Para conseguir efectos diferentes hay que intentar métodos diferentes, reza un viejo principio científico aplicable a cualquier aspecto de la vida. El comunicado de ETA de este lunes, en el que anuncia un alto el fuego verificable, permanente y general, marca apenas unas sutiles diferencias respecto a comunicaciones anteriores de la banda terrorista. Lo que sí ha cambiado, y mucho, es cómo perciben los demócratas cada nuevo comunicado de ETA: diez treguas fallidas, la cercanía de las elecciones y la sensación de que la banda está al borde de su aniquilación ha cambiado la forma en la que los españoles encajan la retórica etarra, su escenografía de las capuchas y los puños en alto.
Que algo se mueve en ETA no es una sensación nueva. Es más que un rumor político y mediático: es un hecho si se toman sus propias expresiones. En los últimos comunicados los terroristas han cambiado ‘lucha’ por ‘proceso’. Pasar del eufemismo que significa ‘muerte’ al que debería significar ‘democracia’ es un paso importante, pero que avanza a una velocidad tan lenta que por el camino se han quedado las esperanzas de muchos demócratas. Además hay otras novedades pequeñas, casi anecdóticas: esta vez ETA busca internacionalizarse, se rodea de avalistas internacionales de prestigio y, además, lanza el comunicado en castellano.
ETA cambia, sí, pero más cambia la sociedad española ante ETA. Un comunicado que años atrás hubiera esperanzado a todo el país ahora se encaja con indiferencia por parte de la ciudadanía y con cautela en los partidos. Rubalcaba insiste en que el Gobierno «el único comunicado que quiere de ETA es el de su fin«, el lehendakari Patxi López pide «prudencia, responsabilidad y firmeza«, Cospedal avisa de que sólo se trata de «una pausa» y lee el mismo comunicado que en 2006, Basagoiti habla de una «tregua electoral«…
Avances demasiado lentos
En el lado abertzale las palabras sí cambian: Batasuna lleva meses dando tímidos pasos hacia el rechazo a la violencia y el colectivo de presos, el más sensible del entramado etarra, registra cada vez más disidentes. Además, partidos como Eusko Alkartasuna y Aralar, que rechazan de forma inequívoca la violencia, se están implicando con una supuesta transición de Batasuna hacia la democracia.
Si ETA cambia, aunque sea tímidamente, y el contexto también ¿por qué la sociedad española se ha vuelto más escéptica? Nueve treguas fallidas antes de ésta, una trayectoria de más de medio siglo de asesinatos, algunos de ellos especialmente cobardes, un total de 829 muertes de inocentes y la proximidad de las elecciones parecen motivos más que suficientes para desconfiar. De hecho, ETA se ha visto en esta situación no por voluntad propia, sino tanto por la acción policial como a la ley que sacó a los terroristas de las instituciones públicas.
El escepticismo no ha sido sólo cosa de los ciudadanos y de los políticos, sino también de las fuerzas de seguridad: el ministro del Interior, el mismo sobre el que recae parte de la responsabilidad de llevar a buen puerto el proceso, puso voz a las fuerzas del orden con más de una docena de advertencias sobre las intenciones de la banda hasta hace apenas un año.
En los últimos años se han acelerado los acontecimientos de tal manera que los movimientos a ambos lados de la historia parecen lentos. Por desgracia, los mismos motivos que invitaban a desconfiar en las intenciones de la banda terrorista tras su penúltimo comunicado siguen vigentes: sólo cabe esperar a que se decidan, de una vez por todas, a suscribir su final. O a que vuelva a quedar en nada y el proceso empiece de nuevo de aquí un tiempo, quién sabe si antes de las elecciones generales. No sería una sorpresa: sería la decimoprimera vez.