Esperanza Aguirre convocó una rueda de prensa de urgencia este lunes por la mañana. Se esperaba que hiciera algún tipo de anuncio, quizá sobre Eurovegas, quizá una crisis de Gobierno. Lo que nadie esperaba es que presentara su dimisión menos de un año después de haber renovado su amplia mayoría absoluta al frente de la Comunidad de Madrid.
Su despedida plantea numerosos interrogantes:
¿Por qué se va?
La presidenta dio una serie de motivos poco concretos, citando su enfermedad o la voluntad de pasar más tiempo con su familia, pero sin mayores concreciones. Y lo hizo entre lágrimas. Su adiós, por tanto, podría deberse a un repunte del cáncer del que fue tratada el año pasado. Podría deberse también a una voluntad de pasar más tiempo con los suyos. Pero podría haber otros motivos.
La marcha de la presidenta podría responder a un movimiento de crítica interna en el PP, toda vez que ella misma encabezó la oposición a Rajoy tras perder sus segundas elecciones frente a Zapatero y que, recientemente y a cuenta del tercer grado concedido a Uribetxeberria, Aguirre volvió a enfrentarse al ahora presidente del Gobierno junto a Mayor Oreja.
¿Puede haber tras su marcha un desligamiento de la política del Gobierno? ¿Puede ser un paso atrás para preparar una futura candidatura para disputarle el puesto a Rajoy? De ser así, ¿lo haría desde el PP o desde otra formación, quizá junto a otros ‘críticos’ cercanos a ella, como Mayor Oreja?
¿Aceptará Génova a su sustituto?
Esperanza Aguirre ha dejado un ‘heredero’ político: Ignacio González, un político fiel a la línea de la presidenta, será quien la sustituya al frente de la Comunidad de Madrid, donde ha sido vicepresidente desde el principio del mandato de Aguirre en 2003.
Los ‘roces’ de la presidenta con la cúpula de su partido también salpicaron a su sustituto: Aguirre propuso a González como candidato a presidir Caja Madrid cuando ella y su máximo rival político, el entonces alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, se disputaban el control de la entidad. Pero la dirección nacional del PP decidió no apoyar a González sino a Rodrigo Rato, por lo que su candidatura acabó siendo retirada.
La figura de González no está libre de controversia. En 2009 el diario Público destapó un supuesto informe en el que se acusaba a la mano derecha de Aguirre de enriquecerse a cuenta de las actividades de la Comunidad de Madrid. Dicha información, contra la que se puso en marcha una demanda que fue desestimada, surgió de otro caso denunciado por la prensa: El País reveló la existencia de una supuesta trama de espionaje en el PP madrileño de la que el propio González habría sido víctima, aunque este caso sí fue desestimado judicialmente.
¿Habrá elecciones anticipadas?
La Ley no obliga a que se convoquen elecciones si renuncia un presidente autonómico o alcalde, ya que nuestro sistema es indirecto: los ciudadanos votan la composición de un órgano y es este órgano el que elige al candidato. Es por eso por lo que Fabra sustituyó a Camps en Valencia, Griñán a Chaves en Andalucía o Barreda a Bono en Castilla-La Mancha sin necesidad de elecciones.
Pero se da la circunstancia de que ahora mismo la alcaldía de Madrid está en manos de una candidata a la que los ciudadanos no votaron, Ana Botella, que sustituyó al ahora ministro Gallardón, y la Comunidad de Madrid estará también en manos de un candidato al que nadie ha elegido.
¿Será esa doble circunstancia suficiente como para que se convoquen elecciones anticipadas? ¿Sería un riesgo para el PP contar con un cabeza de lista menos carismático que Aguirre, y más teniendo enfrente a un candidato claro en la oposición?
¿Alivio o vacío?
Aguirre ha sido un dolor de cabeza para Rajoy durante muchos años: ella fue la que dio un paso al frente cuando se especuló con que el ahora presidente del Gobierno podía abandonar la presidencia de su partido, y quien se definió como un «verso suelto» dentro del PP. También ha sido un foco de problemas internos por sus enfrentamientos a Gallardón, por su visión liberal de la economía que le ha llevado a rechazar la subida del IVA del Ejecutivo y, más recientemente, por su alineamiento junto a Mayor Oreja, María San Gil y otros miembros del PP críticos con la política antiterrorista actual, como la exdiputada vasca Nerea Alzola.
Pero su adiós supone también un problema: Aguirre ha sido una política de enorme carisma, que ha encadenado mayorías absolutas y ha sabido crear oportunos debates en los medios de comunicación. Su adiós crea un problema al PP en la Comunidad de Madrid, una región cuyo control indiscutible de los últimos años ha dado mucha estabilidad al partido y que podría resquebrajarse sin ella.
Una corriente descabezada
El adiós de Aguirre es el adiós de la más directa heredera de las políticas de Aznar. Antes que ella muchos otros miembros de aquellos gobiernos se fueron. Algunos sin hacer ruido, como Zaplana y Acebes, otros se quedaron para fijar corrientes de opinión internas, como el propio Mayor Oreja, y otros se marcharon para disputarle los votos a Rajoy, como es el caso de Álvarez Cascos en Asturias.
Esperanza Aguirre era la representante más poderosa del partido de esa línea de pensamiento ‘aznarista’, de corte liberal y dialéctica controvertida. Sin ella esa corriente interna pierde una cabeza visible, pero también se evidencia una desconexión respecto a la línea política de Rajoy en Génova. La forma en que se tramite ese adiós puede suponer el final de esa corriente interna o, muy al contrario, su relanzamiento.