Fuente: Vogue
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Verónica Portell: «Me encantaría que mis hijos supieran de ETA sólo por los libros de Historia»

Resulta duro hablar con alguien cuyo padre fue asesinado. Veronica Portell cuenta cómo, en aquellos días, José María Portell era un intermediario entre el Gobierno y la banda. Era periodista; el primero que ETA asesinó. Casi treinta años después, Verónica Portell acaba de publicar su primer libro, un retrato de la vida de su Euskadi natal, pero con un enfoque diferente: son pequeños relatos protagonizados por personajes implicados en la realidad vasca, todo ligado a una trama central, un secuestro de la banda terrorista ETA.

 

«He buscado ponerme en la piel de todos los implicados y pensar qué deben sentir», comenta Verónica Portell. Y el título de su libro es toda una declaración de intenciones: ‘Y sin embargo, te entiendo’ (Ed. Hiria). Ella, víctima del terrorismo, da un paso por entender las circunstancias «del otro bando», aunque sin «justificar» sus actos. Como ella misma dice, «un ejercicio de empatía», un primer paso para la conciliación.

Más que una entrevista, una conversación sobre una realidad dramática sobre la que hablar a veces es tabú. Y al final, la promesa de una llamada cuando acabe de leer el libro para hablar. Pero no de futuribles o de política, sino de lo esencial: de lo que cuenta y de lo que queda al leerlo, de sentimientos «que es lo más importante», como ella misma dice.

En la presentación del libro estuvieron Grande-Marlaska, José Saramago e Iñaki Gabilondo…
Sí, todavía no salgo de este `shock´. Para mí todo esto es nuevo, aunque sea periodista y esté acostumbrada a hablar a los medios siempre hablo de otros, no de mí. Me quedan experiencias muy positivas; tengo mucho que agradecer, a Marlaska, por ejemplo.

Entiendo que alguien pueda pensar así atendiendo a que son víctimas de sus circunstancias

Contacté con él hace meses, y he aprendido mucho de cómo algo interno puede condicionar el modo de ver las cosas. Me contó cómo su realidad sexual había condicionado su vida, al margen de ser el juez que es. Es consciente de su trabajo, pero su fortaleza no viene de ahí, sino de su realidad. Es una prueba de cómo las circunstancias internas condicionan lo que se es exteriormente.

¿Qué cuenta su libro?
Ante todo, quisiera destacar que no es un libro político: yo no lo veo así. Es un libro muy humano, de emociones. No creo que las casualidades existan, todo pasa por algo, pero ha llegado en un momento que algunos dicen que es muy oportuno. La verdad es que es la culminación de un trabajo de dos años, no ha sido algo premeditado. El libro es una introspección, una aproximación a todos los agentes implicados, un ejercicio de empatía para ponerme en la piel de mucha gente, entre ellos los que están en el otro bando.
¿Tenía que escribir este libro?
No lo digo a mal, pero a lo mejor en Madrid no se ve esta realidad del mismo modo. Mi generación somos personas que hemos vivido la violencia desde siempre en Euskadi y sentimos hastío de esta violencia. A pesar de lo que pasó con mi padre, mi vida no ha girado en torno a esta violencia. Es evidente que llevo un apellido que supone un peso que para mí es una honra, pero no soy una portavoz ni un símbolo de nada ni de nadie. Únicamente, quizá sí, por mis circunstancias me sea más fácil conocer este sufrimiento.
¿Qué le movió a escribir el libro?
Podría decir cualquier cosa que quedara bien, pero la verdad es que no hay un desencadenante. Cuando sucedió lo de mi padre era pequeña y no tenía recursos para entenderlo. Pero llega un momento, una edad, en que pese a tener todo lo que necesito, me planteé ¿qué me pasa? Tenía la necesidad de escribir. Tú eres periodista y también sabes a qué me refiero: se lleva algo dentro, será cuestión genética. Era algo que me negué a mí misma, pero hace dos años empecé a escribirlo, y me costó mucho…
¿Y qué sensación le queda al ver la obra concluída y publicada?

Una enorme satisfacción. La literatura es como crear belleza. Ver el libro terminado me elevó la moral, y lo digo de un modo muy humilde. A lo mejor llega alguien, lee el libro y dice «pues sí que le ha costado tiempo escribir esto». No sé si está bien escrito o no, hacía mucho tiempo que no escribía, pero lo que sí puedo asegurar es que me he dejado la piel en ello.

Muchas víctimas sienten que tienen un papel importante, un papel que yo no siento

He tardado mucho en hacer cada párrafo, en tratar cada personaje. He cultivado mucho el lenguaje, para mí ha sido un trabajo muy duro. Había gente que me decía «¿sabes la que vas a montar, siendo quien eres y escribir sobre esto?». Pero estoy muy satisfecha.

