Se va Monti, vuelve Berlusconi. En medio de la operación los mercados han temblado. Sin embargo, Monti ya había dicho que no repetiría y las elecciones estaban previstas igualmente para el primer trimestre del año que está a punto de empezar. Por alguna de las dos razones, o ambas, las Bolsas se han derrumbado y la prima de riesgo se ha disparado, las dudas sobre Italia y España han vuelto y los líderes europeos han reaccionado con nerviosismo. Pero el problema de Italia no sólo es Berlusconi. Ni Monti.
1. Italia es el único país de Europa gobernado por un político al que nadie ha elegido. En un momento de suma inestabilidad los mercados bendijeron a Mario Monti, que fue propuesto por el presidente italiano tras la dimisión de Berlusconi.
Legal de todo punto según la legislación italiana, pero llamativo en lo democrático para otros países. Sin embargo Monti no es el primer tecnócrata que gobierna en Italia, ni el primer primer ministro que es nombrado por el presidente sin necesidad de pasar por las urnas.
2. Italia es un país con un estamento político sobredimensionado. Su Parlamento tiene 630 diputados y su Senado 315 senadores, algunos de ellos vitalicios, y eso a pesar de que ambas cámaras tienen exactamente los mismos poderes. Y eso por no entrar en los funcionarios: 3,3 millones antes de la llegada de Monti en un país de 60 millones de habitantes, es decir, un funcionario por cada 18 habitantes.
El máximo poder político del país recae en el presidente, elegido para un mandato de siete años, que es quien designa al primer ministro para que lo apruebe el Congreso. El primer ministro, que es quien gobierna, tiene un mandato de cinco años, pero desde la década de los ’50, con Alcide de Gasperi, que ninguno completa dicho mandato.
3. La política italiana es un baile de siglas, partidos y alianzas. A la derecha ha existido recientemente la coalición Casa delle Libertà, que tras su escisión acabó siendo Il Popolo della Libertà, ambas encabezadas por Berlusconi.
A la izquierda la situación no es muy distinta: la gran coalición del centro izquierda fue Il Ulivo, encabezado por Romano Prodi, que acabó disolviéndose y cristalizando en el actual Partito Democratico que competirá en las elecciones.
4. Estas coaliciones son amplísimas y, por tanto, inestables. Si en la izquierda tienen presencia desde filocomunistas hasta socialdemócratas y democristianos, en la derecha han convivido con el partido de Berlusconi formaciones fascistas, como la Fiama Tricolore, o Alianza Nazionale, que durante un tiempo contó en sus filas con Alessandra Mussolini, nieta del dictador.
Pero si una alianza ha resultado fructífera para ‘Il Cavaliere’ esa ha sido la que ha mantenido con la Lega Nord, una formación xenófoba y muy poderosa en el próspero norte industrial italiano que, además, es secesionista: abogan por la escisión de Padania y la formación de un Estado independiente.
5. La inestabilidad política italiana es un problema endémico. Por poner un ejemplo, en la década de los ’90 hubo ocho cambios de gobierno, con siete primeros ministros de dos ideologías diferentes además de otros dos independientes.
Eso propicia que algunos primeros ministros repitan al frente del país en periodos no correlativos. Es el caso de Silvio Berlusconi, que ha gobernado tres veces, o de otros como Giulio Andreotti, que estuvo otras tres entre los ’70 y ’90.
6. En ese río revuelto ha pescado Silvio Berlusconi con cierto éxito gracias a su carisma y su punto de populismo. Él, megaempresario que controla gran parte de los medios de comunicación italianos gracias a Mediaset y que lleva las riendas de uno de los principales clubes de fútbol del mundo como es el Milan, imprime a sus empresas el mismo sello personal que han llevado sus gobiernos.
7. Berlusconi ha sido sinónimo de escándalos: desde su intento de blindarse jurídicamente para evitar ser declarado culpable en el turbio caso de corrupción que le desgastó en su último mandato, hasta las fiestas sexuales en su palacio privado con una polémica prostituta menor de edad.
Sus vehementes formas hacia las mujeres, ya sea de forma excesiva en lo positivo como sufrió la primera dama de EEUU, ya sea de forma negativa como sucedió con Merkel, a quien llamó » culazo mantecoso infollable«, no han dejado indiferente a nadie.
Si se aliña esa esperpéntica personalidad con sus constantes retoques estéticos y episodios como el de la agresión sufrida tras ser golpeado en la cara con una estatua de piedra se tiene un retrato aproximado de lo que ‘Il Cavaliere’ representa.

8. El clima político, pese a la inestabilidad y las continuas crisis, tiene pocos visos de mejora. Ninguno de los dos bloques ofrece una renovación palpable: no emergen nuevos líderes y, en las últimas décadas, han sido presidentes y primeros ministros de avanzada edad los que han gestionado el Gobierno.
Desde Massimo d’Alema, que asumió en 1998 el cargo con 50 años, la edad de los dirigentes ha saltado hacia la senectud: Giuliano Amato asumió el cargo con 62 años, Romano Prodi con 67, Monti tiene ahora 69 y los principales contendientes de las elecciones que vienen no mejoran la media: Pier Luigi Bersani tiene 61 años y Silvio Berlusconi 77.
9. Además de su complejo mapa político, Italia convive con ciertos problemas internos recurrentes. Por ejemplo, la constante división entre el norte secesionista y muy conservador, industrialmente potente y próspero, y el sur donde no son infrecuentes las operaciones contra la mafia que, según la Policía, controla la gestión de actividades primarias.
Es el caso de la basura, cuya gestión desató dos grandes crisis en 2008 y 2010 que mantuvo a millones de ciudadanos conviviendo con toneladas de desechos durante meses. La solución pasó por acabar mandando al Ejército a limpiar las calles.
También se mandó al Ejército a patrullar las calles de nueve ciudades con altos índices de criminalidad en 2008, ante el descontento ciudadano. La gestión de grandes catástrofes, desde el terremoto de los Abruzzos al naufragio del Costa Concordia, también han sido polémicos.

10. La respuesta ciudadana a todo esto ha sido girar hacia la antipolítica . El humorista Beppe Grillo encabeza el Movimento Cinque Stelle, un antipartido que ironiza sobre la Italia política con bastante éxito: tras su fundación como partido en 2009, y tras no conseguir representación en las elecciones regionales de 2010, consiguió 18 representantes de los 75 a los que optó.
Según los sondeos su partido es el segundo en intención de voto de cara a las elecciones de dentro de unos meses, sólo por detrás del Partito Democratico y por encima del de Berlusconi.