Tras el derrumbe sólo queda el polvo en el ambiente y los cascotes en el suelo. Rosa Díez, fundadora del partido y auténtico epicentro del mismo, se ha dado de baja. Andrés Herzog, el delfín al que se esforzó por colocar en su lugar, se ha apuntado al paro. Gorka Maneiro, el modelo que tantas veces exhibió, se ha hecho cargo de una gestora mientras sobrevive como el último alto cargo nacional de la formación como diputado en el Parlamento Vasco.
Y lo será sólo unos meses más, hasta las inminentes elecciones vascas que acabarán por borrar el rastro de logros de la formación magenta en España. Entonces sólo quedarán, como astronautas alejadas de un planeta deshabitado, las tres europarlamentarias que conserva el grupo tras una dimisión, dos expulsiones y la pérdida de un escaño ahora en manos de un independiente: Maite Pagazaurtundua, Beatriz Becerra y María Teresa Giménez Barbat.
La muerte de UPyD era algo sabido por todos desde hace tiempo, menos -al parecer- por ellos mismos. Y llama especialmente la atención porque, justo cuando mejor les iban las cosas (más de un millón de votos, presencia en varias cámaras y presencia mediática) irrumpió una fuerza de ideología muy similar que, pese a partir en desventaja, ha acabado triunfando allí donde UPyD fracasó. La cuestión es, ¿qué ha hecho Ciudadanos bien que haya hecho tan mal la ya exformación de Rosa Díez?
Capacidad de pactar con otros
Muchos señalan el momento de ‘no pacto’ con Ciudadanos el inicio de la muerte de UPyD. Entonces aún estaban en el Congreso, en la Asamblea de Madrid, en Asturias y en varios sitios más. Ciudadanos no era más que una promesa, emergente, pero promesa. Resulta paradójico, porque la formación de Rivera es algo más antigua que la de Díez, pero una supo transmitir imagen de renovadora mientras la otra ya estaba encorsetada, asfixiada y aislada por la guardia pretoriana de la dirigente del partido.
No autoexcluirse
Esa misma ‘cúpula’ que rodeaba a Díez fue la que impidió acercar posturas con Rivera y los suyos («Movimiento Tertuliano», llegó a llamarlos Carlos Gorriarán), y la que mantenía la ‘pureza’ de sus ideas. Ellos lideraron la lapidación pública que sufrió el líder del grupo en el Parlamento Europeo, Francisco Sosa Wagner, por pedir públicamente un acercamiento a Ciudadanos.
Al mismo tiempo, y de forma sistemática, UPyD quedaba al margen de todo casi por voluntad propia: nadie parecía digno de pactar con ellos porque su capacidad negociadora consistía sólo en que las demás formaciones aceptaran sus condiciones. Eso, además de excluirse, hizo que fueran ganando cada vez más críticos.
Mientras Ciudadanos, que había vivido una situación similar en las legislaturas que llevaba en el Parlament catalán, inició un inteligente proceso de expansión nacional. Lo llamaron Movimiento Ciudadano, y fue paseando durante meses la marca por todos los rincones del país. Querían ser un partido nacional, y lo primero que hicieron fue intentar lograr base y capilaridad. Mientras, UPyD se derrumbaba en bastiones sobre los que había edificado su ideología, como Cataluña.
No darse más importancia de la necesaria
Mientras siguieron creciendo electoralmente la guarda pretoriana se mantuvo firme en la crítica a todo lo que había fuera de ella. Incluso a quienes se convirtieron en críticos dentro del partido. Al superar el millón de votos, en UPyD empezaron a hacer apología de sí mismos, autodefiniéndose como imprescindibles ante el ocaso del bipartidismo.
Un buen ejemplo fueron los casos judiciales que pusieron en marcha y que contribuyeron a llevar ante el juez algunos de los asuntos más turbios de la democracia actual. Sin embargo, al no tener el eco ni los resultados que ellos consideraban justos, la defensa de estos casos se convirtió más en una campaña para contar lo bien que lo hacían en lugar de lo que se juzgaba en sí mismo.
A la vez, Ciudadanos seguía su expansión. Silenciosa, pero efectiva. Su nombre empezaba a sonar, pero vendían su mensaje de forma tranquila, en tono relajado, sin agresividades ni críticas, chocando con el estilo altivo de algunos dirigentes de la formación magenta.
No protestar por todo
Uno de los enemigos que señalaron en UPyD fueron los medios. Su actitud fue siempre la de afirmar que no tenían la presencia que merecían por una especie de boicot general. Eran siempre los demás los que se equivocaban contra ellos, los únicos capaces -decían- de regenerar la política española.
Mientras, Ciudadanos supo utilizar los medios de comunicación mejor que nadie. Visto el precedente de Podemos, pasearon a Albert Rivera por todos los platós, moldeando su discurso, apariencia y tono. Se creó el candidato perfecto a través de los platós, usando a los medios como aliados y no como enemigos. En Ciudadanos fueron mucho más inteligentes usando los resortes del sistema.
No criticar al votante
Las cosas, al final, dejaron de ir bien. Tras el ridículo de Cataluña (su mensaje antinacionalista obtuvo menos votos que el partido de Carmen de Mairena) llegó el ridículo andaluz. Y la respuesta, ya con muchas voces internas jugándose el cargo por acercarse a Ciudadanos, acabó por dinamitarles internamente: la mano derecha de Rosa Díez acabó por culpar a los votantes de haber elegido a los partidos incorrectos, en lugar de a ellos. Como consecuencia, UPyD desapareció de todos los parlamentos regionales y de casi todos los ayuntamientos, mientras Ciudadanos no sólo aparecía, sino que era determinante en lugares como Andalucía o Madrid.
El contrapunto a la altanería de algunas declaraciones e UPyD vino, por ejemplo, en esas mismas elecciones andaluzas. Ciudadanos emergió como la gran triunfadora, a pesar de que fue la cuarta fuerza: un partido catalán despuntando en Andalucía, donde el discurso nacionalista no es una preocupación regional, aunque sí un tema latente en términos nacionales.
Las conclusiones
Ahora, haciendo la autopsia, es fácil ver de qué murió el paciente. Lo que sucede es que los síntomas siempre fueron evidentes, y la degradación del organismo tan veloz como fue su irrupción. El auge y caída de UPyD es todo un caso de estudio para los politólogos precisamente porque se debe mucho más a limitaciones internas que a condicionantes externos.
Sólo dos partidos en España han tenido un crecimiento tan repentino y fulgurante, y uno de ellos ha emergido nutriéndose en gran parte de ellos. Ahora falta por ver si en Ciudadanos (igual que en Podemos) son capaces de sobrevivirse a sí mismos. Justo lo que UPyD no supo hacer.