El fútbol es política pura. Y la política, cada vez más, un partido entre hinchas desatados.
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El nacionalismo, como ideología, puede seducir a muchos: quién no querría defender lo suyo frente al resto. Pero una vez fuera de la realidad territorial los equilibrios de poder se complican: los intereses de distintos nacionalismos chocan entre sí. Y eso, a su vez, lastra grandes proyectos supranacionales, como es el caso de la UE.
Ha sucedido lo que nadie esperaba y la mayoría no deseaba, al menos fuera del Reino Unido: el referéndum sobre la continuidad del país en la UE deja a Europa con un socio menos, con su enésima crisis y con un buen motivo para la autocrítica.