Es difícil entenderse cuando no se habla el mismo idioma. Ni siquiera a la hora de definir el problema en sí hay acuerdo. La situación en Euskadi es tan compleja y lleva tantos años de aparente estancamiento que se han creado partes separadas con idiomas diferentes.
Para empezar, unos hablan del ‘conflicto vasco’ y los otros niegan tal conflicto. Los primeros, más cercanos a la izquierda abertzale, ven dos partes -vascos y españoles- en un conflicto de tipo político con elementos de violencia. Los segundos, muy separados de la izquierda abertzale, niegan tal conflicto: conflicto hay cuando dos partes se agreden y aquí lo que hay son unos que matan y otros que mueren.
Tampoco a la hora de definir las partes hay acuerdos. Una parte del segundo bloque empezó a autodenominarse ‘constitucionalista’, término que no todos aceptaron, para oponerse a los ‘nacionalistas’. En ese gran saco del ‘nacionalismo’ se engloba a moderados y ‘radicales’, otra palabra que una de las partes usa para definir a todos aquellos miembros de la izquierda abertzale que no condena la violencia de ETA.
De hecho, los bloques ni son homogéneos ni son bloques. Parte de la izquierda abertzale no ve a formaciones como Aralar dentro de la izquierda abertzale. “Sí, son de izquierdas y abertzales… cada uno se define como quiere”, comentaba el director de Gara. De hecho tampoco el apelativo ‘izquierda abertzale’ es aceptada por todos, hasta el punto de ponerle un ‘autodenominada’ delante. Tampoco está clara la línea entre nacionalistas y soberanistas, ni siquiera dentro del Partido Nacionalista Vasco.
¿La solución a la que se tiene que llegar? Tampoco se ve igual. Unos hablan de la ‘paz’, pero otros niegan dicha palabra por entender que es lo contrario de una guerra que no se está librando porque no hay dos bandos que se agredan. Tampoco aceptan ambas partes modismos como ‘tregua’ o ‘alto el fuego’ porque, según la visión de una parte, no es ETA la que decide parar sino la presión policial y judicial la que les ha obligado.
Una parte traza paralelismos con Irlanda del Norte, incluso hay quien habla de ‘unionistas’, o de ‘colonialismo español’ en ‘Euskal Herria’. Otros niegan paralelismo alguno. Unos argumentan que en tiempos existió un Reino de Navarra independiente que es la semilla histórica de su construcción nacional, mientras los otros niegan que haya existido jamás ninguna realidad política que incluya lo que hoy conocemos como País Vasco, Navarra y País Vasco francés.
El lenguaje de la división
Unos hablan de ‘banda terrorista’ y otros de ‘organización’ o ‘grupo armado’. Unos hablan de ‘atentados’ y los otros de ‘acción armada’. Unos hablan de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y otros de ‘fuerzas represivas’. Unos, en fin, hablan de España y otros del ‘Estado español’.
La forma para llegar al final del camino para unos es la ‘rendición incondicional’ de ETA y su sometimiento a la Justicia, el reconocimiento del daño causado y el cumplimiento íntegro de penas. Otros hablan de ‘pasos’ que tienen que llegar de ‘ambas partes’ en una ‘negociación’ que los primeros niegan porque “nada hay que negociar”.
Una parte habla de la ‘violencia de ETA’ y la otra de ‘todas las violencias’, incluyendo el terrorismo de Estado de los años ‘80 y las ‘torturas’ sufridas por detenidos en las comisarías. El primer bloque niega que existan tales torturas salvo “excesos de algunos individuos”, pero no lo perciben como algo generalizado. Por contra se exige una ‘condena firme e inequívoca’ de la violencia de ETA que el bloque contrario no separa de su percepción de ‘violencia política’ que hay en Euskadi.
Unos hablan de ‘rendición’, los otros de ‘normalización’ y ‘pacificación’. Unos de ‘víctimas’ y otros de ‘todas las víctimas’. Unos de ‘presos’ y otros de ‘presos políticos’. Ni siquiera en la vida familiar ETA funciona igual que el resto: la gente cercana a la banda nunca hablará de ‘marido’ o ‘novia’, sino de ‘compañero’ o ‘compañera’.
La importancia de las palabras
Todas las personas entrevistadas para hacer el especial ‘En territorio Bildu’ respondieron afirmativamente a la pregunta de si tan importantes son las palabras en esta situación que sirven para bloquear determinadas conversaciones. “Mucho”, comentaba un entrevistado. “Si tenemos puntos de vista diferentes es normal que llamemos a las cosas de forma diferente”, comentaba otro.
No hablan un mismo idioma, pero todos se conocen. Todos los entrevistados responden afirmativamente a las preguntas de si conocen a algún amenazado por ETA, si conocen a alguna víctima de ETA y si conocen a algún miembro de ETA. Sólo tres entrevistados respondieron que no conocían a nadie que haya sido maltratado tras ser detenido, mientras el resto dijo que sí conocía casos.
‘¿Por qué, si se conocen todos, es tan difícil de arreglar todo esto?’ era la pregunta que hacía a continuación. Uno de los entrevistados respondió “¿Arreglar? ¿Qué es arreglar?”. Vuelta a empezar con las palabras. Y así llevamos 52 años.