La batalla generacional va a ser la que defina la política de los próximos veinte años.
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Pocas cosas retratan mejor a un país que su mapa ferroviario: infraestructuras, nodos de influencia y velocidades muestran qué regiones tienen peso y qué otras acumulan años de retraso en su desarrollo.
El fútbol es política pura. Y la política, cada vez más, un partido entre hinchas desatados.
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La vida política se ha acelerado tanto que en unos pocos años han surgido y han decaído partidos con opciones de formar Gobierno. La pregunta es: ¿triunfan determinadas ideas porque son visibles o se vuelven visibles porque están suficientemente extendidas como para triunfar?
En los últimos años han emergido personajes desconocidos para la opinión pública como rostros conocidos ante una emergencia. Sucedió con Trapero con los atentados de Barcelona hace unos años, y ahora sucede con Fernando Simón y la pandemia.
Los sobresaltos empiezan a ser una constante en la política patria de los últimos años. Hasta el punto en que Andalucía podría dejar de ser socialista por primera vez en la democracia, y todo gracias a los votos de una ultraderecha que ha conseguido regresar a las instituciones.
La caída en desgracia de un PP desalojado del Gobierno vía moción de censura sigue teniendo consecuencias, algunas de calado. Por primera vez en décadas su capacidad de aglutinar sensibilidades se resquebraja, lo que ha abierto las puertas a formaciones escoradas hacia la derecha más radical. Vox ya ha mandado su primer aviso.
Existen a lo largo y ancho del mundo regiones que escapan al control de las autoridades. Puede ser de forma coyuntural, o puede ser porque las fuerzas del orden son incapaces a lo largo del tiempo de hacerse valer. Pero las consecuencias casi siempre son las mismas: la aparición de un ‘Estado’ más allá del Estado. Uno en el que las normas son distintas, pero también tienen sus liturgias, sus ejércitos… y su Justicia.
La llegada de la democracia trajo consigo la explosión de múltiples manifestaciones humorísticas y artísticas impensables unos años antes. Ahora, décadas después, empieza a hacerse notoria cierta judicialización de expresiones antes toleradas.
Frente a la violencia siempre aparecen aquellos que buscan tender puentes. Normalmente repudiados por los suyos y despreciados por los contrarios, son personas que se inmolan en busca de un bien mayor. En España ha habido unos cuantos de ellos.