Imagen promocional de 'Negociador', de Borja Cobeaga
Imagen promocional de 'Negociador', de Borja Cobeaga

Hacer chistes sobre ETA: el reto de contar la violencia con humor

El humor tiene muchas finalidades, y una de ellas es precisamente superar el trauma. La violencia que ha azotado nuestro país en las últimas décadas no es una excepción, y el cine, la televisión y la música han intentado abordar el tema desde una perspectiva diferente

 

Durante más de 50 años la violencia ha teñido de sangre nuestro país. A las más de 800 víctimas de ETA se suman las del GAL, las de los diversos grupos de ultraderecha y los que sucedieron en circunstancias aún más oscuras. Más de mil muertos e innumerables heridos y afectados cuyo número dejó de crecer en 2011 cuando ETA anunció que dejaba de matar.

El impacto de tanta sangre ha condicionado nuestra vida durante décadas: desde lo que decimos los medios a lo que legislan los parlamentos, lo que se dice en unas calles y lo que se calla en otras. La herida ha sido tan grande que casi pareciera imposible de borrar.

Una de las formas más controvertidas y a la vez más naturales de superar el trauma es el humor, según avalan muchas investigaciones científicas. Una hecha pública hace un par de años intentaba esclarecer cuándo es posible hacer chistes tras el trauma sin que estos resultaran ofensivos. En ella se medía cómo algo que hoy resultaba gracioso mañana podía pasar a ser ofensivo ante una tragedia. Pero, ¿y al revés?

Posiblemente mucha gente que no ha sufrido la violencia en sus carnes es capaz de hacer bromas o reírse con ellas, siempre que no pasen de las barreras mentales que cada cual pone entre lo aceptable y lo que no lo es. Quienes sí la han sufrido obviamente necesitarán más tiempo.

En cualquier caso, el hecho de que en los últimos años hayan proliferado las producciones audiovisuales que abordan el llamado conflicto vasco desde el humor indica que, poco a poco, el trauma se va superando. Aprender a reírnos de los tabúes ayuda a superarlos, al fin y al cabo.

No se puede decir que la sátira sobre la política y la sociedad vasca sea algo nuevo. El mundo de la música, por ejemplo, ha dado ejemplos con grupos como Ciclos Iturgaiz y sus letras. Como la de ‘Interlocutor válido’, en la que proponen a Chiquito de la Calzada como mediador.

Habéis cerrado sedes, e ilegalizado,

la movida es otra, no os habéis enterado

Había otra opción, era menos traumático,

valía con prohibir los megáfonos

Más de lo mismo proponía, aunque con otro estilo musical, la mítica banda Lendakaris muertos, con canciones como ‘ETA deja alguna discoteca’ o ‘Gora España’:

Si me viese mi amatxo, si me viesen los colegas

me colgaban en la plaza por traidor y por idiota

Yo que soy más vasco que el árbol de Gernika

cuando juega la selección no sé lo qué me pasa

Ambos grupos, aunque conocidos, no dejan de ser minoritarios. El gran salto de la sátira –algo rebajada, eso sí- vino con la televisión. Y posible uno de los primeros grandes altavoces fue ‘Vaya semanita’ en Euskal Telebista.

El programa no tenía inconveniente en reírse de los estereotipos, como el spot en el que un runner de chándal rojo acaba perseguido por una legión de jóvenes con palestino porque llevaba una involuntaria bandera de España en el trasero.

Tampoco han dudado en tocar fibras más sensibles, como levantando a Franco, Miláns del Bosch o Primo de Rivera de sus tumbas para ir a «poner en orden las Vascongadas». Al final el lehendakari Urkullu logra superar la situación.

Posiblemente los sketches más celebrados fueran los de los Batasunis, una parodia de los Lunnis protagonizada por Jota y Ke, en alusión al «Jo ta ke» (algo así como «dale que dale») que se jaleaba en los entornos radicales. Pendientes y patillas en ristre, estos dos muñecos se reían de los estereotipos de la izquierda abertzale y su relación con la política o ETA.

De un fenómeno local a un fenómeno cinematográfico nacional que ha batido todos los récords: ‘Ocho apellidos vascos’ toca algunas fibras con el toque de humor absurdo de Borja Cobeaga. Poco hay que decir de una película que ha visto todo el mundo.

Incluso hay conexiones entre ambos mundos: en ‘Vaya semanita’ no se privaron de ironizar con el tema poniendo a una pareja de vascos en un control de la Guardia Civil y enfrentándose a su inesperada percepción de fans.

Otra película con el sello de Cobeaga ha visto la luz recientemente. Se llama ‘Negociador’ y trata del proceso de paz que tuvo lugar durante el Gobierno de Zapatero. Ahí salen, caracterizados, Jesús Eguiguren y Alfredo Pérez Rubalcaba, y un inmenso Carlos Areces haciendo de ‘Thierry’, el jefe de ETA que dinamitó aquella negociación con el atentado de la T4.

La cinta es inevitablemente una comedia, pero a la vez es un terrible drama. De la escena en que un camarero confunde a los interlocutores con un político y su escolta y empieza a insultar a ETA, o cuando la intérprete confunde a Eguiguren con un etarra, o cuando coinciden haciendo footing.

Casi tan reciente como ‘Negociador’ es ‘Asier ETA biok’, en la que Aitor Merino, actor de ‘Historias del Kronen’, relata en formato de documental su historia de amistad con el etarra Asier Aranguren. No se trata de una comedia, sino de una cinta personal, casi biográfica, pero la forma en la que Merino, actor de comedia, afronta algunas escenas hace inevitable el humor. Un ejemplo es cuando la Policía le encañona con un arma y él relata el pasaje usando para ello un secador del pelo.

No todo el mundo podrá ver humor en estos ejemplos, ni en los que estén por venir. Pero a veces la risa ayuda a pensar, incluso a sonreír.