El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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Cuatro sucesos en apenas dos semanas muestran que el procés agoniza (por ahora).
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Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.
Se auguraba un duro revés para Ciudadanos, pero el derrumbe ha sido de los que hacen historia. El partido ha pasado de poder formar Gobierno a abocarse a un futuro más que incierto en apenas unos meses.
Los sobresaltos empiezan a ser una constante en la política patria de los últimos años. Hasta el punto en que Andalucía podría dejar de ser socialista por primera vez en la democracia, y todo gracias a los votos de una ultraderecha que ha conseguido regresar a las instituciones.
Ni tan inteligible como Carod ni tan ácido como Puigcercós: el actual líder de ERC está demostrando ser lo suficientemente pragmático y paciente como para saber ejercer su influencia desde la cárcel, consciente de que ninguna prisión preventiva dura para siempre.
Socialismo federalista, centrismo de corte liberal o izquierdismo soberanista. El PSC ha ido contraponiendo sus distintas sensibilidades internas hasta convertirlas en rivalidades electorales de cara a los próximos comicios. El resultado puede marcar el futuro itinerario ideológico para un partido que llego a gobernar y lleva casi dos décadas encadenando caídas en apoyos.
No necesariamente jóvenes, no necesariamente mujeres, no necesariamente técnicos. En una época en la que los votantes buscan nuevas respuestas a sus problemas el mensaje y su forma adquiere una importancia clave ante variables antes más valoradas.
La singularidad catalana sigue acumulando rarezas. La última, unas elecciones adelantadas que aspiraban a clarificar el panorama y que lo dejan todo más o menos como estaba: bloqueado.
En una política cada vez más condicionada por la imagen, las tendencias se contagian. Las camisas blancas arremangadas para los que intentan lucir modernos, las melenas rubias para los ultranacionalistas, las gafas entre el soberanismo…