Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Rosa Díez y Albert Rivera (Fuente: Agencias)
Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Rosa Díez y Albert Rivera (Fuente: Agencias)

Las lecciones de PP, Podemos y UPyD a Ciudadanos: la clave es ser capaz de pactar

La noche electoral andaluza dejó una imagen curiosa, de esas que explican por qué a veces la política es más una cuestión de sensaciones que de resultados: Ciudadanos, cuarta fuerza con nueve escaños, era la gran triunfadora junto a los socialistas, mientras que Podemos, tercera con quince, era poco menos que la perdedora junto a los populares.

Con los resultados en la mano podría parecer que la situación no tiene sentido: Podemos había despedazado a Izquierda Unida, una histórica de la región, y había conseguido un 15% de los sufragios en la más poblada de las autonomías, y todo ello en la primera de sus comparecencias electorales.

Por su parte Ciudadanos lograba dos tercios de eso: un 10% de los votos, empujando a los populares a una debacle inesperada, también en su primera comparecencia andaluza y viniendo nada menos que de Cataluña, con lo que eso podía significar en la región.

Lo suyo sería pensar que ambas formaciones tenían mucho que festejar. Cierto es que las expectativas de Podemos eran quizá mayores, y que, a diferencia de ellos, en Ciudadanos no habían nublado sus sentidos con encuestas que les ponían como primera fuerza de nada.

Pero nada de lo anterior explica la foto que se dio: Ciudadanos brindando como pieza clave y Podemos, de caras largas, celebrando pero sin celebrar.

Y esa es precisamente la clave de todo: Podemos tiene el mismo problema que ha tenido el PP en la política nacional vigente, su incapacidad para pactar con el resto. Por eso, pese a tener mejores resultados en Andalucía que Ciudadanos, estaba en la misma caja que sus opuestos ideológicos: en la de los que no pintarán nada en el Parlamento Andaluz

¿Acaso los socialistas no podrían gobernar aliándose con Podemos? Numéricamente sí, porque juntos superan la mayoría absoluta de forma holgada, pero si son fieles a su discurso los de Pablo Iglesias no querrán y, si son inteligentes en la estrategia para debilitar a un rival, los de Susana Díaz ni lo intentarán.

Esa es la guerra que Ciudadanos ha sabido ganar, y quizá su mejor ejemplo haya sido UPyD: cuando tu política es la crítica a todos los demás, cuando te encastillas con tus propuestas y para cualquier pacto tienes exigencias que los demás no pueden aceptar, estás condenado a quedarte solo. Y eso, en un Parlamento fragmentado, significa la irrelevancia. Como el PP ahora mismo, solo tener la mayoría hace posible el gobernar.

Todo esto explica por qué Ciudadanos es el partido político del momento.

Quienes ven en el juego político una especie de Risk de intereses económicos con empresas del Ibex e instituciones orquestando por mantener el statu quo actual, explican que esos ‘poderes en la sombra’ estarían aupando a Ciudadanos a ser esa ‘tercera vía’ tranquila, que dé un pequeño escarmiento al bipartidismo pero no suponga el riesgo de terremoto que Podemos podía suponer.

Pero otra explicación más posibilista y verosímil sería que, sencillamente, Ciudadanos es la pieza del puzzle que puede desatascar cualquier institución: ante la fragmentación que dejará las urnas, nada mejor que un partido ubicado en algo cercano al centro -sea lo que sea eso- y con voluntad de pactar con cualquiera.

¿Qué el PP necesita un socio? Ciudadanos puede serlo ¿Qué lo necesita el PSOE? Ciudadanos también encaja. Algo como lo que en su día fueron PNV y CiU, cuando el nacionalismo ayudaba a desatascar Presupuestos e investiduras antes de que el debate secesionista enrareciera el ambiente.

Esa capacidad de tender la mano de la formación naranja resultó ser profética. En aquella reunión entre Albert Rivera y Rosa Díez se decidieron dos destinos, pero también se evidenciaron dos modelos: el de quienes son capaces de tender puentes con todos y el de quienes no. Y a la vista están los resultados.

Así las cosas Ciudadanos se ha erigido en la llave maestra de la estabilidad. Un partido aparentemente nuevo, que no lo es (de hecho, es más antiguo que la ya moribunda formación de Rosa Díez). Una vía hacia el centro que decía ser UPyD sin ser tal cosa. Un partido reformador que puede apoyar a cualquiera de los de siempre para gobernar. Y, en definitiva, un antídoto contra Podemos, que necesitaría ser primera fuerza para poder ser relevante desde un punto de vista efectivo.

Eso sí, cuidado: tener la posibilidad de pactar con cualquiera no quiere decir que eso no vaya a pasar factura. Que se lo digan si no al viceprimer ministro británico, Nick Clegg, que tuvo que acabar pidiendo perdón a los suyos porque no fue capaz de cumplir ni una sola de sus promesas tras darle el gobierno a los conservadores.