Fuente: TecnoXplora
Fuente: TecnoXplora

¿Por qué murieron los RSS?

En junio del año pasado Google decidió cerrar su Reader, una decisión que muchos criticaron pero que, vista en perspectiva, tiene sus razones. Los RSS tenían los días contados, muy a pesar de muchos

 

Lo más normal es que sea la gente la que decida que un servicio deja de ser interesante y, al dejar de ser utilizado, acabe cerrando. Pero Google es Google. Por eso decidieron hace menos de un año cerrar Google Reader, el lector de RSS más popular del mundo, provocando los lamentos de muchísimos usuarios que no entendían la decisión de la compañía que, sin embargo, se esforzaba por lanzar productos que a la gente no le interesaban, como Google +.

Los de Google se habían vuelto locos.

No, nada de eso. De hecho, al final, los analistas les fueron dando la razón, uno, tras otro, tras otro.

Primer problema: desconocimiento

Si has leído hasta aquí es porque seguro que sabes lo que son los RSS, pero su primer gran problema es que mucha gente no lo sabía. Por explicarlo de forma breve, las siglas responden a ‘Real Simple Sindication’, o lo que es lo mismo, una herramienta que permitía suscribirse (sindicarse) de forma muy sencilla a determinados contenidos ¿Para qué? Para evitar abrir decenas de páginas que nos resultaran interesantes cada día para buscar información porque de lo que los RSS trataban es que dichas páginas te enviaran sus nuevos contenidos a un lector de RSS, de forma que no tuvieras que salir tú de caza sino que la compra te llegara cómodamente a casa. Todo lo que necesitabas en un mismo lugar.

La generalización de esa tecnología empezó en 2005, cuando el mundo tecnológico era muy diferente. Entonces esa idea de crearte tu propio medio de comunicación personalizado, en el que leer sólo lo que te interesa, era toda una revolución. Imagina, por ejemplo, reunir toda la información tecnológica de decenas de páginas especializadas más la sección de tecnología de todos los medios que quisieras en un mismo lugar.

Segundo problema: poco atractivo

Entonces las webs empezaron a llenarse de esos iconos naranjas y blancos, desgranando su contenido en secciones y formatos para hacer más sencillo que los lectores se suscribieran a sus contenidos. Sin embargo, esa «generalización» no fue tal, y muchísima gente ni sabía qué eran los RSS, ni entendían para qué podían servir. Ni en verdad eran muy usables: cuando pinchabas el icono lo que veías normalmente era una página de código incomprensible, y explicar que tenías que copiar el enlace y pegarlo en tu ‘reader’ era mucho pedir para demasiados usuarios. Y más hace nueve años.

De hecho ni siquiera Google Reader era demasiado usable. Era plano, feo incluso, con carpetas que te devolvían texto plano, apenas algunas imágenes y muchas veces con el texto cortado. Eso, además de echar para atrás a mucha gente, hacía que tuvieras que acabar pinchando el enlace para irte a la página original, saliendo del lector y perdiéndose la gracia del asunto. Y eso por no hablar del estresante contador de textos por leer, que a poco que tuvieras un puñado de ‘feeds’ se ponía en cuatro dígitos en unos días.

El problema de pinchar el icono y ver código feo acabó cuando se generalizó una herramienta de creación de RSS como era FeedBurner que a la postre también acabó comprando Google. Son muy de controlar todas las partes del proceso los de Google. Los feeds creados con FeedBurner, al pincharlos, devolvían una página fea, aunque más amigable, que facilitaba agregar el contenido con un par de clicks en tu lector favorito.

Tercer problema: mejores opciones visuales

El problema de la ‘fealdad’ del entorno y su falta de usabilidad se empezó a solucionar con servicios web de escritorio personalizado, como eran iGoogle o Netvibes. La lógica era agregar widgets de contenido (y otros), de forma que tenías una página donde iban llegando los temas nuevos de tus fuentes favoritas.

