El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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El poder del Gobierno no es uno, sino trino: el explicativo, el expectativo y el (per)judicial.
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Unir a la izquierda es el plan desde 1986, y ni ahora termina de conseguirse.
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Los líderes del procés se enfrentan al proceso judicial. Al menos los que decidieron no huir de la Justicia y pagar un alto precio: dar la cara y convertirse en símbolos para los suyos a cambio de entrar en la cárcel.
Andalucía ha sido, durante décadas, un poder en la sombra para la política nacional. Sin hacerlo visible, tuvo un peso específico claro en las decisiones del PSOE. Ahora la atalaya se ha venido abajo: Andalucía ya está en manos del PP.
Una vez conquistado el centro, Ciudadanos se ha lanzado hacia la derecha. Y en el PP, tras ver el resultado electoral catalán, han empezado a contraatacar. Por primera vez en su historia la contienda se libra en su propio espectro electoral.
La brecha ‘horizontal’ del PSOE y las cuentas pendientes del PP marcan la vida de ambos partidos. Por su parte, Podemos tiene las tensiones más repartidas y Ciudadanos se libra… de momento.
Lo inexorable no ha sucedido. La candidata del aparato ha perdido. El superviviente ha logrado lo que nunca nadie había osado intentar. Pedro Sánchez será el secretario general más inesperado tras derrotar a una Susana Díaz que todos dimos, por error, como vencedora.
Los ex son a menudo molestos recuerdos de un pasado no siempre mejor que tienden a reivindicar su legado en tu presente. Sucede en lo personal y sucede, cómo no, en la política.
El histórico Alfonso Guerra lo deja. Si hay un simbolismo del cambio de época en la política nacional, éste no deja de ser un buen símbolo.
Andalucía adelanta sus elecciones con la vista puesta en Madrid. El pulso político en el seno del socialismo y la pujanza de las fuerzas emergentes marca un camino de final impredecible.