Una plaza de funcionario viene determinada por la ideología, y también deja ideología tras de sí.
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Ya pocos hablan de reformar la Constitución, quizá porque asumen que es casi imposible.
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Cada país es un mundo en cuestión de pactos políticos: los hay donde son imposibles por el propio sistema, como EEUU o Francia, o donde son una cuestión cultural, como en Alemania. En España llevamos unos años transitando esa senda aunque en zonas como Cataluña ya tienen alguna experiencia previa. Y la convivencia nunca es fácil.
Los pactos casi nunca son igualitarios, porque por norma general un firmante saca más que otro. Y eso en política suele ser un problema.
Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.
Se auguraba un duro revés para Ciudadanos, pero el derrumbe ha sido de los que hacen historia. El partido ha pasado de poder formar Gobierno a abocarse a un futuro más que incierto en apenas unos meses.
Vivimos rodeados de trampantojos, cosas que parecen ser algo que no son para crear sensaciones determinadas. Hay algunos inocuos, pero otros se usan con finalidades políticas determinadas y modifican nuestra percepción de la realidad y nuestras opiniones al respecto.
El debate soberanista catalán lleva tantos años en primera plana que ha terminado por condicionarlo todo. Da igual la ideología del partido que sea: en todas las formaciones hay sensibilidades más o menos próximas con el independentismo, y eso afecta a la hora de decidir representantes.
Ni tan inteligible como Carod ni tan ácido como Puigcercós: el actual líder de ERC está demostrando ser lo suficientemente pragmático y paciente como para saber ejercer su influencia desde la cárcel, consciente de que ninguna prisión preventiva dura para siempre.
Socialismo federalista, centrismo de corte liberal o izquierdismo soberanista. El PSC ha ido contraponiendo sus distintas sensibilidades internas hasta convertirlas en rivalidades electorales de cara a los próximos comicios. El resultado puede marcar el futuro itinerario ideológico para un partido que llego a gobernar y lleva casi dos décadas encadenando caídas en apoyos.