Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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La política española va tan rápido que, de pronto, ha dado la vuelta y se ha situado justo donde estábamos hace unos cuantos años.
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Los partidos que emergieron de la desafección política intentan sobrevivir a su peor momento.
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De tocar el cielo a derrumbarse en el suelo. Ciudadanos lideraba las encuestas ante un PSOE envuelto en guerras internas y un PP corroído por los escándalos, pero jugó todas sus cartas mal y ha acabado por besar la lona en los mismos sondeos que antes le encumbraban. El tiempo de Albert Rivera puede estar llegando a su fin.
Es imposible gobernar si antes no has sobrevivido políticamente a tus enemigos internos. Es más, en ocasiones es imposible sobrevivir a los enemigos internos si no acabas por gobernar.
La brecha ‘horizontal’ del PSOE y las cuentas pendientes del PP marcan la vida de ambos partidos. Por su parte, Podemos tiene las tensiones más repartidas y Ciudadanos se libra… de momento.
Niegan la rebelión interna, pero lo parecía. Y fracasado el intento de golpe llega una contienda que se presume larga y cruenta. La estrella creciente de Podemos ha llevado a la formación ante una encrucijada en la izquierda: el posibilismo de pactar o la ortodoxia de dominar. La guerra acaba de empezar.
En estos tiempos e apuesta por los candidatos televisivos… y por la dependencia del líder.
Todos los partidos políticos tienen dos almas, pero en algunos casos la distancia entre ambas hace que las derrotas puedan acabar en escisiones. Entre tanta facción de izquierda cabe adivinar un hueco de renegados entre PSOE y Podemos.
La XI legislatura ha traído muchos cambios y una evolución: el número de diputados tuiteros se dispara. Así se ha volcado la Cámara con la red de microblogging.