Curioso momento éste, en el que todo lo de la política suena a nuevo aunque no lo sea. Un ejemplo de ello son los economistas, que llevan mucho tiempo a la sombra de los grandes partidos (no pocos miembros de los cuadros de mandos de las instituciones han sido economistas), pero que con la crisis han despuntado como auténticos referentes.
Tiene cierta lógica, claro: la crisis económica y la forma en que los medios la contamos ha cambiado mucho el foco de las preocupaciones de los ciudadanos. De la inmigración o el terrorismo se ha vuelto al paro o la corrupción. Cualquier español de a pie ha enunciado complejos conceptos económicos que años atrás nadie sabía qué eran o si existían, tales como el ‘rescate’ o la ‘prima de riesgo’. Y ante las nuevas preocupaciones y la necesidad de darles respuesta, surgen los economistas.
Primero se colaron en los medios como comentaristas habituales. Los fenómenos más llamativos han sido el casi siempre crítico Paul Krugman desde su trinchera del New York Times, o el repentinamente popular Thomas Pikkety -y eso que este último lleva casi 20 años como columnista en Libération-.
En un momento de tantas preguntas la gente ha necesitado respuestas cercanas aunque no fueran necesariamente acertadas
En España tuvimos a nuestro Leopoldo Abadía y su muy cercana forma de explicar la ‘crisis ninja’, al ‘medioastrólogo’ Santiago Niño Becerra y sus apocalípticas profecías, al ‘líder’ del liberalismo español Juan Ramón Rallo o al muy criticado y televisivo José Carlos Díez. Todos ellos han paseado con mayor o menor frecuencia por columnas de periódicos y platós de televisión, cada uno de ellos con una explicación de los motivos de la crisis, una previsión de lo que queda y una receta para superarla.
Todos ellos han fallado en cálculos y previsiones, pero en un momento de tantas preguntas la gente ha necesitado respuestas cercanas aunque no fueran necesariamente acertadas.
Los platós han sido el trampolín a la gente, y eso los partidos políticos saben captarlo bien cuando se acercan elecciones. Los partidos son fábricas de promoción interna de políticos profesionales, pero también son centrales oportunistas de captación de talento para posibles profesionales políticos. Pasó cuando el PSOE ‘fichó’ al juez Garzón para sus listas, o cuando el PP fichó al exjefe de Endesa Manuel Pizarro como cabeza económica visible. Ninguno de los dos experimentos funcionó.
La política en este tiempo ha cambiado mucho: hay nuevos actores con fuerza como para oponerse al bipartidismo, una volatilidad que puede llevar de la mayoría absoluta a la oposición en solo una legislatura y una creciente pujanza del interés por la política tras mucho tiempo de desafección.
La gran ‘guerra’ política es la de los juristas que pueblan las instituciones contra otros profesionales vinculados a la Educación. Los formados en Derecho son legión en las instituciones, con mención especial a los abogados del Estado que pueblan el Gobierno. Enfrente los aspirantes vienen en muchos casos de las aulas, ya sea como rectores (en el caso del socialismo madrileño), ya sea como profesores e investigadores (en el caso de Podemos). Esa es la gran guerra, pero entre las trincheras han entrado a combatir los economistas tras su fulgurante éxito mediático y como santo grial contra la crisis.
Ahora mismo ningún gran partido carece de un asesor o alto cargo economista, identificándose la estrategia de la formación con los postulados del personaje en cuestión.
En el PP emerge como valor otro liberal de postín, Daniel Lacalle, que Esperanza Aguirre fichó como asesor para su campaña y que, aunque ha querido mantenerse al margen de la política durante este tiempo, se dejó ver en un acto del partido hace apenas unos días.
En el PSOE han tirado de fondo de armario para rescatar a Jordi Sevilla, uno de los renovadores de tiempos de Zapatero, que tras retirarse de la vida política y pasarse al sector privado como asesor (y escribir libros rememorando aquello de las lecciones de economía ‘en dos tardes’ que se ve que no fueron suficiente), ha sido designado por Pedro Sánchez como miembro de su ‘consejo de ministros’ en la oposición. Todo muy a lo Zapatero, que también tuvo su ‘consejo de sabios’ antes del asalto a La Moncloa.
En Ciudadanos también están fichando a talento externo. El último caso ha sido la escritora Marta Rivera de la Cruz, pero antes que ella hubo dos economistas de trayectoria. El primero, el exgobernador del Banco de España Manuel Conthe en calidad de asesor económico; el segundo, Luis Garicano, que en su día sonaba como ministrable del PP y ha acabado embarcándose en la aventura de Albert Rivera.
En Podemos otros dos economistas apadrinaron su esperado programa económico: Vicenç Navarro y Juan Torres, aunque este último y la formación se han distanciado, al parecer por su colaboración también con Izquierda Unida. En dicha formación el economista estrella es, directamente, el candidato: Alberto Garzón
En UPyD los órganos de poder dependerán de quién resulte el vencedor de la cruenta batalla interna que lleva en marcha meses. Por lo pronto, uno de sus rostros más apreciados y con experiencia parlamentaria en Madrid, Luis de Velasco, viene precisamente del mundo de la economía.
Para que luego digan que la economía son números y, por tanto, algo unidireccional: será por interpretaciones diferentes de las ideologías y de lo que habría que hacer para salir de la crisis.