Fuente: SesiónDeControl.com
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Elecciones catalanas: bon colp de falç

Había dos titulares posibles, ambos parafraseando al himno catalán. El más probable, vistos los sondeos, era el de “Catalunya triomfant”, con una fotografía de Artur Mas aclamado desde el balcón con las banderas esteladas que desde hace unos meses se han hecho habituales en los mítines de CiU. El otro, mucho más sorprendente, era este. Un ‘hachazo’ en toda regla, por adecuar el significado aunque sea cambiando la herramienta.

Convergència ha perdido doce escaños tras haber convocado unas elecciones anticipadas en las que la apuesta soberanista de Mas era a doble o nada. La prensa nacional hablará de un fracaso personal del candidato, pero éste existe sólo en parte. El artífice del giro soberanista de CiU no ha sido Mas, que ha puesto la cara, sino Oriol Pujol, hijo del expresident y hombre fuerte de CiU desde el congreso celebrado en primavera.

¿Cuál ha sido el problema? Que los votantes de CiU no son independentistas. Son conservadores, tradicionales, acomodados económicamente… pero el votante medio de CiU dista mucho de identificarse con las banderas independentistas que han acompañado a Mas desde la Diada. Artur Mas y el Partido Popular le han hecho el trabajo a Esquerra: unos han azuzado la bandera soberanista y los otros les han colocado como enemigos. Los votantes de Esquerra y de las CUP, mucho más jóvenes por lo general y francamente afectados por los recortes de unos (en Cataluña) y otros (en políticas nacionales) han inclinado la balanza.

Habla la prensa de fracaso y señalan a Mas. Pero dos años después de volver a gobernar lo cierto es que CiU, que llegó a verse superado por el PSC no hace tanto tiempo, tiene más del doble de los escaños que su inmediato perseguidor. CiU pierde, pero pierde ganando, arrasando de una forma que ni la mayoría absoluta del PP conoce en el Congreso.

Tres cataluñas

Otra cosa que parece haber quedado clara con estas elecciones es que hay dos sentimientos independentistas bien distintos. El romántico, el de corazón, que marca el sustrato de voto independentista de Esquerra, las CUP, SI o Reagrupament, y el de bolsillo, todo ese excedente de soberanistas que antes nadie veía y que se han lanzado masivamente a votar. La pregunta es si ese hondo sentimiento soberanista (el 54% de los escaños actuales sumando CiU, ERC y CUP) seguirá ahí tras la crisis.

Existe, por tanto, una mayoría soberanista, aunque menor que durante la legislatura pasada. Lo que prácticamente no existe es el voto nacional: sólo uno de cada cinco votantes ha optado por populares o socialistas. Y eso es así por más que el PSC celebre no haberse derrumbado pese a haber perdido su segunda plaza histórica en el que otrora fuera un granero electoral. Eso es también pese a que el PP celebre haber roto su techo de votos tras casi dos décadas gracias al denodado esfuerzo de La Moncloa que sólo se ha traducido en un 0,7% más de votos y un escaño.

Si Esquerra se ha quedado con las migas independentistas de CiU, Ciutadans se ha quedado con el voto ‘unionista’ de un PP al que esta vez sí parece haberle jugado en contra la política económica nacional. Con todo, hay tres Cataluñas. La independentista, con un 54% de los escaños, la federalista de ICV -que gana tres escaños- y PSC, con un 31%, y la española de PP y Ciutadans con un 25%.

Ahora empieza el laberinto de los pactos. Mas ha dicho que quiere seguir con el “proyecto” y se ha referido a “las otras fuerzas políticas”. Podría sumar mayoría con PSC o PP, pero parece evidente que el destinatario de ese mensaje era un ERC con el que podría coincidir en materia soberanista… pero del que están en las antípodas en el resto de políticas, sean estas sociales, económicas o culturales.

Por cerrar con buen sabor de boca, tres bocados para todos los paladares. Uno, los xenófobos del PxC pierden un tercio de sus votos y se quedan mucho más lejos de la representación. Dos, el Parlament vuelve a ser enormemente plural con siete fuerzas políticas. Tres, un 70% de catalanes han votado, una participación de récord en tiempos muy aciagos para la participación política.