Mucho se ha hablado del coltán, ese compuesto ‘mágico’ que da vida a gran parte de nuestra tecnología actual y que, por su gran valor para la industria y su reducida presencia en nuestro planeta, se ha convertido en el blanco de todo tipo de intereses no siempre nítidos y honrados.
Las minas más importantes de coltán están, además, en el corazón de África. Concretamente junto a algunas de las regiones más pobres del mundo: bajo sus pies hay un enorme tesoro que, lejos de darles una vida mejor, les ha empujado en muchos casos a tener que convivir con el peligro físico o ambiental que supone la existencia de dicho mineral en el entorno.
Además de las terribles consecuencias humanas que puede contener la extracción ilegal e incontrolada de coltán, existen unos compuestos aún más raros y tanto o más valiosos: se trata de dos metales de transición y quince lantánidos. Más conocidos como «tierras raras», suponen un recurso de enorme riqueza por cuanto son indispensables para la creación de gran parte de nuestra tecnología actual.
¿Y dónde están esas «tierras raras»? Según el Departamento de Energía de EEUU, la mayor parte está en China. Por algo el gigantesco país es líder del sector. Es más, sólo una ciudad concentra el 95% de las «tierras raras» del mundo: Baotou. En concreto se debe a la localidad minera de Baiyun-Obo, al sur de Mongolia, donde ha habido un boom poblacional progresivo en las últimas décadas según se iba sabiendo más sobre el valor de lo que sus pobladores encontraban en sus prospecciones.
Hasta aquí las buenas noticias, llega el turno de las malas. El procesamiento de una tonelada de «tierras raras» supone generar unos 250 metros cúbicos de aguas altamente ácidas y radiactivas ¿Y qué se hace con ellas? En Mongolia una cosa: acumularla.
Así, a mediados de los ’50, cuando la zona estaba mucho más poblada que en la actualidad (a diferencia de la ciudad, de mucha menor población), comenzaron a verterse los residuos líquidos a la intemperie. Hasta hoy, cuando el lago de Baotou es el más contaminante del mundo, desprendiendo un enorme aroma a azufre y con una acidez por encima de cualquier parámetro
La BBC, en un extenso reportaje dedicado al lago Baotou, afirmaba que en todo el entorno del mismo se percibía la misma sensación apocalíptica: fábricas mezcladas con casas, cielo gris, el lago…
Pero el tener tuberías conectadas permanentemente al lago no es suficiente. En la zona también se llevan a cabo otras actividades, como el volcado de deshechos metalúrgicos fundidos que -supuestamente- una vez se enfrían y solidifican deberían de ser retirados por lo efectivos de limpieza.
El humo de las chimeneas industriales de la zona, unido a los efluvios del lago y de todas las actividades del entorno, hacen irrespirable el aire. El suelo es atravesado por innumerables tuberías a vista de todos. El ‘boom’ tecnológico que ha multiplicado el valor de estas tierras justifica todo para los responsables del negocio. Y mientras el monstruo del lago se agiganta