La política española va tan rápido que, de pronto, ha dado la vuelta y se ha situado justo donde estábamos hace unos cuantos años.
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Existe consenso en que la democracia es el más justo de los sistemas para elegir gobernantes. Ahora bien, lo que no está tan claro es cuál es la mejor forma de elegirlos. Y no será por falta de opciones según el país del que se trate.
La socialdemocracia está en crisis en toda Europa. Se percibe en sus decrecientes resultados electorales, con una decadencia acentuada con la crisis, pero se venía gestando desde tiempo atrás. Y eso hace pensar que detrás se esconde la decadencia de un concepto frente a propuestas políticamente más atractivas en la sociedad actual.
Es lo más hortera y viejuno del panorama musical, pero también es un ejercicio de catarsis colectiva de los más longevos. El papel de Eurovisión a la hora de asentar el proyecto europeo es incuestionable a estas alturas: entre canciones, reivindicaciones y risas prevalecen los valores comunes y la exaltación de la unión. Todo es política, al fin y al cabo.
El proyecto europeo, que durante décadas ha servido para estimular vínculos comerciales y culturales y disipar tensiones bélicas, se enfrenta a un futuro incierto. El crecimiento del populismo, la desafección interna y la incertidumbre externa arrojan un horizonte sombrío.