¿Hay algo de autobiográfico en el libro?
No, no hay nada autobiográfico. Lo que sí hay son cosas que he puesto en boca de algunos personajes, cosas que siento yo. De algún modo me ha servido para ampliar la visión de mi entorno, ordenar mis ideas. Una especie de ejercicio freudiano para plantearme ¿qué pensará esta persona? He cumplido un pequeño papel, una pequeña pieza del puzzle. Me dicen, eso sí, que he puesto demasiado corazón en el libro, pero no, no es autobiográfico.
Es enorme el daño que hace el prejuicio en algunas situaciones
Sí, es un problema terrible. Con el libro he intentado poner mi granito de arena acercándome a cómo piensan. A lo mejor desde su punto de vista también tienen razón, porque tienen unas circunstancias en su juventud o en su entorno que les ha hecho pensar así. Eso sí, puedo llegar a entender poniéndome en su piel, pero una cosa es entender la idea y otra es compartirla o justificar cómo ejecutan la idea, que no es el caso.
Si el título es ‘Y sin embargo, te entiendo’… Sin embargo, ¿qué entiende?
De eso viene el título, que es lo que más puede llamar la atención a primera vista. No comparto, entiendo; no justifico… sencillamente, entiendo que alguien pueda pensar así atendiendo a que son víctimas de sus circunstancias.
¿Cree que si todos hiciéramos este ejercicio de ponernos en la piel del otro, la situación sería mejor?
Sí, desde luego. Es aportar un toque humano a la situación, un ejercicio interno que no cambiará leyes, pero que mejoraría la situación. Creo firmemente que las personas se mueven más por los sentimientos que por ideas, de ahí a que en el libro los extremos se unan y un miembro de ETA pueda llegar a enamorarse de alguien del PP, a pesar de que son visiones distintas.
En este «ejercicio de empatía», ¿cuál fue el rol que más le costó asumir?
De uno que me inventé completamente y que es el que más satisfecha me ha dejado: es la historia titulada «Objetos perdidos». Habla de lo que debe sentir un preso que lleva veinte años en la cárcel… fue muy complicado imaginar su encierro, cómo debe pensar lo mucho que ha cambiado ahí dentro, el joven que era antes y las ideas que tenía y cómo piensa ahora.

Me hace muy libre no estar en nada: me permite enfrentarme con todos y defenderlos a todos

Fue muy complicado para mí al enfrentarme al papel en blanco, porque nunca me pongo a escribir con un esquema en la cabeza, no sé cuál será el argumento, cómo se desarrollarán las cosas. Pero el preso mismo me fue contando su historia. Y me preguntaba ¿cómo me puede pasar, si no tenía esto en mente, si no me imaginaba cómo sería? E, inevitablemente, ¿cómo has podido ponerte en su piel habiendo vivido lo que has vivido?

Exactamente, ¿cómo ha podido?

Es algo que no está a la orden del día. Pero me hace muy libre no estar en nada: me permite enfrentarme con todos y defenderlos a todos. Puedo tener, como todos, afinidades. Pero mi vínculo fundamental es mi sociedad, y ella cambia, por lo que yo cambio con ella. No es igual ahora que como era antes.

Yo soy una persona de mi entorno, que no me evado de lo que sucede. Me satisface que la gente se identifique con los sentimientos, no en lo político. Para mí es lo más importante, a lo que aspiraba. Y estaré satisfecha si lo he conseguido.

Ha puesto mucho énfasis en no presentarse como víctima del terrorismo
Lo soy. Es evidente, sería una estupidez negar que soy una víctima del terrorismo. Estoy orgullosa de lo que soy, de mi apellido. Pero mi vida no gira en torno a eso: no quiero ser portavoz de nadie y me gustaría que la noticia sea el libro, no yo.
¿Es porque cree que se está utilizando políticamente a las víctimas?
No quiero ir contra ellos, me da miedo que luego cualquier representante de las víctimas me diga nada. Y sin embargo, también les entiendo a ellos. Son gente que creen, que sienten que tienen un papel importante. Y han hecho eso de su vida: ir a congreso, dirigir colectivos de víctimas. Sienten un deber moral, es un papel que yo no siento. Yo tengo mi vida al margen de eso.
¿Cómo ve la situación usted?
No siento ningún odio, no sé odiar a nadie: no está en mi día a día
¿Es optimista respecto a que cese la violencia?
A título personal confío en que este odio pasará. Pero no quiero decir nada porque no soy nadie para hacerlo, no es mi papel, no quiero opinar. Me encantaría que mis hijos supieran de ETA sólo por los libros de Historia, igual que yo he conocido el franquismo así. Ojalá no fuera algo de tanta actualidad.