El presidente dice ser una persona. Dice estar harto de ataques personales. Igual nada de esto es normal.
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Ximo Puig sale triunfante en una doble victoria: podrá seguir gobernando y, además, lo hará restando peso a Compromís. Ciudadanos no ha sido capaz de aprovechar la decadencia de un PP en proceso de demolición precisamente por utilizar un argumentario similar.
No necesariamente jóvenes, no necesariamente mujeres, no necesariamente técnicos. En una época en la que los votantes buscan nuevas respuestas a sus problemas el mensaje y su forma adquiere una importancia clave ante variables antes más valoradas.
Tras varias mayorías absolutas, la sombra de la corrupción pudo con él. El foco está en su impulso a obras faraónicas que no atrajeron al turismo, pero que generaron cuantiosas comisiones.
Niegan la rebelión interna, pero lo parecía. Y fracasado el intento de golpe llega una contienda que se presume larga y cruenta. La estrella creciente de Podemos ha llevado a la formación ante una encrucijada en la izquierda: el posibilismo de pactar o la ortodoxia de dominar. La guerra acaba de empezar.
Todos los partidos políticos tienen dos almas, pero en algunos casos la distancia entre ambas hace que las derrotas puedan acabar en escisiones. Entre tanta facción de izquierda cabe adivinar un hueco de renegados entre PSOE y Podemos.
Muchos ganadores, muchos perdedores, pero ningún vencedor claro. La mayoría de titulares que deja la noche electoral bien podrían haberse escrito meses atrás.
Las Elecciones Autonómicas y Municipales han marcado, quizá, un punto de inflexión. Los partidos emergentes no han descabalgado a los grandes, pero sí les han hecho daño: Podemos ya controla, de forma indirecta, las grandes capitales, y Ciudadanos ya influye, de forma directa, en la formación de gobiernos autonómicos.
Si hay una pregunta del millón en la política nacional en los últimos años bien podría ser la que encabeza el artículo: cómo demonios ha podido sobrevivir, contra viento y marea, el PP en la Comunidad Valenciana, que tiene a uno de cada cinco miembros de su grupo parlamentario imputados. Los escándalos, las imputaciones interminables, la gigantesca deuda que dejan los pufos urbanísticos y todas esas cosas que hacen que fuera de esa burbuja política que parece ser la región nadie entienda que los votantes sigan embelesados con los dirigentes populares y les pongan velas en forma de voto puntualmente, cada cuatro años desde aquel lejano año 1995 en el que empieza esta historia.
Las redes sociales se han convertido en un vehículo para difundir ideas políticas, tanto por parte de formaciones tradicionales como por parte de colectivos más o menos identificables.