del año pasado, cuando Alberto Aza dejó la Casa del Rey, sustituido por un viejo conocido: Rafael Spottorno ¿Fue la salida de Aza una respuesta a la crisis o la entrada de Spottorno un soplo de aire fresco? No, pero fue un revulsivo para empezar a cambiar las cosas. El cambio llegaba un año después de que se hubiera iniciado la estrategia para impulsar la imagen del príncipe como heredero y empezar a relegar a un plano muy inferior a la Reina y las infantas. Ni siquiera aquello salió bien: sesión de fotos, cambio de imagen en la página web… y polémica al canto por un supuesto uso de Photoshop.

Pero ese año dio para mucho más que para un mero lío fotográfico. El deterioro de la imagen real se había acelerado desde aquel «¿por qué no te callas?» que en 2007 el monarca espetó a Hugo Chávez cuando este interrumpía a Zapatero. Hasta entonces todo lo que rodeaba a la Corona y podía ser perjudicial se quedaba en mera rumorología nunca confirmada. Que si una cacería de un oso borracho en Rusia, que si los hábitos de Jaime de Marichalar -demanda incluida contra Época por asegurar que consumía cocaína-, que si conflictos matrimoniales entre el Rey y la Reina, que si algunos planteaban dudas sobre el papel del monarca en el golpe de Estado… Todo, hasta entonces, noticias que nadie contrastaba.

Lo que sí han sido hechos evidentes han sido los achaques del monarca. El Rey compareció durante varias semanas con unas gafas de sol para ocultar un ojo morado a causa de una caída. Pasó varias veces por el quirófano, tanto para operarse la rodilla y la cadera como para extirparse un tumor benigno. A sus 75 años se sabe que su audición y visión han empeorado bastante y se ha vuelto casi frecuente verle cojear o llevar muletas. Él mismo ironizaba con que había algunos que deseaban verle «con un pino en la tripa», mientras otros comentaban que la Reina apenas pisa el hospital cada vez que él sufre uno de sus frecuentes ingresos.

También evidente ha sido la forma en la que la Casa Real ha querido poner tierra por medio con el escándalo de corrupción por el que Iñaki Urdangarín, su yerno, ha tenido que declarar ante el juez: primero él y la infanta se fueron a vivir a EEUU y después regresó para asumir sus responsabilidades. Las fotos de familia han dejado de incluir a infantas y maridos (primero por el divorcio de Marichalar y después por esto) y han pasado a centrarse en los niños. Incluso la infanta fue apartada del atrio de honor durante el pasado desfile militar y fue a sentarse con los líderes políticos. Hace escasas semanas se lanzó a través de la revista Lecturas el globo sonda de que quizá la infanta renunciaría a su condición a causa de los escándalos.

De forma menos evidente se han gestionado, sin embargo, los problemas que se han gestado alrededor de la familia de la princesa de Asturias. El suicidio de su hermana no se trató en los medios desde la polémica, sino desde el lado humano de Letizia, mientras que la imputación de algunos familiares ha pasado casi inadvertida. Sutil también ha sido el trato que se ha dado a la irrupción de una princesa alemana con la que sólo un diario se atrevió a sugerir una posible relación más allá de la amistad por parte del monarca.

La estrategia de reflote de la imagen real es enorme, pero muchos son los borrones a eliminar. Desde el inédito secuestro de ‘El Jueves’ en democracia hace unos años hasta las imágenes de Urdangarín huyendo a la carrera de los periodistas. Y cuando todo parecía empezar a remontar, Froilán se dispara en un pie en presencia de su padre y el Rey se cae en directo ante las cámaras. Hay caídas que parecen difíciles de remontar.