Mariano Rajoy (Fuente: Agencia EFE)
Mariano Rajoy (Fuente: Agencia EFE)

¿Y si el tapado es Rajoy, y no Sáenz de Santamaría?

Desde hace unas semanas circula por los mentideros políticos la teoría conspirativa de que el hecho de que Mariano Rajoy esté cediendo tanta visibilidad y protagonismo a la vicepresidenta no responde a su pereza y miedo a los debates, sino a algo más: hay quien ve una preparación por parte del PP por si, en un escenario de bloqueo sin mayorías, un posible pacto con otra fuerza pasara por vetar a Rajoy como presidente. Según esa lógica, en Génova andarían preparándole el terreno a Sáenz de Santamaría por si tocara investirla a ella.

La teoría, que no deja de ser un rumor en campaña electoral, gana empaque con algunos de los últimos acontecimentos. Por ejemplo, el hecho de que su cara asome también en los carteles electorales que ya cuelgan en nuestras calles y plazas -es la primera vez que alguien que no es el candidato da la cara en el cartel-. O, por poner otro ejemplo, por el hecho de que Mariano Rajoy haya enviado a la vicepresidenta al debate a cuatro en Atresmedia en lugar de ir él mismo. Primero se insinuó que no iba por problemas de agenda, pero finalmente ha trascendido que se iba a Doñana con los suyos, así que si no ha ido ha sido porque no ha querido ir.

Conspiraciones aparte, lo que sí hay seguro es una división de funciones. El presidente se expone lo justo, acudiendo a entrevistas amables (como la de Pedro Piqueras en Telecinco, la de Bertín Osborne en TVE, o antes la de Gloria Lomana en A3) o a formatos controlados (como el de La Sexta, con preguntas de ciudadanos que, sobre ser complicadas, admiten poca repregunta).

Por su parte, Sáenz de Santamaría se las ha visto bailando en ‘El Hormiguero’, debatiendo contra tres líderes opositores en directo en Atresmedia y sacando músculo interno en el PP en detrimento de María Dolores de Cospedal y a favor de aliados como Alfonso Alonso, ahora ministro y, a la vez, hombre fuerte de tapadillo en el PP vasco. Y eso por citar ejemplos recientes.

Sáenz de Santamaría hace las cosas que Rajoy nunca haría. Lo hizo, por ejemplo, años atrás posando sugerente en una habitación de hotel para El Mundo. O respondiendo a una entrevista antes del amanecer en la Cadena SER, con la voz casi en un susurro para no despertar a su recién nacido hijo, al que daba el pecho mientras hablaba.

La naturalidad y normalidad de Rajoy pasan por gestos como el capón que dio a su hijo en directo cuando éste criticó a uno de los locutores del programa futbolístico de la COPE en el que estaban. Ella, al salir del debate en Atresmedia, bromeaba con que se había dejado el móvil en casa ante la pregunta de si había recibido órdenes de Rajoy. Hay diferencias.

A uno le funciona la prudencia, y la otra, aunque no es una diva de la telegenia, no hace ascos a pasearse por los platós. O por los circuitos, al volante de un coche, o en la cesta de un globo aerostático, como con Jesús Calleja hace un par de semanas

Cuando se le pregunta a ella por qué le toca dar la cara en lugar de al presidente, repite la cantinela de que en el PP hay equipo, y que entre ese equipo, casi indistintamente, se responde a los compromisos. Vamos, casi da igual que a un acto electoral acuda el candidato y presidente o alguien que, en teoría, no es lo primero y no sería lo segundo.

En ese contexto, acudía al debate como una especie de enemigo sola contra todos, aunque con la aureola que le habían colocado los suyos de ir a merendarse a los otros oponentes. Al final, no pasó ni una ni otra cosa. Los tres representantes de la oposición se dedicaron a arrearse entre ellos (y alguna vez a ella), pero en sus limitadas intervenciones tampoco ella consiguió ser esa máquina de debatir que iba a poder aniquilar a sus oponentes.

Al final, con todo, a ella era a la que más le convenía callar durante la cita televisiva: las rémoras de la legislatura son muchas y evidentes, y para sus intereses siempre era mucho mejor que los otros tres candidatos se pelaran entre ellos que el que tuvieran que reparar en su presencia, lo cual le habría obligado a hablar algo más. Sin embargo, según las mediciones del propio programa, fue de las que más habló en extensión de tiempo, aunque no fue la primera en actividad o intensidad.

El debate de Atresmedia era entre tres candidatos? y falta por ver si también era con una presidenta, en caso de que los rumores sean ciertos. O, por el contrario, se trata únicamente de la figura útil para hacer el trabajo sucio al que el presidente no quiere exponerse, alguien que ayudará a la consecución del objetivo final de ser reelegidos sin necesidad de hacer sacrificio o ungimiento alguno.