Son catorce, diez socialistas y cuatro populares. La mayoría nacieron en los años 40, aunque un par de ellos lo hicieron una década antes. Uno ya ha fallecido, siete están jubilados y seis siguen en activo. Entre estos últimos, los ‘benjamines’ del grupo, con 58 años. No todos son conocidos. El denominador común de todos ellos: haber pasado al menos nueve legislaturas en las Cortes. Décadas de historia política contemplan este artículo.
El pasado 5 de noviembre tuvo lugar un hecho importante para nuestra democracia, aunque pasara casi inadvertido. Fue un gesto, poco más que eso, pero uno de esos que ayudan a ir poniendo punto final a la Transición: Alfonso Guerra anunciaba que dejaba su escaño.
Si bien es cierto que el primer vicepresidente de Felipe González hacía tiempo que no tenía poder efectivo alguno más allá de controlar algunos resortes de la federación socialista andaluza, su presencia en el Congreso era muy simbólica. Era el único parlamentario que había vivido en las Cortes las once legislaturas de la democracia -diez más la constituyente- y eso, en pleno debate sobre la necesidad de renovación de la vida política, pesa.
Guerra, una especie de Johan Cruyff del PSOE, casi siempre crítico y con frases geniales en la recámara, dejaba el Congreso finalmente el pasado día 14 de enero. Tenía 75 años.
Con él se iba un trozo de nuestra historia, el cordón umbilical que nos conectaba a la Transición, la votación de la Constitución, el golpe de Estado, el primer socialismo, los debates airados con Aznar, los gritos del ‘No a la guerra’, y tantas y tantas cosas que han visto las paredes del Hemiciclo durante estas décadas. Las paredes del Hemiciclo… y él.
Parafraseando a otro estratega político de antaño, casi cuarenta años de historia contemplaban desde su escaño. A su alrededor, 2.191 diputados han ido desfilando mientras él, impasible, les veía llegar y marcharse. Guerra era el superviviente, el faraón entre faraones. El más longevo de ellos. Pero no el único.
Txiki Benegas es otro ‘elfo’ del Congreso: inmortal en las listas, parece que el tiempo no hace mella en él.
Empezó en el escaño igual que Guerra, cuando la democracia empezaba en la legislatura constituyente, y ahí sigue. Sólo hubo un lapso de tiempo, la tercera legislatura, durante la que dejó su asiento en Madrid para ocupar uno autonómico en su Euskadi natal. Con 67 años, aún podría arrebatarle el récord a Guerra si decidiera ‘jubilarse’ a su misma edad.
Eso sí, sólo Guerra contempló toda la secuencia temporal de forma ininterrumpida.
Los ‘faraones’ itinerantes
A caballo entre el Congreso y el Senado hay otras diez viejas glorias de la política copando un escaño desde los albores de la democracia.
Destacan los también socialistas Jaime Blanco y Francisco Fuentes, que casi van a la zaga de Benegas y Guerra en tiempo de escaño, sólo que con la particularidad de que han repartido su tiempo parlamentario casi en partes iguales entre las dos Cámaras.
El primero dejó el cargo de parlamentario tras haber pasado cuatro legislaturas en el Congreso, y lo hizo para saltar al Senado para pasar otras tres, volver al Congreso para pasar dos más y, finalmente, volver al Senado para otra. El 9 de marzo de 2008, con 64 años y diez legislaturas a las espaldas, dejaba las Cortes.
En el caso del segundo la historia es menos cambiante: pasó cinco legislaturas en el Congreso y, desde entonces, lleva cuatro más en el Senado. A sus 66 años sigue en activo y en marcha.
Junto a ellos, hasta ocho parlamentarios han ido saltando de una Cámara a otra hasta sumar nueve legislaturas entre escaños y escaños. Son los socialistas Paco Vázquez y Juan Barranco -ya retirados-, Lluís María de Puig -fallecido- o Javier Barrero y Jesús Caldera -aún activos-, además de los populares Ignacio Gil Lázaro e Isidoro Fernández -aún activos-, más el ya retirado Juan Carlos Guerra.
Los ‘faraones’ del Senado
Pero no todos los ‘faraones’ han desarrollado su carrera en el Congreso o a caballo entre Congreso y Senado: la Cámara Alta también tiene sus históricos ‘puros’, aunque tienen perfiles mucho menos conocidos.
El primero es Francisco Cacharro, que habría sido el alter ego perfecto de Guerra si las Cortes hubieran sido una película de Hollywood: uno socialista, el otro popular; uno en el Congreso, el otro en el Senado.
Cacharro estuvo en el Senado desde el mismo momento que Guerra en el Congreso, la legislatura constituyente, solo que colgó antes el acta de senador: concretamente lo hizo el 31 de marzo de 2008, con el fin de la octava legislatura. Estuvo, por tanto, nueve legislaturas, durante las que vio desfilar a casi 1.800 senadores a su alrededor.
Tanto como él estuvo Juan José Laborda, socialista, con mismas legislaturas a sus espaldas y 61 años cuando dejó el acta. Joven, comparado con la edad a la que los demás dejaron la actividad parlamentaria.
Guerra ha fijado el techo: once legislaturas seguidas que, a corto plazo, sólo seis parlamentarios podrían igualar en no menos de dos legislaturas de tiempo. Sin él ya activo, en cuanto empiece la próxima legislatura no quedará ningún testigo de todas ellas desde dentro. Nunca más podrá haberlo. Y aunque sea por cierto afán renovador de las instituciones, ya era hora de que los ‘inmortales’ dejaran las costas de la política parlamentaria.
Con el permiso de los seis faraones que siguen en activo, claro.