Ya pocos hablan de reformar la Constitución, quizá porque asumen que es casi imposible.
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Ha fallecido Rubalcaba, y con él se va un hombre que lo ha sido todo en política. Todo salvo presidente del Gobierno, aunque fue candidato para serlo. Y lo fue no por su partido, sino por prestar un último servicio al Estado al que sirvió durante décadas frente a los focos… y entre sus sombras.
Andalucía ha sido, durante décadas, un poder en la sombra para la política nacional. Sin hacerlo visible, tuvo un peso específico claro en las decisiones del PSOE. Ahora la atalaya se ha venido abajo: Andalucía ya está en manos del PP.
No necesariamente jóvenes, no necesariamente mujeres, no necesariamente técnicos. En una época en la que los votantes buscan nuevas respuestas a sus problemas el mensaje y su forma adquiere una importancia clave ante variables antes más valoradas.
El efecto mariposa también funciona en política: un pequeño cambio puede provocar grandes cambios. Y si el cambio no es pequeño, sino que se trata de un nuevo liderazgo en el partido más votado del país, el oleaje puede hacer que todo el entorno tenga que moverse.
La travesía de ETA hacia el final de la violencia ha contado con múltiples ayudas. La más importante, la de la propia izquierda abertzale a través de mensajes y gestos que, entre la lógica desconfianza del resto de fuerzas, ha ido acomodándoles en la política institucional como una fuerza más.
La brecha ‘horizontal’ del PSOE y las cuentas pendientes del PP marcan la vida de ambos partidos. Por su parte, Podemos tiene las tensiones más repartidas y Ciudadanos se libra… de momento.
Lo inexorable no ha sucedido. La candidata del aparato ha perdido. El superviviente ha logrado lo que nunca nadie había osado intentar. Pedro Sánchez será el secretario general más inesperado tras derrotar a una Susana Díaz que todos dimos, por error, como vencedora.
Ni su vigor, ni sus estrategias políticas, ni su simbolismo marketiniano pudieron hacerle ganar la guerra más importante de su carrera. Rubalcaba, a lomos de la aristocracia socialista, impidió a Chacón liderar un PSOE que quizá nunca existió.
Las victorias internas de Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid e Isabel Bonig en la Comunidad Valenciana esconden varios ‘peros’: sí, han ganado de forma clara… pero sin tener que competir contra nadie.