Ese fue el primer paso, al que después le sucedió la llegada de auténticas ‘revistas’ construidas con RSS, como por ejemplo Flipboard y, aún más adelante, aplicaciones pensadas para guardar contenido y leerlo después (desde Pocket hasta EverNote, pasando por los clásicos marcadores del navegador, más usables ahora en la nube)

Cuarto problema: comunidad e interacción

Pero el tiempo pasaba y en tecnología las cosas casi nunca se quedan quietas. Llegaron las redes sociales, en origen pensadas para otra cosa -relacionarse con gente de una u otra forma- y terminaron por dar la puntilla al mundo de las RSS ¿Por qué? Porque ofrecían cosas que los RSS no: interactividad e inmediatez

Si bien es cierto que con los servicios de lectura de feeds es posible saber cuánta gente se ha suscrito a un contenido, ese número se limitaba a la plataforma desde la que lo consultas (por ejemplo, cuánta gente se ha suscrito desde FeedBurner, o cuánta gente se ha suscrito vía Feedly, pero no un número total). En redes sociales, sin embargo, el contenido acabó viniendo de la mano de la gente y las propias marcas. Incluso los medios de comunicación, esos que troceaban su contenido en diversas fuentes RSS, ahora crean múltiples cuentas de Twitter, una para cada sección. Y, claro, cada una de esas cuentas tiene un número determinado de seguidores, provoca un número determinado de ‘favoritos’, ‘me gusta’, ‘retuiteos’ o ‘compartidos’. Y todo ello es perfectamente medible (que se lo digan a Klout, que ha hecho de eso su modelo de negocio) y con efectos directos en la audiencia del sitio, algo que no siempre ocurría con los RSS.

Sólo con esa interactividad, y observando la correlación del contenido con lo que los usuarios hacen de él, se entiende la inmediatez. No es que los RSS no fueran inmediatos, que lo eran, sino que un fenómeno que acaba de pasar ahora puede tornarse viral en redes sociales al verlo replicado permanentemente en tus timeline, cosa que con un lector de RSS no podía pasar.

Quinto problema: integración

Las redes sociales están muy bien: ahora tus feeds son directamente quienes crean contenido, que lo comparten. De hecho, todo lo que tenías guardado en ese viejo lector, ahora lo tienes en Twitter: dinámico, interactivo, personal…

Lo malo es que redes sociales hay muchas. Demasiadas. Que si Twitter, que si Facebook, que si Google + (esta última por obligación), que si alguna de fotografía (Instagram, Pinterest, Flickr), que si alguna sectorial… Y por no hablar de los blogs, que también dicen que están muertos pero que, de momento, siguen ahí nutriendo de contenido la red, en parte porque muchos blogs ya no son blogs en sí mismos, sino páginas profesionales de contenido segmentado.

Lo ideal, pues, sería integrar todo en la medida de lo posible.

Y en eso estamos.

El modelo de Tumblr, ahora en manos de Yahoo, es el de aplicar a un portal de creación de contenidos las funciones de las redes sociales, pudiendo re-bloguear contenido con tus seguidores. Aquello que hace unos años se llamaba ‘prosumer’ (consumidor de información que, a partir de ella, produce una nueva), llevado a la máxima potencia.

Y todo esto que ahora parece obvio ahora que parece que haga un siglo que Google Reader cerró sus puertas no era tan obvio cuando, once meses atrás, Google tomó tan drástica decisión. Los RSS, tan útiles todavía para muchos, estaban heridos de muerte y Google no hizo sino darle la puntilla. Ahí siguen, vivos, pero lejos de ser un producto de masas, porque en realidad nunca lo fueron. Justo lo que le pasa a buenas ideas como el NFC o a tantas otras genialidades que los usuarios deciden no usar. Y a las que la industria, al final, acaba dando el empujoncito… hacia la tumba. Algunos, conste en acta, llevaban cinco años diciéndolo.